Las aves marinas representan el grupo de aves más amenazado del mundo. El creciente calentamiento del mar, la contaminación, los daños colaterales de las artes pesqueras, la masificación del litoral y el aumento de sus depredadores ponen en jaque la salud de sus poblaciones e impiden ser optimistas respecto a su futuro. Para conjurar el peligro y proteger un grupo animal que, por motivos obvios, simboliza el mayor valor natural que pueda detentar un territorio insular, entre la tierra y el mar, la conselleria balear de Medio Ambiente ha emprendido un plan de contraataque al que ha bautizado como Plan Lilford y que tiene como objetivo la conservación de las cinco especies más emblemáticas y amenazadas de las islas. La pardela balear, la pardela cenicienta, el cormorán moñudo, la gaviota de Audouin y el paíño son las cinco elegidas; la primera se halla en peligro de extinción, las tres siguientes están catalogadas como especies vulnerables y la última es de interés prioritario (por la aplicación de la Directiva de Aves), aunque no está en las listas de animales amenazados.

Respecto a la gaviota de Audouin (gavina roja, Ichthyaetus o Larus audouinii), los últimos censos muestran un descenso del número de parejas reproductoras; en el año 2017 se contaron 650 entre Mallorca y las Pitiüses. De ellas, destacan las 226 contabilizadas en sa Conillera por los agentes de Medio Ambiente, personal del departamento de Biodiversidad del Govern y del Ibanat y las 195 de s'Espardell, dos enclaves de vital significación para esta especie propia del Mediterráneo. Según los datos que maneja el servicio de Protección de Especies del Govern, el máximo histórico conocido en las islas fue de 1.956 parejas, en el año 2001, mientras que el mínimo, en época reciente, se registró en 2004, con 1.195 parejas censadas. En los 70, esta especie era considerada la gaviota más amenazada del mundo, pero hoy su presencia en la costa es habitual y las fluctuaciones en el recuento de sus poblaciones no preocupan, de momento, a los expertos.Parejas vitales

La pardela cenicienta (baldritja, Calonectris diomedea), distribuida en todas las islas, cuenta con un mayor número de colonias en Cabrera, els illots de Ponent de Ibiza y el norte de Menorca. Se estima que su población oscila entre las 4.000 y las 5.000 parejas, aunque las dificultades de este recuento hacen arriesgado dar cifras más concretas y diferenciadas por islas. Otra pardela, la balear, (virot, Puffinus mauretanicus) cría exclusivamente en Balears, por lo que las 3.200 parejas reproductoras contabilizadas son de vital importancia. En realidad, la población podría ser mucho mayor, explican desde el servicio de Protección de Especies del Govern, ya que «se han llegado a contar hasta 25.000 ejemplares de paso por el Estrecho de Gibraltar en época de migración». Por lo que respecta al cormorán moñudo (corb marí, Phalacrocorax aristotelis), el último dato fiable de su población es de 2006, año en el que se contaron 1.800 parejas y, precisamente, se encuentra entre los propósitos del Plan Lilford concluir un recuento de las colonias de cría de esta especie que ya se está llevando a cabo. El quinto elemento, el paíño europeo (noneta, Hydrobates pelagicus), no es una ave amenazada, aunque sus costumbres pelágicas y su pequeño tamaño hacen muy complicado poder contar con datos de sus poblaciones. Sin embargo, sí puede señalarse, como referencia, que entre 1973 y 2016 se han anillado casi 11.000 ejemplares. Y la colonia más importante de esta especie se encuentra en el islote de s'Espartar.

Con estos datos como punto de partida y con el objetivo de conservar las colonias de estas cinco especies, se ha previsto toda una serie de intervenciones que, concretamente en las Pitiüses, incluye la desratización de Tagomago, la eliminación del diez por ciento de la población de gaviota patiamarilla (Larus michahellis), la búsqueda de medidas que eviten las capturas accidentales en anzuelos y redes y el control de las colonias de gatos, grandes depredadores de la fauna salvaje autóctona. Y no todas estas disposiciones están exentas de polémica ya que implican la necesidad de eliminar o controlar las poblaciones de algunas especies para conservar otras, y conjugar intereses animalistas y ecologistas no es siempre cuestión sencilla. La primera polémica se ha suscitado en Formentera ante la necesidad de controlar las colonias de gatos asilvestrados en zonas como la Mola, donde nidifica el virot. El responsable del Servicio de Protección de Especies de la conselleria de Medio Ambiente, Joan Mayol, explica que aún se van perfilando éste y otros aspectos del plan, pero considera que las reuniones mantenidas en Formentera permiten ser optimistas. «Las entidades animalistas deben asumir la responsabilidad que estos gatos suponen»; hay que hacer llegar la información a todos los propietarios de gatos para que ejerzan «un máximo control sobre los animales» y para que se esterilicen individuos y poder evitar las graves consecuencias que la depredación de estos felinos tiene en las colonias de avifauna marina.La sexta especie

La sexta especie de ave marina nidificante en las islas se encuentra al otro lado de la balanza y supone uno de los principales escollos de la misión del Plan Lilford, al menos el más controvertido a un nivel científico. Se calcula que podría haber entre 18.000 y 20.000 gaviotas patiamarillas (gavina de peus grocs) criando en Balears, una especie oportunista y depredadora que, desde Medio Ambiente, consideran una grave amenaza para los huevos y pollos de las poblaciones de las otras aves marinas. El mayor problema, es que el número de individuos ha aumentado hasta el punto de que el Govern lo califica como «explosión demográfica artificial», debido, en buena parte, a una mala gestión de los residuos y la pervivencia del obsoleto vertedero de Ca na Putxa. La idea, asegura Mayol, es eliminar el diez por ciento de esa población de patiamarillas, algo que la empresa Tragsa lleva a cabo disparando a las aves en el vertedero, donde se concentran en busca de comida. «Sabemos que incluso gaviotas de sa Dragonera van a comer a Ibiza», asegura Mayol. Añade que el plan de eliminación en el vertedero se combinará con la inutilización de huevos, pinchándolos, en las colonias. Mayol reconoce que esta alternativa es mucho menos efectiva que la eliminación de aves reproductoras, pero, aún así, se intentará en algunos islotes pitiusos.

