El pasado 3 de septiembre, ante las amenazas de aplicar restricciones a la libre circulación y de coartar derechos fundamentales de los ciudadanos, ya me preguntaba y pregunté:

¿Dónde están los refuerzos médicos, los enfermeros para reforzar la asistencia primaria? ¿Dónde están los rastreadores y el control de las fuerzas del orden público del botellón, del uso de la mascarilla y de que se cumplan las normas en todos los locales? Pues bien, los peores presagios se hacen realidad; toque de queda, estado de alarma, restricciones totales en la hostelería.

A nuestros gobernantes se les da de miedo coartar las libertades de los ciudadanos y hundir en la miseria a un sector en el que se ha demostrado no se producen los contagios.

Se ha demostrado que el confinamiento solo supone una reducción del 18% en los contagios. Pero del otro 82 %, el que depende del trabajo y la planificación de las administraciones, ni rastro.

Todos debemos quedarnos en casa, apretarnos el cinturón o ir a un ERTE, con una reducción considerable de nuestro salario.

Mientras, los señores/as gobernantes siguen con sus mismos abultados y desproporcionados sueldos, dietas y gastos. Sus salidas nocturnas o asistencia a fiestas como si la pandemia no fuera con su estatus social. Siento vergüenza ajena, de tener los gobernantes que tenemos, como queremos que nos tomen en serio en las instituciones europeas€ Seguimos igual y seguiremos mientras permitamos y consintamos que estas cosas sigan pareciéndonos normales. No lo son.