­-¿Cómo surge su interés por los jardines?

-Parte, como casi siempre, de algo personal. Me interesaba reflejar los jardines como espacios del saber y años después también comencé a construir un jardín de manera espontánea, sin tener más pretensiones, y fueron confluyendo varias cosas: la pasión de construir un jardín a partir de un trozo de bosque y, al mismo, tiempo, mi pasión por la escritura y la enseñanza de la Filosofía y la Sociología. Entre medias, escribí una tesis doctoral titulada ´Los jardines de la utopía´.

-En el prólogo de ´Jardinosofía´, afirma que «las páginas de este libro no serían las mismas si no hubieran sido escritas con las manos encallecidas por el uso frecuente de la azada».

-Exacto. La jardinería para mí empezó como una forma de evasión de la realidad en un momento de crisis personal y después era mi manera de disfrutar del tiempo libre. Poco a poco me introduje en la cultura del jardín, pero la idea de escribir un libro sobre esto vino mucho después.

-¿Cómo nace la idea de escribir un libro sobre esta relación entre el mundo de las ideas y el de las plantas?

-A un profesor de universidad le gustó lo que estaba haciendo y me propuso escribir un libro. Mi objetivo es que sea un relato ameno, una lectura que se pegue a las manos, te guste la jardinería o no. Tampoco quería que fuese un libro para eruditos de la Filosofía. La idea es que el lector conciba la obra como un paseo placentero por un jardín, destacar que los jardines han sido un vehículo de transmisión de ideas y saber y, sobre todo, una metáfora visible de la felicidad. Los jardines nos pueden decir muchas cosas acerca de lo que los humanos entendemos por una buena vida.

-¿Cuál es el origen de esta concepción del jardín como metáfora de la felicidad?

-Tendemos a olvidar que las escuelas filosóficas surgieron en los jardines: la Academia Platónica, el Liceo Aristotélico, el Jardín de Epicuro€ La filosofía siempre ha estado cerca de espacios ajardinados, pero los pensadores se centraron en las ideas abstractas. Por ello, en este libro intento reivindicar cómo esta disciplina ha caminado en paralelo a la jardinería y al paisajismo. ¡Las palabras de Platón, Aristóteles y Epicuro suenan mejor con el canto de los pájaros de fondo y con el sonido del viento que mueve las ramas de los árboles, que no entre cuatro paredes!

-También describe los jardines como un símbolo de poder político y entre los ejemplos que cita destaca Versalles.

-Como decía Walter Benjamin, muy relacionado con Ibiza, «todos los documentos de civilización lo son de barbarie». Por tanto, los jardines no son una excepción. Son una metáfora de la felicidad y representan la metafísica de cada época. En el caso de los jardines de Versalles, representan el racionalismo filosófico, pero no podemos obviar que también fueron marcas de estatus y fueron y son un medio de legitimación política y escenarios de poder. En la obra cuento el ataque de envidia del rey luis XIV. Pero no hace falta viajar tan atrás en el tiempo. Cualquier persona que pasee por el campo ibicenco encontrará mansiones y villas en las cuales los jardines son un claro signo de estatus, una marca de poder y de riqueza.

-Mansiones y villas que han llenado la isla de palmeras.

-Precisamente el otro día les contaba a los chicos [en referencia a sus alumnos del instituto Santa María] que la plaga del picudo rojo en Ibiza es en realidad un cuento moral. La importación masiva de estas palmeras ha traído el picudo rojo.

-Y la importación masiva de olivos ha traído las serpientes.

-¡Exacto! La isla sin serpientes de repente se llena de ellas. Fíjate en el simbolismo. La añoranza del paraíso perdido está en el origen de los jardines. De ese paraiso perdido fuimos expulsados por las serpientes. Estos reptiles y las plagas vuelven a Ibiza alimentadas, en parte, por la codicia. El deseo de poner ese símbolo, esa marca de estatus que representan las palmeras, ha desencadenado esta plaga.

-¿Se puede concebir un jardín como un reflejo de la ética y de los valores de una persona?

-Los valores que están implícitos en el cultivo son la constancia, la paciencia, la esperanza, la gratitud, la humidad€ Todos estos valores animan a mejorar nuestra relación con la sociedad y con la naturaleza. Al mismo tiempo, los beneficios que obtenemos de los jardines, como reposo, tranquilidad, calma interior, independencia y libertad, entre otros, son ingredientes de la fórmula de la buena vida, sea esta cual sea. Yo no tengo la receta de la felicidad, pero seguro que tiene estos ingredientes.

-Por tanto, la filosofía y la jardinería comparten unos objetivos comunes.

-Sí, es la búsqueda de la buena vida. Como decía Montaigne, la demostración más clara de la sabiduría es el gozo, la alegría de vivir, la felicidad y los jardines están hechos para el disfrutar de la vida.

-Además, al final de su obra afirma que ocuparse de un jardín o de un huerto es uno de los pocos gestos de insumisión genuina.

-En las últimas páginas hablo del jardín como un acto de rebeldía, quizá como la última frontera o barricada frente a una sociedad que nos está arrastrando al individualismo, a la productividad. Quizá sea uno de los pocos actos puros de insumisión pura y dura ante el consumismo desenfrenado.