El sacrificio de gaviotas, denominado con el término inglés culling, tiene, sin embargo, cada vez más detractores en la comunidad científica de las islas, que se plantea hoy la efectividad de una medida que se ejecuta desde hace casi tres décadas. «El factor clave es la disponibilidad de alimento, y las gaviotas sólo ponen en evidencia un problema de gestión de residuos que es lo que habría que resolver». Así lo sintetiza el biólogo Miguel McMinn, especializado en aves marinas, que recalca, asimismo, que no existe ninguna constancia de que el culling sirva para los fines que se le suponen. La misma información, y varios estudios y artículos científicos, esgrime el biólogo Manolo Igual, del Grupo de Ecología de Poblaciones del Imedea (Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados), que también considera que la forma de acabar con el problema es «atajando aquello que las ha hecho superabundantes».

Es decir, el vertedero. De hecho, Igual lo tiene fácil para presentar un paradigma en el que basarse, ya que lleva años estudiando qué pasó en sa Dragonera tras el cierre de la planta de son Reus. «Si no hubieran cerrado son Reus, la población que se sacrificó en sa Dragonera en 2010, con seguridad, ya se habría recuperado».

Ningún experto niega la depredación de gaviotas sobre otras aves marinas más pequeñas, pero sí se pone en duda la gravedad de la situación y la efectividad a largo plazo de la eliminación indiscriminada de ejemplares. «El problema no es si depredan o no, sino si su efecto es realmente perjudicial sobre otras poblaciones. La respuesta es que pese a ser superabundantes, no hay evidencias de que las gaviotas patiamarillas hayan perjudicado claramente a otros grupos», afirma Igual. «La causa principal de las muertes no naturales de virot es la pesca de palangre, no las gaviotas», añade McMinn. Además, hoy se sabe que sólo unos pocos depredadores especializados son responsables de la muerte de paíños o pardelas y es probable, dada la especialización alimentaria que muestran ciertos individuos de gaviota patiamarilla, que no sean los que acuden a los vertederos los que suponen un problema.

Por otro lado, menos controvertida es la necesidad de desratizar Tagomago, «probablemente este año». El año pasado, durante la revisión de la población de virot, se descubrieron rastros (huellas y restos) de ratas, la principal amenaza que pollos y huevos de virots y nonetes pueden tener en los islotes. Se usará, para colocar el veneno, un recipiente al que sólo puedan acceder los roedores, y aunque no se puede descartar que en el sistema caiga algún otro animal, «si hay alguna baja, siempre serán muchas menos de las que matan las ratas». El plan incluye la exploración de otros islotes para verificar si hay ratas o ratones, especies introducidas, y estudiar su posible eliminación.Especies introducidas

Las especies introducidas en los islotes, al igual que ocurriera con las cabras de es Vedrà, constituyen una seria amenaza para la biodiversidad y una de las mayores preocupaciones de la conselleria balear de Medio Ambiente, obligada a intervenir y establecer prioridades al tiempo que debe justificar actuaciones a veces controvertidas. En Cabrera, a principios del siglo XX, se introdujeron martas y ginetas para controlar la plaga de conejos que ponía en riesgo las viñas. La marta no prosperó, pero la proliferación de ginetas amenaza pardelas y lagartijas, por lo que el Plan Lilford también contempla la captura de ejemplares. En este caso, sin embargo, los animales se capturarán vivos y se soltarán en Mallorca (no es la misma subespecie existente en Ibiza).

Se está trabajando también para reducir las capturas accidentales de aves marinas en las diversas artes pesqueras y se ha creado un grupo de trabajo (compuesto por la dirección general de Espacios Naturales y Biodiversidad, técnicos de zonas protegidas y cofradías de pescadores) para buscar medidas que permitan paliar el problema. En realidad, los expertos afirman que la muerte accidental en operaciones pesqueras es la principal causa de muerte no natural tanto de pardelas como de cormoranes y gaviotas y que éste es el punto en el que mayores esfuerzos hay que asignar. De momento, hay 303.000 euros del Impuesto de Turismo Sostenible destinados para este fin concreto. De hecho, todas las intervenciones del Plan Lilford se pagarán con lo que popularmente se conoce como ecotasa.

¿Y quién es Lilford?

Naturalista, fundador de la British Ornithologists Union y gran viajero, Lord Lilford, el hombre que da su nombre al plan de conservación de aves marinas, llegó a Balears en 1865 y descubrió la lagartija endémica que sería bautizada como Podarcis lilfordi (primero Lacerta lilfordi), hoy desaparecida en Mallorca y Menorca pero presente en muchos islotes y de la que se escindió la sargantana pitiusa cuando se separaron las islas. Lilford, Thomas Littleton Powys, cuarto barón de Lilford, fue, sobre todo, un apasionado ornitólogo que se interesó por las aves presentes en todas las islas y que anotó en Menorca las primeras citas de la gaviota de Audouin, una de las cinco especies objeto del Plan Lilford y que fue descrita en 1826, 39 años antes de que Lilford la encontrara en Balears. Sus observaciones están publicadas en su primer trabajo, que editaría en 1865 con el título ´Notes of the Ornithology of Spain´. Años más tarde, también publicó trabajos sobre los flamencos rosa y las aves de Andalucía.