Una parte del Pla de Corona se ha empezado a convertirse en banco un banco de semillas para garantizar la supervivencia de variedades de almendros autóctonos de la isla como la pau y la espineta. Además del interés científico que suscita este patrimonio genético, la importancia de este proyecto va mucho más allá si se tiene en cuenta que es una primera medida para salvar este icónico paisaje de Corona, ya que a la mayoría de los viejos almendros lo pueblan «les pueden quedar diez años de vida», se resignaba ayer el técnico de Agricultura del Consell de Ibiza, Josep Lluís Joan.

«Los payeses van desapareciendo y , con ellos, se abandonan las fincas, pero gracias a estos bancos de germoplasma podemos mantener toda este genética que han creado los ibicencos durante siglos», apuntaba Bernat Canyelles, del Institut de recerca i formació agrària del Govern. Este ingeniero técnico agrícola acudió a Eivissa para dirigir los trabajos para injertar los 160 pies de almendros con injertos de las dos variedades autóctonas de la isla. Incluso, una de ellas, la espineta, no se encuentra en otro lugar del mundo más que en Corona.

La parcela donde se lleva a cabo la jornada de este plan piloto pertenece a Toni Boned, que también participa en proyectos de recuperación del patrimonio etnológico con la fiesta de la Sitja en sa Rota den Coques, los terrenos que posee en las montañas que rodean al valle y que forman la corona que le da nombre. «Nos animamos porque son fincas heredadas de nuestros antepasados y sentimos la obligación de conservarlas», explicaba mientras se animaba con el primer injerto de su vida con uno de los 126 pies de almendro que plantaron el pasado mes de enero.

A escasos metros de la parcela de Toni se encuentran unos terrenos de su vecino Miquel Bonet, donde se plantaron otros 160 almendros también dentro de este proyecto para salvar el Pla de Corona. Las dos plantaciones servirán «para aprender nuevas técnicas y patrones para ver si son viables» en dos condiciones diferentes: las tierras de secano, como la de Toni, y las de regadío, como la de Miquel, quien ha apostado por nuevas variedades más productivas y de floración tardía para evitar heladas.

«En este valle cada diez años suele haber una helada que mata las flores», explicaba Josep Lluís Joan. Ello se debe a las características de las variedades que se han formado tras años de selección en esta zona que, al tratarse de zonas sin agua, elegían las variedades para que evitaran los meses secos de verano y fructificaran antes, de manera que también florecían con mayor anticipación.

Además de adaptarse a un terreno seco como el de Corona, y pese al riesgo de perecer congelada cada cierto tiempo, la pau y la espineta cuentan con dos grandes ventajas: «Son especialmente dulces, incluso los pasteleros valencianos pedían almendras ibicencas porque eran las más sabrosas», recordaba Joan. «Se puede hacer leche de almendra con ellas sin ponerle azúcar», añadía Canyelles.

Cada variedad también era seleccionada para usos específicos. Así, «la pau era la favorita entre la gente de Corona para elaborar la salsa de Nadal, mientras que en Sant Josep no la conocían». «Nosotros hacemos la salsa con la gall, que es fuerte y forma como una panza», añade Pep Ramis, un josepí que acudió aprender las técnicas de injerto de los expertos.

«En Sant Llorenç la elaboran con la almendra fina, ¿cómo la hacéis en Sant Miquel?». «Nosotros con la pau y la mollar», apuntaba Pep Planells. «Había una mollar que se llamaba fita de Eivissa que ya era muy reputada hace 200 años y se exportaba mucho, pero ya hay muy poca», lamentó Joan.