¿Cómo está respondiendo el público a la exposición de Bill Viola?

De forma increíble. A la inauguración acudieron cerca de 1.500 personas, una cantidad muy grande para un evento cultural o de cualquier otro tipo. Desde entonces hasta hoy me he encontrado con gente que se acerca para felicitarnos y decirnos que la muestra es impresionante y que están muy agradecidos de que traigamos cultura a la isla y de tener la oportunidad de ver la obra de Bill Viola. Me estoy dando cuenta de que vamos a tener muy buena acogida esta temporada.

¿Recuerda cómo descubrió su trabajo artístico?

Recuerdo que vi la obra de ‘Fire Woman’ proyectada en una pantalla. Visualmente me impresionó mucho y después me emocionó más al conocer toda la historia, porque yo no sabía que venía de la ópera de Richard Wagner ‘Tristán e Isolda’ que dirigió Peter Sellars. Pero me gustó haberla visto sin tener información adicional porque como explica Bill Viola, él quiere que las obras vivan por sí solas, que puedan tener su independencia. Además, en la ópera ‘Fire Woman’ y ‘Tristan’s Ascension’ no tenían sonido, lo añadió después y ese fue el paso, creo yo, que permitió que estas obras pudieran funcionar de forma independiente.

En la presentación anunciaron que quieren llevar a cabo visitas guiadas.

Sí. El objetivo de la Nave es poder difundir la cultura por toda la isla, queremos dar un paso más y establecer un diálogo con la comunidad. Este año hemos ampliado el horario (ahora ininterrumpido) y hemos incorporado al equipo de trabajo a una nueva compañera, Alba García, que se encargará de las visitas guiadas explicando al público la obra de Bill Viola. También se han interesado compañías de turismo en visitar la exposición con sus grupos y estamos viendo cómo hacerlo.

¿Está previsto, como el año pasado, abrir la Nave la primera quincena de octubre para los estudiantes?

Es nuestra idea. Estamos pendientes de la respuesta de los centros educativos. Nos parece muy importante que los estudiantes vengan a ver la exposición. Es difícil que estas obras lleguen a Europa, si lo hacen, es a Madrid o al Guggenheim de Bilbao. Tener la obra de Bill Viola aquí es un regalo y hay que compartirlo. Pienso que las exposiciones de la Nave pueden cambiarle la vida a algún estudiante, porque le estamos abriendo las puertas para que descubra arte contemporáneo con calidad de museo.

La entrada a la Nave es gratuita pero parece que hay gente que no se atreve a entrar pensando que le van a cobrar.

Nos pasa mucho. La gente mira por fuera, le decimos que es gratis y entran con temor esperando el momento en el que le vayan a pedir la tarjeta de crédito. Aquí la entrada no cuesta nada y además le regalamos una botella de agua. Es una buena imagen para una isla en la que se piensa que todo es muy caro.

Cada exposición supone una transformación completa de la Nave. ¿Qué han tenido que hacer en este caso?

Movimos las escaleras para instalar la pantalla, que es muy grande, tiene siete metros de altura por cuatro de ancho. Tuvimos que hacer además una serie de adecuaciones en las paredes y para el sonido. También hemos puesto más aparatos de aire acondicionado. Poco a poco vamos cambiando la imagen de lo que en su tiempo fue un almacén de sal para convertirlo en un espacio cultural diverso. Cada año hay una metamorfosis en la Nave. Esta temporada cuando la gente visita la exposición tiene la sensación de estar entrando en un templo, el templo de Bill Viola.

Traer a Ibiza toda esta obra supone una gran inversión y en la Nave no se vende obra ni se cobra entrada. ¿Ese altruismo con la isla se ve compensando de alguna manera?

Como decía antes, para mí cambiarle la vida a un estudiante al visitar una de nuestras exposiciones es un regalo absoluto que supera cualquier interés monetario que pudiera llegar a brindar la Nave. En este momento este espacio sólo conlleva gastos, pero esta inversión ayuda a poner un poco más en el mapa a Eivissa como punto de referencia para el arte y la cultura.

¿Cómo nació el proyecto de este espacio cultural?

Me sentía en deuda con la isla porque la visitaba y aquí lo tenía todo, menos aquello que me gusta y que hago desde hace 28 años. Echaba en falta algo. Ibiza me ha dado los mejores amigos que tengo y aquí he pasado momentos muy especiales así que quería devolverle algo a la isla y pensé entonces en un espacio en el que compartir lo que llevo haciendo tanto tiempo de una forma desinteresada financieramente.

¿Sigue en mente la idea de abrir la Nave a artistas locales?

El mundo del arte es muy particular porque los coleccionistas de arte a nivel mundial tienen muy claro lo que quieren y reconocen la calidad o la importancia de los artistas porque están en un circuito. A mí me gustaría traer ya a artistas locales a la Nave, pero desgraciadamente la acogida ahora no sería igual. Es un proceso largo. En estos momentos escogemos a los artistas reconocidos mundialmente para que sean un imán que atraiga a los coleccionistas a la Nave. Una vez nos ganemos su confianza, llegará el momento de mostrarles a los artistas locales.

