Jerónima Bonafé es presidenta de las Cooperativas Agrarias de Balears desde hace 18 años seguidos, pero además es secretaria de las Cooperativas Agroalimentarias de España, consejera del Consejo Económico y Social de España y presidenta de la Asociación de Mujeres de Cooperativas Agroalimentarias de España. Ayer pasó por la XIV edición de Sant Antoni Rural.

¿Y tantos cargos le dan tiempo para, además, cultivar?

Sí, tampoco tengo una presidencia ejecutiva. Es más bien una representación política y además no vivo de este cargo, vivo de mi explotación agraria en Calvià.

Usted es presidenta de la Asociación de Mujeres de Cooperativas Agro-Alimentarias de España. ¿A qué problemas se enfrentan las mujeres en este sector?

El principal problema de las mujeres es la poca visibilidad que tienen. En el caso de la Cooperativa de Sant Antoni, no, pues en los consejos rectores hay mujeres. Pero en muchas otras cooperativas, no llegan a estar presentes. Y esos son los órganos de decisión.

O sea, que en el campo también hay techo de cristal.

Exacto. Y además hablamos de una base social en la que un 25% de los cooperativistas son mujeres, mientras que en esos consejos rectores hay una representación femenina de sólo un 3,7%, y sólo en algunas cooperativas.

¿El mundo rural es machista?

Sí. Lo es por tradición. Ha sido un mundo tradicionalmente machista, en el sentido de que el hombre ha sido el que ha llevado más la representación pública y ha sido más visible. Por contra, ha habido explotaciones que han sido lideradas y manejadas por una mujer. De puertas para dentro ha habido un cierto matriarcado, pero hacia afuera ha habido ese machismo representativo.

¿Se enfrenta usted, como presidenta, habitualmente a comportamientos machistas?

No, pues la gente del sector es muy respetuosa. Te respetan, aunque igual no comparten lo que yo pueda defender. Muchos, incluso, entienden que en nuestros consejos rectores tienen que ser lo más plurales posibles, de manera que estén representados hombres, mujeres y jóvenes. Poco a poco van cambiando, así, la mentalidad.

¿Cómo es su explotación?

En casa somos cuatro hermanos. Tenemos ovejas, almendras, algarrobas, cereales, un poco de todo.

¿Y da el campo para vivir? Se lo pregunto porque no todos pueden.

La nuestra es una gran explotación, de manera que, ajustando, puedes vivir, pero a base de trabajar mucho y de estar cada día pendiente, por ejemplo, del cambio climático, de la sequía?

Lo tienen difícil para exportar sus productos más allá de las islas.

Nuestro principal problema es que no tenemos un régimen especial fiscal que nos compense en el transporte, tanto para que lleguen, por ejemplo, los piensos a un precio que no incluya ese plus del viaje desde la Península, como para enviar a España nuestra producción. La insularidad complica mucho la explotación de la tierra.

¿Qué problemas le han expuesto sus compañeros de las cooperativas de Ibiza?

Estaban preocupados con la falta de lluvias, que escaseaban desde hacía unos meses. Habían sembrado y estaban preocupados. Este es un sector duro, en el sentido de que exige mucho trabajo y que los precios tienen una volatilidad muy grande. Es un problema que tenemos en común.