Tras casi tres décadas, Menorca mantiene de forma imperturbable el compromiso con su tierra y la protección por el entorno más natural que la hace valedora de ser un destino turístico cuidado, inigualable y sostenible.

Fue en 1993 cuando la UNESCO declaró la isla como Reserva de Biosfera, gracias al equilibrio conseguido entre el progreso social y el económico, así como su respeto por el territorio y la tradición.

A día de hoy, el camino iniciado en los año 90 se mantiene más firme que nunca con el fin de que tanto visitantes como residentes puedan disfrutar de esta tierra desde la coherencia, la estima y la conservación hacia el patrimonio, la cultura y la naturaleza.

Con una superficie de 500.000 hectáreas, la Reserva de Biosfera de Menorca es la de mayor extensión del Mediterráneo, gracias a la ampliación de los límites aprobada en 2019. Así, todas las aguas de la infinidad de playas donde poder relajarse y disfrutar, también forman parte de esta protección honorífica.

Cala Presili es una de las playas con fondos arenosos y aguas turquesas. | FOMENT DEL TURISME Redacción|

Este afán por cuidar el medio ambiente hace que los diferentes parajes de interés medioambiental estén protegidos por un marco legal que contribuye a su buen estado de conservación, convirtiéndolos en un paraíso.

La protección meticulosa de sus ecosistemas hace que las playas de la isla se diferencien en función de su ubicación. Mientras en el norte predominan los tonos rojizos de la arena, combinados con los verdes azulados del mar, en el sur se encuentran calas de arena fina y blanca, aguas turquesas y cristalinas.

Un museo al aire libre

Pero Menorca también es cultura, es respeto por sus ancestros y protección por los vestigios de la historia. Como refugio de multitud de civilizaciones que han dejado su huella, la isla cuenta con un amplio patrimonio histórico que permite conocer su legado a través de edificaciones de todas las épocas.

La isla se convierte en un museo al aire libre que permitirá al visitante conocer desde la Menorca Talayótica, a través de la conservación de varios asentamientos de la época, hasta el legado de la corona inglesa. De hecho, y como resultado de esta cultura, Menorca incorpora palabras de origen inglés en su vocabulario así como danzas o estilos arquitectónicos.

La Isla del Rey, situada en el puerto de Mahón, es una muestra de aquella época. En la isla existe una antigua construcción británica, ahora convertida en museo, que fue la sede del antiguo hospital militar desde el siglo XVIII hasta los años 60 del siglo XX.

Los franceses también tuvieron a Menorca bajo su control entre 1756 y 1763. A pesar de que solo fueron siete años, la huella francesa se puede revivir en el pueblo de Sant Lluís, fundado en honor al rey Luis XV.

Menorca conserva poblados y asentamientos de la época talayótica. | FUNDACIÓ FOMENT DEL TURISME

Pero para conocer la cultura de Menorca, también hay que saborearla. La isla cuenta con un amplio recetario tradicional basado en una materia prima de máxima calidad y excelencia. Productos del mar y de la tierra, capturados y cultivados por los mismos menorquines que transmiten, a través de los sabores, su respeto hacia su tierra.

 Además, la protección y el cuidado por su entorno ha llegado hasta el cielo. Y es que la isla también ostenta el título de Destino y Reserva Starlight o, lo que es lo mismo, un destino ideal para disfrutar de la observación de estrellas.

La calidad del aire, la escasa contaminación lumínica, la conservación del ambiente y la nula polución hacen de Menorca un lugar idóneo en el que perderse mirando la bóveda celeste y las estrellas, que conforman un espectáculo mágico y único.

El distintivo Reserva de Biosfera es más que un título. Se trata de una forma de vida, de sentir y de hacer las cosas desde la conservación y el respeto por la biodiversidad, del patrimonio y de la identidad para que las generaciones futuras puedan seguir disfrutando de este paraíso.