¿Ibiza tiene potencial para convertirse en un lugar de referencia para el mundo del arte?

Hay cantidad de coleccionistas importantes de todo el mundo que vienen a descansar a la isla. El potencial es gigante. Después de la feria de arte suiza Art Basel, que cerró el 17, ya tuvimos aquí a coleccionistas, a curadores, a dealers, y a representantes de las casas de subastas, que están viniendo a la isla porque sienten que hay un movimiento interesante. Yo estoy feliz de que vengan. Hemos escuchado que hay muchas galerías que quieren abrir aquí y eso significa que hay potencial de gente que quiere comprar.

La isla va entonces por buen camino.

Eivissa ya está en el mapa porque hemos traído obras de museo merecedores de estar en Londres, en Nueva York, en París o en Madrid. La gente, cada vez más, contempla la posibilidad de visitar Ibiza y de paso visitar la Nave. Yo siento que si Nueva York está marcado en rojo en el mapa del mundo del arte como punto estratégico, la isla ya tiene un puntito pequeñito. Vamos bien, como dice un amigo mío, «faltaba más cuando empezamos».

¿Se van a retomar este año proyectos como el Premio de las artes visuales Lio Malca o La Nave internacional de la Poesía?

Queremos seguir haciendo proyectos como el de la poesía y talleres infantiles. En cuanto al premio de las artes visuales estamos dándole forma porque necesitamos crear la estructura apropiada y creemos que es a través de una fundación. Estamos involucrando a gente local para que participen como jurado porque nosotros queremos ser parte pero no los que elegimos a los ganadores.

¿Recuerda los primeros artistas que le impactaron?

Basquiat y Keith Haring. Las primeras obras que compré fueron de ellos. Para no haber estudiado arte tuve buen ojo, pero esto tiene que ver con la época que yo viví en Estados Unidos. Pasé los años 80 allí y estos artistas son iconos de esa década. La obra de Haring ya la conocía porque se veía en todas partes. En el caso de la de Basquiat no la había visto antes, pero cuando la vi me impactó.

¿Cómo detecta una obra de arte?

Para mí, en el caso de Basquiat y Haring, fue algo intuitivo, visceral. Es muy difícil juzgar a un artista por una obra. Yo puedo ver algo que me gusta mucho, pero he aprendido que la emoción que te causa, aunque es lo más importante, tiene que ir acompañada de un pequeño estudio. Hay que evaluar en qué posición de la carrera está el artista, en qué galerías está exponiendo, qué curadores de museos tienen interés en su obra... porque hoy en día una obra de arte cuesta mucho, aunque sea de creadores jóvenes. Si compras como inversión es importante primero que esa obra te guste y luego hacer un análisis de cómo va la carrera va el artista.

¿Cómo descubrió la Nave?

Me habían hablado de la Nave hace años. Me la mostraron Manuel Alcaide y Víctor Agudo y directamente fuimos a hablar con el director de Salinera Española en Ibiza, José María Fernández. Al principio, cuando conté lo que quería hacer, todos me miraron como un bicho raro, costaba explicar la idea de hacer una galería donde no se iba a vender nada, pero la conversación fue bien y hoy en día Salinera está fascinada con el proyecto. Ellos no quieren que me vaya y yo no me quiero ir, además estamos explorando otros proyectos en Ibiza.

¿Qué artistas está barajando para el futuro en este espacio?

Sin concretar fechas, te digo ya seis nombres que tengo grabados en mi mente: Warhol, Basquiat, Kenny Scharf y artistas españoles que me llenan muchísimo como Tàpies, Chillida y Millares.

Usted es autodidacta. ¿Cómo fue a parar al mundo del arte?

Me fui a vivir a Nueva York en 1990, donde tengo un pariente vinculado con el mundo del arte, José Mugrabi, el coleccionista más grande de obras de Andy Warhol del mundo, tiene ochocientos Warhol. Él me abrió las puertas del mundo del arte. Cuando llegué a Estados Unidos tenía claro que me quería quedar allí. Si en ese momento me hubieran dicho que tenía que barrer las calles lo hubiera hecho, pero tuve la oportunidad de estar con este familiar y proyectamos crear una cadena de restaurantes, estuvimos trabajando un año en ello. En ese tiempo yo le acompañé a galerías y a subastas y cuando el proyecto de los restaurantes no funcionó supe enseguida a qué quería dedicarme. Para mí era emocionantísimo lo que hacía él, coleccionaba, compraba, vendía arte...En el 92 compré mi primer Basquiat al galerista Mario Diacono. Ahí fue cuando me picó el vicio del arte.

¿Qué significa para usted el arte?

Es el regalo más grande que jamás me hubiera imaginado recibir. No lo puedo comparar con nada. Mucha gente dice que trabajo todo el día y otros que no lo hago en ningún momento. Cuando me preguntan a mí digo que yo no he trabajado ni un día desde que llegué a Nueva York porque para mí es un gusto y un placer, es algo natural. Es como respirar y meterme en el mar, lo quiero hacer todo el tiempo y todos los días.