La santidad huele a canela. La mañana del Jueves Santo la catedral fue perfumada por esa dulce especia, parte fundamental de la esencia que el obispo, Vicente Juan Segura, utilizó para la consagración del Santo Crisma durante la Misa Crismal. Además, el obispo bendijo esa mañana los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, y los sacerdotes de la diócesis renovaron las promesas hechas en el día de su ordenación.

Hasta hace cuatro años, la esencia para el Santo Crisma era preparada por un farmacéutico ibicenco que empleaba hierbas de la isla para su elaboración, según cuenta Francesc Xavier Torres Peters, delegado diocesano de Liturgia y Patrimonio. Pero cuando el boticario se jubiló le pasaron el testigo a Hierbas de Ibiza Perfumes. El primer año, esta empresa creó una fragancia fresca, limpia, nada que ver con la actual. Pero Torres Peters, que además es un erudito historiador, quería ir más allá, por lo que propuso volver a los orígenes. Recuperó entonces la fórmula estricta de la santa unción que aparece en la Biblia, concretamente en el Éxodo (30:22-25).

Canela, cálamo, casia y mirra

El Jueves Santo se empleó esa fórmula bíblica, que se remonta a casi 1.400 años antes de Cristo, para consagrar el Santo Crismal. Para su elaboración, y siguiendo al pie de la letra el Éxodo, Hierbas de Ibiza Perfumes empleó canela aromática, cálamo (caña aromática), casia de China y mirra.

El resultado es una embriagante fragancia («significa la dulzura cristiana», dijo al respecto el obispo de las Pitiusas). Y eso que el fabricante tuvo que reducir drásticamente las proporciones de la fórmula original (al parecer una decena de veces superior a la corregida) para que no fuera tan fuerte y empalagosa. Posiblemente, la idearon así originalmente para que tuviera una función aséptica, según señaló un portavoz de la empresa.

Precisamente, cuando Peters les proporcionó la receta que aparecía en el Antiguo Testamento, se toparon con un problema: sus medidas no se correspondían con las del sistema métrico decimal. En vez de mililitros o gramos, en el Éxodo se hablaba de siclos o de hin, ya en desuso. Con ese óleo, y según el Antiguo Testamento, eran ungidos los reyes, los sacerdotes y los profetas... de hace cientos de años.

Un responsable de Hierbas de Ibiza Perfumes, presente en la Misa Crismal, comentó que consideran la fabricación anual de este óleo como «un servicio» que dan a la Iglesia, además de «un honor y una gran responsabilidad dado para qué se emplea».

Renovación de las promesas

Decenas de personas asistieron a las 10.30 horas del Jueves Santo a esa Misa Crismal, uno de los actos más importantes de la Semana Santa por su contenido. Primero, los sacerdotes de la diócesis, situados en torno al obispo, renovaron y reforzaron sus promesas.

Después comenzó la bendición de los óleos, acto marcado por un estricto ritual religioso. Primero, varios sacerdotes entraron en la sacristía para sacar de ella (y por el siguiente orden) la jarrita que contenía el cuarto de litro de esencia fabricada según la fórmula bíblica; a continuación, el ánfora de plata en cuyo interior reposaba el óleo de los catecúmenos (cuya parte superior está rematada, para ser identificada correctamente, por la letra C), seguida de otra ánfora con el aceite para los enfermos (con la letra I, la inicial de esa palabra cuando se escribe en latín).

Finalmente, un párroco extrajo de la sacristía la jarra del Santo Crisma (con la letra S labrada en la parte superior). Cada una de estas ánforas (que fueron depositadas en una mesilla de madera colocada en la parte frontal del altar mayor) contenía, aproximadamente, litro y medio de aceite de oliva prensado en un trull de la isla Ibiza. Otros años se ha empleado aceite fabricado en Sant Mateu o Santa Eulària.

Una oración para bendecir

Siguiendo el riguroso rito, un sacerdote cogió el ánfora que contenía el óleo para enfermos y la llevó hasta el obispo tras desenroscar su tapa. Juan la bendijo con una oración, para devolver luego la vasija a la mesilla. Ese aceite, como el de catecúmenos, puede ser bendecido por los sacerdotes, no así el del Santo Crisma. Le tocó luego el turno al ánfora que contenía el óleo de los catecúmenos, bendecida también por el obispo con una oración.

Seguidamente, dos sacerdotes llevaron ante Vicente Juan Segura la vasija de plata del Santo Crisma rellena con otro litro y medio de aceite de oliva. El obispo vertió con sumo cuidado en ella toda la esencia de canela, mirra, cálamo y casia que contenía la jarrita. Tras depositarla en el altar, el prelado se inclinó sobre ella y, durante unos cinco segundos, exhaló su aliento al interior, un acto cargado de significado: «Es para consagrar el Crisma con la fuerza del Espíritu Santo», explicó al respecto Pedro Miguel López, prefecto de liturgia de la catedral y párroco de Sant Jordi y San Francesc de ses Salines.

El contenido de las tres ánforas fue posteriormente repartido equitativamente a todas y cada una de las parroquias de las Pitiusas, que lo utilizarán durante el próximo año (y hasta la nueva Misa Crismal, el 13 de abril de 2017) para bautizos, confirmaciones y para enfermos, en ocasiones como extrema unción. Cada una de las iglesias pitiusas guardará esos óleos en sus respectivas crismeras, pequeños recipientes de plata que suelen ir dentro de un estuche de madera.