Eivissa | José Manuel Piña

Entrar en `Entre solsticis´, la exposición del pintor Paco Romero que ayer se inauguró en el Club Diario de Ibiza, produce una agradable sensación de frescor, como los anuncios televisivos de jabones, en los que se ven imágenes llenas de sol, heno (de Pravia), el campo en su esplendor y bellísimas jóvenes con vaporosos vestidos y melenas flotantes danzando en cámara lenta al son de una música sedante. Romero ha abierto las puertas de su estudio a la primavera y el verano y ha reflejado en sus nuevas obras las sensaciones que le producen las múltiples imágenes que le provoca el paisaje que se ve desde su ventana. Es, probablemente, la primera vez que el artista se ha dejado seducir por las estaciones más cálidas del año y ha impregnado sus lienzos de aromas primaverales, frescor, limpieza, alegría y sensación de vivir, por seguir con los símiles televisivos.

«Es una exposición muy bonita, etérea, muy cálida y muy lírica», manifestaba un entusiasmado Josep Marí, también pintor además de poeta, abducido por el clima de suavidad que transmiten las nuevas obras de Romero, pintor hasta ahora del otoño y el invierno con aparentemente tormentosos y atormentados grises plomizos y crispados azules. Muchos colegas y amigos del artista -Gilbert Herrenys, Eustaquio Carayol, Elena Ruiz Sastre, Cati Verdera, Julio Herranz, Cis Lenaerts y una pequeña multitud- no faltaron a la inauguración de `Entre solsticis´, que permanecerá abierta hasta el 19 de noviembre. El también artista Pau Serradell se encargó del catering, que recibió asimismo múltiples elogios. El mayor de ellos es que la intendencia desaparecía a gran velocidad. Aunque quienes brillaron anoche tanto como Paco Romero, a quien acompañaban sus padres, fueron el guitarrista Marcial Rodríguez, el percusionista Juanjo Fernández, la cantaora Manoli Fernández y la bailaora Tamara Rodríguez, que dejaron a los asistentes boquiabiertos de satisfacción de los sentidos con sus fandangos de Huelva -en homenaje a los orígenes del pintor protagonista-, su soleá y sus bulerías.

La fiesta inaugural confirmó el buen momento artístico por el que atraviesa Paco Romero y su siempre renovada inquietud, que le convierte en uno de los artistas más renovadores de su propia obra, que sube unos peldaños más arriba a cada nueva exposición en su afán por dibujar la otra cara de los paisajes, lo que no se ve en una primera impresión, lo que guarda el campo de Santa Agnès detrás de sus almendros. La mirada del artista ha traspasado lo evidente y ha concentrado su mirada en lo esencial, rodeándolo de amplios espacios que sugieren asimismo multitud de imágenes de tentadora frescura y sensual mediterraneidad. Romero inaugurará el viernes una nueva exposición en Vía 2.