Con las patas de hierro atadas con unas correas azules y con placas de polietileno para protegerla de las cintas que la sujetan al volquete del camión. Así llegó ayer la Imperial Press de 1857 a Diario de Ibiza. A su casa. La máquina, fabricada en Londres, con la que se imprimieron los primeros ejemplares de este periódico, puede verse desde ayer en las instalaciones del Club Diario. Allí permanecerá, flamante tras su restauración, hasta final de año.

Son las diez de la mañana cuando el camión llega frente a la puerta del Club Diario. Laia Fernández y Jordi Riera, los restauradores que durante los últimos dos meses han mimado la vieja imprenta, observan el espacio. «A veces trae más problemas la arquitectura que la propia pieza», comenta Fernández mirando los pivotes de la acera, temiendo que el hueco que queda entre ellos no sea el suficiente como para que el camión se acerque a la puerta del Club. Por centímetros, pero sí, pasa.

La pintura negra de la pieza, a la que se ha aplicado una capa protectora, brilla con fuerza bajo el sol mientras Riera y su hermano, que llega con el camión, la enganchan a la pluma de la grúa con la que la descargarán. Es un trabajo delicado. Pesa entre 700 y 800 kilos, indican. Quizás alguno más. «A los mil no llega seguro», indica Fernández, que graba toda la maniobra con su móvil. «Ahora, limpia, pesa un poco menos. Le hemos quitado mucho óxido, hierro laminado, y se nota. Nosotros, al menos, hemos notado que pesa menos», explica. Los restauradores confiesan que el traslado desde el almacén municipal en el que han estado trabajando y Diario de Ibiza no les ha generado una especial preocupación.

«La hemos movido muchas veces», justifica Riera, que recuerda que durante la restauración han tenido el cuerpo principal de la imprenta en un palé con ruedas para poder moverla cuando les hacía falta. «Desmontarla fue más complicado que el traslado», afirma Fernández, que explica que han tenido que sujetar las patas con unas correas para evitar que se desplomaran al suelo durante los cerca de 50 segundos que permanece suspendida en el aire, hasta tocar el suelo de la entrada del Club Diario.

Allí, Dani Yern, responsable de mantenimiento, y Martí García, trabajador de la rotativa, la esperan sujetando la traspaleta, en la que han enganchado ya la plataforma sobre la que se expondrá la pieza. Fina Riera, secretaria de dirección, sigue de cerca la descarga de la pieza, echando las manos que hagan falta.

En exposición

Semanas antes de que la Imperial Press llegara, García y Yern se pusieron en contacto con los restauradores para diseñar la peana en la que se expondrá la pieza. «Nos dijeron las medidas que tenía y lo que pesaba», comenta Yern, que confiesa que lo que más les preocupaba era que pudiera soportar los entre 700 y 800 kilos de peso. «Es un palé que lleva un refuerzo en las patas y al que, además, le hemos puesto una madera para que sea más resistente», explica García. «Y luego, claro, lo hemos forrado para que quede bonito», añade riendo y señalando la tela azul que cubre la madera.

Así, con las patas firmemente apoyadas sobre la peana arrastrada por la traspaleta, la primera imprenta de Diario de Ibiza cruza el umbral de la que fuera y es su casa a las diez y once minutos de la mañana. Un momento que no se pierden Cristina Martín, directora de Diario de Ibiza, y Joan Serra, ex director y actual subdirector general de contenidos de Prensa Ibérica para Cataluña y Balears. Serra, incluso, ayuda a la hora de empujar la Imperial Press hasta el punto exacto: frente a la enorme cristalera de la entrada del Club Diario, de manera que se pueda ver no sólo desde dentro de la sala, sino también, pegando la nariz a los cristales, desde fuera.

Todos los presentes miran la pieza. Un perfil oscuro en el contraluz de la luminosa mañana. Dejarla como está ahora, brillante, suave, de un negro intenso en el que destaca la placa dorada en la que figuran los datos de fabricación, ha requerido trabajo. «¡Cómo estaba!», exclama la restauradora al recordar el día en que la trasladaron de la avenida Bartomeu de Roselló, donde estaba a la intemperie, hasta el almacén. Cubierta de óxido, llena de polvo, con algunas muescas en los rodillos de madera del mecanismo... «Ha sido trabajo», afirma.

Ya colocada, García no duda en accionar la manivela y dar unas pinceladas sobre cómo funcionaba la máquina. Señala la plancha, donde se colocaban los tipos (las letras) que formaban las páginas y cómo después se colocaba encima el papel para la impresión. «La tinta se aplicaba sobre las letras con una muñequilla o, si eran más modernos, con un rodillo», apunta Fernández, que destaca que la máquina aún podría utilizarse, ya que el mecanismo, a falta de unas correas y de un pie para evitar que la máquina vuelque por el peso de la plancha de impresión, funciona perfectamente. De hecho, varias manos se apresuran a mover la plancha hacia el interior del cuerpo principal. No vaya a ser que se vuelque.

La restauración de la imprenta le ha servido a Jordi Riera para descubrir una parte de su pasado que desconocía. Al verlo aparecer en Diario de Ibiza, junto a la Imperial Press, su madre le comentó que su abuelo Josep Zornoza Bernabéu había sido director de Diario de Ibiza mucho antes de que él naciera. «Mi madre me dijo que igual había trabajado con ella, pero comprobamos que no», explica el restaurador. Zornoza Bernabéu dirigió el rotativo entre 1947 y 1963, época en la que la máquina, que se sustituyó en 1930, ya no se empleaba. La tuvo cerca, sin embargo, ya que permaneció en las instalaciones del diario hasta que en enero de 1992 se cedió al Ayuntamiento de Eivissa para su exposición (en agosto de 1993). «Se cierra el círculo», apunta Cristina Martín.

Pasan de las diez y media y los restauradores miran con cariño la máquina antes de salir por la puerta del Club Diario. «¡Ojalá no vuelva a estar nunca tan mal!», se despide Fernández.