Un maestro tan veterano como Gilberto Aceves Navarro llama al movimiento, a la libertad y la ecología con su instalación de 122 bicicletas diseminadas por la ciudad de Nueva York, que representan la lección que ha aprendido a lo largo de 83 años de vida: "Entendí que no tenía por qué estar sujeto a nada".

Han tardado en colocarlas todas, pues cada una de ellas pesa 550 kilos, mide entre 1,8 y 2,4 metros y estarán hasta septiembre en lugares tan emblemáticos como el paseo de Brooklyn Heights, con privilegiadas vistas al "skyline" de Manhattan; en el parque de los editores y literatos en Prospect Park y en Chinatown. Siempre cerca de un carril bici.

Pero esta semana se ha completado la instalación de estas poéticas bicicletas de acero, cada una de ellas única, que tiene un mensaje claro: "Es una petición", dice Aceves Navarro en entrevista telefónica con Efe. "Quiero que la gente ponga más pretensión a la cuestión del problema gravísimo de la contaminación", añade.

"Tenemos que reconocer que nuestra acción en el campo, en el mar y en todas partes, lo único que deja como rastro es basura, basura y basura, y tenemos que buscar cómo cambiar", dice el maestro, que apuesta por moverse de la manera más limpia posible.

Curiosamente, Gilberto Aceves Navarro, que trabajó como asistente de David Alfaro Siqueiros en los años cincuenta y que ha sido reconocido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes en Bellas Artes de su país, dada su fragilidad tuvo que trasladarse en silla de ruedas para supervisar la instalación y con ayuda de su hijo Juan Aceves, residente en Nueva York.

Pero es precisamente el arte el que le da la posibilidad de viajar, física y mentalmente. "Me divertí haciendo cada una de ellas, lo he vivido con entusiasmo. Anduve allí, por arriba y por abajo en sillas y ruedas", explica, emocionado por "una respuesta verdaderamente cálida y entusiasta" por parte de los viandantes (y ciclistas) y presumiendo de tener a estas alturas de su vida una libertad total.

"Los jóvenes que hagan sus compromisos y los resuelvan como puedan. Yo tengo mis fantasías y la alegría que me da trabajar no la compro con nada más que con trabajo", asegura.

Sus bicicletas son, no por casualidad, de cuatro colores: rojo, blanco, negro y naranja, los mismos colores con los que los panteones mayas dividían los cuatro puntos cardinales, aunque cambiando el amarillo por el naranja.

Y su obra ha emprendido una suerte de vuelta ciclista y esta es la primera vez que salen fuera de territorio mexicano.

Después de pasar por el Museo Bellas Artes de Ciudad de México en 2008 y por otras regiones del país y tras más de cinco años de negociaciones, este concepto ha llegado a Nueva York, aunque todas las bicicletas han tenido que ser hechas especialmente para esta instalación en Chicago.

"Se gestó en el DF, buscamos durante un buen rato ponernos de acuerdo con las autoridades de Estados Unidos, pero se tomó tiempo, capitalizar fue más difícil todavía...", explica quien desde que inició las negociaciones hasta que ha podido contemplar sus bicicletas en Nueva York ha visto pasar cinco años.

Después de una carrera mayoritariamente centrada en su país, se ha lanzado a Nueva York, "Es la ciudad más próxima que tengo de movimiento internacional o artístico. Es una ciudad muy importante, muy renovadora. Y además mi hijo vive allí y me ayuda con estas cosas. Encuentra libros fantásticos, tiene museos a la mano".

Su obra, no obstante, había estado ya en el Brooklyn Museum o había viajado a La Joya Gallery in Los Angeles, a Brasil, Cuba, Chile, Colombia, Japón, España y Alemania.

Pero Aceves Navarro no solo se ha dedicado a la escultura y con la edad se ha alegrado de haber sido un artista multidisciplinar, aunque ello le haya alejado de un éxito reconocible.

"Nunca quise ser un pintor o un artista de éxito, no me interesó. Por eso hay tantos cambios en mi obra y en mi carrera. He hecho escultura, grabado, dibujo. Mi labor de dibujante es un tanto desconocida, pero es muy amplia y es más cercana a lo que yo realmente soy".