La más cercana a tierra firme es también la más discreta de cuantas islas conforman las reservas del oeste de Ibiza: es Vedrà, es Vedranell y els illots de Ponent. A pesar de su cercanía, de su historia, de los restos de la muralla que en ella aún perduran y de la innegable belleza de su mole ascendente de poco más de 66 metros de altura y de la remarcable formación que se extiende al norte, hacia sa Conillera, s’Illa des Bosc es el islote del que menos se habla, el que menos páginas llena, excepto cuando se llena de ratas y es necesario eliminarlas para proteger las especies de aves que allí anidan.

Este islote se separó de tierra firme hace 6.000 años, al tiempo que lo hicieron sa Conillera y s’Espartar y en una época ya alejada de aquella última etapa glacial en la que se inició la fragmentación del litoral y se separaron ses Bledes (aunque aún unidas entre sí) y luego es Vedrà y es Vedranell (hace 14.000 años).

Cuando Platges de Comte no estaba de moda, el escaso tráfico marítimo no lo hacía una actividad de sumo riesgo y subir al islote estaba permitido, los chavales cruzaban nadando los escasos 500 metros de distancia a la costa, rebasando los dos esculls mayores que quedan a medio camino (s’escull Llarg y s’escull de ses Punxes). Y, mucho antes de que la isla se alcanzara a nado por diversión, fue la necesidad de buscar refugio la que llevó hasta ella a los habitantes de las cercanías.

Al menos esa es la hipótesis que explica los restos de un muro de piedras que aún se conservan en la zona sur y sureste. Este muro habría alcanzado los 448 metros de longitud (en un islote con un perímetro de 1.785 metros) y podría haber convertido la isla en un recinto defensivo, donde acudirían a refugiarse los lugareños en caso de advertir peligro. Además de esta construcción, en el islote, en la parte más plana y cercana a la costa, se hallaron cerámicas que fueron datadas en el primer siglo de nuestra era, pero no pudo determinarse si, además de estos restos antiguos y el muro posiblemente defensivo, hubo alguna vez algún tipo de construcción que pudiera indicar que se levantara en el lugar algún asentamiento, aunque fuera temporal.

Y antes de conocerse como illa des Bosc, este trozo de tierra con forma pentagonal y algo más de 16 hectáreas formaba parte de un conjunto de islotes denominado ses Conilleres, topónimo que tal vez se extendía a toda el área costera y que, contrariamente a lo que puedan creer quienes traducen sa Conillera por isla Conejera, parece más probable que proceda del latín cunicularia, lugar donde abundan cuevas y galerías. Con los años, el nombre quedó asociado exclusivamente a la isla más grande.

Sin sabinas

S’Illa des Bosc, que debe su nombre a un bosque de sabinas que ya no existe, sigue unida a sa Conillera por una línea de roca que, bajo la superficie del agua, a escasa profundidad, empalma la formación conocida como es Picatxos con es Cap des Blancar. En las imágenes por satélite puede vislumbrarse a la perfección este puente, ligeramente curvo, en el paso entre los islotes, hundiéndose en el agua donde acaban las agujas de es Picatxos, una hilera de rocas formadas por estratos, láminas, perpendiculares a la superficie del agua y muy erosionadas por viento y mar. Un paraíso de gaviotas y cormoranes. A pesar del frecuente paso de embarcaciones de turistas que pasan prácticamente rozando los altos picos.

Sobre el islote, en su punto más alto, el Instituto Geográfico Nacional instaló hace décadas uno de los 11.000 vértices geodésicos que existen en España (una treintena en Ibiza y Formentera) para ayudar a crear los mapas topográficos. La señal en mitad del islote es visible desde la costa y no es insólito que alguien, al divisarlo, se pregunte si se trata del indicador de algún enterramiento.

Cordón submarino

S'Illa des Bosc, s'Espartar y sa Conillera se separaron de tierra firme hace unos 6.000 años, 8.000 después de la última etapa glacial en la que se inició la fragmentación del litoral y la separación del grupo de ses Bledes y de es Vedrà y es Vedranell. Sa Conillera y s'Illa des Bosc siguen unidas por un cordón submarino que es visible en las imágenes por satélite.