Título: El Havre. País: Francia-Finlandia. Duración: 93 minutos Director: Aki Kaurismäki. Actores: André Wilms, Kati Outinen, Blondin Miguel, Jean-Pierre Daroussin

Director de culto, en su primera película rodada en francés Aki Kaurismäki ha elegido una parábola sobre inmigración. El argumento, en sinopsis, no cuenta nada nuevo: un adolescente subsahariano (Blondin Miguel) llega al megapuerto industrial de El Havre y logra escurrirse de la policía aduanera. Un lugareño (André Wilms) le ayuda con el apoyo de algunos vecinos. Trama muy parecida a El visitante, aunque las similitudes se acaban ahí: el protagonista de El Havre no es un profesor universitario sino un limpiabotas, secundado por su enferma mujer, la panadera de enfrente y la camarera de la esquina. En el bando opuesto no está la omnímoda migra estadounidense sino un trasunto del inspector Clouseau y unos polis de tebeo.

Los diálogos, la puesta en escena, la fotografía y la dirección de actores son seña y santo del cineasta finlandés. El humor seco y mordaz, la excelente ambientación de los bajos fondos portuarios, los interiores tan austeros que parecen de una obra de teatro de bajo presupuesto, el tempo muy pausado y las actuaciones forzadamente estáticas son personalísimos e intransferibles. Irrealidad en la superficie pero autenticidad en las entrañas, personajes de carne y hueso, sentimientos auténticos, humor afinado y atinado. Sin embargo, hurgando aún más se entra de nuevo en terreno permeable. A diferencia de El visitante, sin concesiones en el desenlace, Kaurismäki ha optado por un cuestionable puntillo Frank Capra. El Havre es una película tan placentera que se acaba convirtiendo en un placebo, un engañoso "casi todo el mundo es bueno" que suaviza bastante, ¿demasiado?, el duro trato que reciben los inmigrantes ilegales en la actualidad.