Ayala manifestó ayer su «satisfacción» por el reconocimiento a su trabajo, pero, aunque sea el premio más dotado del mundo, aseguró: «Yo no lo necesito», por lo que lo entregará a obras caritativas.

En el acto estuvieron presentes, además del premiado, el embajador de España en EE.UU., Jorge Dezcallar, el presidente de la Fundación, John, M. Templeton Jr., y el presidente de la Academia Nacional de las Ciencias, William Coglazier, institución que propuso al galardonado y de la que él mismo forma parte. El científico ha contribuido a las discusiones sobre religión y ciencia en este país, sobre todo, en referencia al evolucionismo y el creacionismo, con un prolífica obra de artículos y libros -el próximo ´Am I a monkey? (´¿Soy un mono?´)- que explican el por qué de su galardón.

Para Ayala, ese debate «más antagonístico en EE.UU.» en comparación a España lo explica el hecho de que es «más explícito, más visible» y porque es un país fundado por «religiosos fundamentalistas que huían de la persecución religiosa de Inglaterra y Holanda». Sin embargo, cree que otros debates en España son «más agudos», como la investigación con células madre o incluso la batalla dialéctica sobre el aborto.

«Me parece que en España los obispos católicos han tomado una posición muy contraria a las células madre que me sorprendió. En EE.UU., esa oposición es mucho menor», aseguró. En la ceremonia, Templeton recordó el significado por el que su padre creó este premio -«el amor por la sabiduría»- y la misión cumplida por Ayala de reflexionar sobre «las preguntas irresolubles del universo que inspiran a las personas». Por su parte, Dezcallar describió al galardonado como un «extraordinario humanista, científico y persona» que honra a la comunidad científica y la historia y éxitos de España, y servirá de «ejemplo» para las próximas generaciones.

Brillante carrera

Ayala, madrileño de 76 años asentado en Estados Unidos desde 1961, se trasladó a Nueva York para estudiar genética en la Universidad de Columbia y dejó atrás su vocación de sacerdote dominico, que abandonó de manera formal cuatro años más tarde. Su exitosa carrera le ha merecido premios de universidades estadounidenses y europeas, pero su nombre es más conocido por sus publicaciones e intervenciones en el controvertido debate sobre la teoría de la evolución y el creacionismo en EE.UU. Esa faceta dialogante fue incluso reconocida en dos ocasiones en la Casa Blanca, por los ex presidentes estadounidenses Bill Clinton y George W. Bush. El primero le nombró en 1994 miembro de su Comité Asesor de Ciencia y Tecnología, y el segundo le otorgó en 2002 la Medalla Nacional de las Ciencias.