Domingo 15 de noviembre del 2020, estoy triste, decepcionada, asustada y humillada.

Humillada por periodistas que decidieron meter en el mismo saco de negacionistas a todas las personas que asistieron a la concentración que se realizó ayer 14 de noviembre. Personas que se levantan antes que el sol para abrir sus negocios y poder pagar a sus proveedores sin poder tener un sueldo para ellos, solo por mantener unos negocios moribundos, sin ayudas y con todos los impuestos, alquileres, nóminas a pagar cada mes (sin un mísero gracias por parte de nuestro gobierno).

Asustada de ver el daño que pueden hacer unas palabras. Damas y caballeros esto va más allá de negacionismos, esto va a miles de cierres de negocios, a colas interminables solicitando ayudas, a familias llorando por el bienestar de los suyos sin saber qué van a comer o dónde irán a parar.

Triste de ver cómo cuentan el día a día, si ustedes el que lee, el que escribe, el que aplaude, el que desprecia al de al lado, el que rechaza y expulsa a personas que dan su vida en esta situación. Todos por actuar de manera tan irresponsable pero sobre todo estos políticos tan maravillosos que están a pie del cañón, discutiendo a ver quién lo hace peor, subiéndose el sueldo con pluses de peligrosidad mientras que matan y rematan el sistema sanitario y la educación, asfixiando al pueblo con impuestos mal gestionados en carteras escondidas y rodeados de personas que los aconsejan ya que no suelen tener ni idea de donde viven.

Pero sobre todo decepcionada de dejar a mis hijos una sociedad tan rota, tan corrupta y tan inculta como la de estos tiempos. Por todo esto y más cosas me gustarían que no generalizásemos, cada uno tiene un motivo para salir a la calle y gritar: ¡ya está bien!

Att. Una asistente.