A Oliver Martínez le encanta la película 'La vida secreta de Walter Mitty', especialmente la escena en la que Sean O'Connell (interpretado por Sean Penn) apunta a un leopardo de las nieves ( Panthera uncia) con el objetivo de su Nikon F3/T, pero decide no disparar. Eso intriga a Mitty (Ben Stiller), que le pregunta a qué espera para apretar el obturador: «A veces no lo hago, a veces me gusta conservar ese momento para mí, personalmente». ¿Haría lo mismo Oliver? «Una vez he asegurado la fotografía, sí que me quedo contemplando al sujeto? De hecho, ahora mismo lo estoy haciendo; llevo tres horas con este viejo conocido a unos nueve metros de mí», responde vía Whatsapp, por donde envía un vídeo que demuestra lo que acaba de decir: el visor digital de su cámara proyecta la imagen de ese viejo conocido, un halcón peregrino que fotografía desde hace seis años en una zona húmeda de Ibiza.

El particular leopardo de las nieves ibicenco de Oliver es una escurridiza gineta ( Genetta genetta isabelae) cuyo rastro sigue desde hace cuatro meses con el afán de conseguir la imagen perfecta, esa que le ronda en la cabeza y que este tozudo naturalista y experto fotógrafo, uno de los mejores de Balears, se ha empeñado en conseguir: «La tengo en la cabeza, y hasta que no la saque...Soy muy cabezón». De «chiripa», encontró una zona boscosa del norte de Ibiza en la que detectó la presencia de este vivérrido. Para llegar hasta allí hay que ascender por la montaña, atravesar tramos obstaculizados por los arbustos y saltar muros de piedra de antiguos bancales donde ahora sólo crecen matas, enebros y pinos de troncos gruesos, lo que da una idea del abandono de esas antiguas feixes. Decenas de pinos atraviesan horizontalmente, arrancados de sus raíces, ese «torrente emboscado», como lo define Oliver. La espesura tapa el horizonte, incluso apenas se ve la Luna en fase de cuarto creciente situada justo encima al caer la tarde.

El bancal en el que Oliver prepara su 'estudio' natural para captar a la gineta es, asegura, ideal por la presencia de un almendro muerto y sin ramas, ya negro por la humedad, cuyo tronco (de dos metros y medio de longitud) nace justo en la base de un antiguo muro de piedra y cuelga en el vacío, a dos metros y medio del suelo. «Es perfecto», afirma el fotógrafo. Lo es porque la gineta sólo tiene un lugar para entrar y para salir, la base del tronco. A tres metros y medio instala su cámara (y la enfoca manualmente), una Nikon D810 que más tarde cubrirá con tela de camuflaje. Utiliza una óptica 80-200, para acercarse al máximo al «bicho», como le llama. Algún día, «cuando se acostumbre», espera poder acercar más la cámara y probar incluso con un angular. Porque en su cabeza tiene una foto, «la foto»: la cabeza de la gineta y, de fondo, el cielo estrellado. Perfeccionista, las que ha captado hasta ahora sólo le convencen «al 80%».

Cuatro 'flashes'

Cuatro 'flashes'Hace un año lo intentó con otro ejemplar en la costa norte de Ibiza, donde localizó su letrina. Pero era una ubicación «complicada», pues el animal entraba allí de cualquier manera. Lo captaba de culo, ladeado. En el nuevo 'estudio', el encuadre es más fácil, pues el tronco sirve de pasarela y su única entrada «es previsible», asegura este experto en captar aves pero que ahora dedica parte de su tiempo a los mamíferos. Acabó a las 15 horas su jornada laboral y desde las 17 horas de esta gélida tarde (la del pasado lunes) intenta 'atrapar' a la huidiza gineta.

Tarda una hora en prepararlo todo. En la superficie del bancal, además de la máquina fotográfica, distribuye cuatro flashes. Dos de ellos, orientados a 45º y ubicados a metro y medio frente al tronco, uno a su izquierda y otro a su derecha. Añade otro detrás del almendro muerto (sujeto a un tinglado de ramas acondicionado por él, precario pero seguro) para «perfilar» la figura de la gineta, lo que crea un bonito efecto. Los tres están controlados y sincronizados por un aparato denominado triggers. Y suma otro flash (con fotocélula esclava reactiva), que instala unos metros más a la derecha. No sólo los despliega, sino que ademas los tiene que calibrar para que no quemen la foto. Conseguir el equilibrio perfecto es como hacer encaje de bolillos, más cuando la noche se echa encima y hace un frío del carajo. Afinar tiritando no es fácil.

La cámara está unida por un cable (que camufla con las acículas resecas de los pinos) a un sensor de infrarrojos, que monta a un metro del tronco. Es el único cable, pues tres de los flashes se activarán por radiofrecuencia en cuanto el animal pase frente al sensor.

Paté y aceite

Paté y aceiteComenzó a probar en ese emplazamiento en noviembre, pero la gineta no apareció por primera vez hasta principios de diciembre. Desde entonces la cebó («con poca cantidad») a diario con sardinas en aceite y paté para gato, para que el vivérrido se acostumbrara a pasar por allí, pues esta especie suele tener un amplio territorio de caza. Una vez comprobó que acudía a diario, inició las sesiones fotográficas, unas cinco en total, que han dado excelentes resultados, como la imagen que ilustra este reportaje. Suele aparecer al anochecer -es un depredador nocturno-, de 20 a 21.30 horas, aunque en algunos casos la cámara se activó a las 2.50 horas de la madrugada. El animal parece acostumbrado a los flashes, que se disparan cada cinco o seis segundos.

A las 19 horas, antes de abandonar el bancal, untó con paté para gatos las rendijas del tronco y, con una jeringuilla, empapó su extremo con el aceite de una lata de sardinas. Volvió 12 horas más tarde para recoger todos los artilugios. Comprobó que, esa noche, en vez de una gineta, el que se puso las botas fue un ratón. «Es cuestión de insistir, de ser constante», admite. Algún día logrará 'la foto'. «Ensayo y error, ensayo y error», es la fórmula, insiste.