Con este escrito, no pretendo quitar la ilusión de nadie, en absoluto. Son días de magia para niñas y niños. Y en muchos casos también para gente adulta. En estos días pasados, inundados de ilusión, he estado participando en la entidad. Este año y otros. Que tan útil es para la sociedad. Para que la gente, la infancia asistente al desfile de los Reyes, no se acerque, por el consiguiente peligro existente.  

He quedado francamente muy sorprendido. Por la actitud de muchas niñas y niños. Y de la poca precaución a la que se puede llegar, por un puñado de caramelos. 

Mi labor fue la de evitar que la gente se acerque excesivamente a las cabalgatas participantes en el desfile por el consiguiente peligro.

No quiero ponerme trágico. Ni me gusta en absoluto. Que quede claro. Aprovechar las desgracias ajenas, para luego tomar precaución. Es antes cuando se deben poner los medios, antes de que sucedan las tragedias. No después. Y me consta, que tenemos la finísima costumbre de tomar las medidas después. Cosa que me parece miserable.

Tengamos más precaución. La compañera del desfile del Ayuntamiento (que conste que yo no me caso con nadie), todo hay que decir, que mostró un gran sentido de la responsabilidad porque se ocupaba de que la gente de todas las edades no se acercara. No así puedo decir de muchos adultos o y niños y niñas. Mi carta solo pretende hacer una llamada a la precaución. Y a la reflexión. Para que la noche mágica sea lo que tiene que ser una noche mágica.