«No queremos vendernos al lujo» ¿Por qué no? ¡El lujo gusta a todo el mundo!

Me gustaría matizar sobre lo que es realmente el superlujo hoy en Ibiza, para evitar escuchar demasiadas veces comentarios inocentes de este tipo.

El turismo en Ibiza siempre tuvo ricos y menos ricos, vivían y dejaban vivir. Era una mezcla de diferentes nacionalidades y diferentes clases de personas que tenían algo en común: amaban la isla, amaban la libertad y la tranquilidad. Hoy el superlujo comporta unos abusos que comprometen la isla y su futuro. Los abusos llegarán a destrozar la belleza de Ibiza, que es lo que atrae el turismo de ahora y del futuro.

Todos sabemos que, a menudo, detrás de tanto dinero que se gasta en ese lujo hay grandes tráficos ilegales: sean drogas, mujeres o simplemente la gran corrupción mafiosa. Para obtener y mantener este súperlujo se necesita una actitud particular: todo se puede comprar, con dinero se pueden obtener todas las libertades sobre cualquier ley y persona. Es la arrogancia del poder del dios Dinero; como el príncipe de Maquiavelo, «el fin justifica cualquier método».

No estamos hablando de pequeños piratas que venden cigarrillos de contrabando, estamos hablando de gente que usa la corrupción y las amenazas como el pan de cada día. Y esta actitud llega con su lujo a la isla. De verdad, ¿somos tan inocentes para pensar que no nos salpicará? ¿De verdad no queremos ver lo obvio?

El Fausto de Ibiza es venderse por más y más y más, sin pensar en las consecuencias. ¿Es que los ibicencos son tan pobres hoy en día que no tienen otra opción que venderse? ¿Es que los ibicencos lo aceptan todo a cambio del brillo del dinero? El no querer ver es aceptar. ¿Es que somos tan ciegos o egoístas que no vemos más allá de nuestras narices? ¿Cuál puede ser el futuro de nuestros hijos y nietos? Limpiar zapatos a los súper ricos, adaptarse a la nueva moral (participando activamente en los negocios de corrupción) o emigrar.

Una madre ibicenca cuenta con orgullo que su hijo trabaja para un ruso que es el tercero más rico del mundo. ¿Y qué? Como si trabajar para un súper rico nos pusiera a un nivel superior al de nuestros compañeros.

Nosotros mismos creemos que los ricos son superiores, y los que no lo son, inferiores. Si no rompemos esta actitud mental, seremos siempre serviles, burros que actúan por el miedo y la zanahoria. Todos los derechos humanos adquiridos en el pasado, con luchas y muertos, serán olvidados, paso a paso, transformados en vacío.

Podríamos contar la historia de ´Los Santos Inocentes´ en un bar: entra un príncipe medieval, entra un señorito del tiempo de Franco y un ricachón de hoy. Todas las personas en el bar se levantan y se quitan el sombrero. Todos admiran la ropa de calidad, las manos limpias, el andar elegante, los zapatos de marca que salen de un megacoche, que salió de una megavilla, que irá a un megabarco. A mandar, señorito, que para eso estamos.