«Podría volver a usarse», afirma Laia Fernández, restauradora, mirando la Imperial Press, la imprenta con la que se imprimieron, en agosto de 1893, los primeros ejemplares de Diario de Ibiza. Le falta un pie que se colocaba delante y que evitaba que la máquina volcara y se desequilibrara. También las correas que movían el mecanismo, pero eso sería fácil de sustituir y la imprenta, una Imperial Press fabricada en Londres, podría volver a llenar el papel de números y palabras.

A la restauración, en la que el Ayuntamiento de Ibiza invertirá 9.180 euros, le quedan apenas un par de mañanas de trabajo. Acabar de pintar de negro algunas piezas, entre ellas los rieles y las planchas sobre las que pasaba el papel, darles la capa protectora y montarla. En la nave en la que trabajan Fernández y Jordi Riera todas las piezas están perfectamente documentadas y colocadas para facilitar su montaje. Cada tornillo volverá a la misma tuerca en la que ha estado enroscado durante 160 años. «En aquella época, no todas las piezas eran exactamente iguales, así que cada una debe ir donde estaba, si no es posible que no encaje», indica.

La restauradora destaca lo «deteriorada» que estaba la máquina después de pasar décadas a la intemperie. Estaba «muy oxidada» e hinchada en algunos puntos. La imprenta se colocó en la avenida de Bartomeu de Roselló, como homenaje a los periodistas. Debía estar protegida por una urna que se rompió el mismo día de su instalación y que nunca jamás se puso.

La Imperial Press volverá a su ubicación -« peça en restauració», advierte ahora un cartel- a principios de 2019. Hasta entonces, todo aquel que quiera podrá verla en las instalaciones de Diario de Ibiza, donde permanecerá unos meses coincidiendo con la celebración del 125 aniversario del diario. «Hemos aprovechado la conmemoración para restaurarla», justifica el concejal de Cultura del Ayuntamiento, Pep Tur.

Será necesaria una grúa para transportarla. Ya lo fue, explican, para separar el cuerpo principal de las patas sobre las que se apoya. «Pesa entre 700 y 800 kilos», detallan. De hecho, confiesan que no fueron conscientes de lo mucho que pesaban las planchas, ahora desmontadas, hasta que las cogieron. «Es hierro», comentan con una sonrisa. Antes de desmontarla se documentaron bien para saber cómo era, tener una idea aproximada de las piezas y poder desmontarla en el orden más adecuado. Una de las cosas que les sorprendió fue que los tornillos de las planchas tienen la cabeza completamente recta, muy fina, para que no sobresalgan ni un milímetro. Fue necesaria mucha fuerza, además de aceite, para que algunos salieran. «Me he dado cuenta de la poca fuerza que tengo. De eso se encargaba Jordi, yo era la experta en saber hacia qué lado había que desenroscar», comenta Fernández. Una de las sorpresas agradables fue comprobar que los rodillos de madera se encontraban en mucho mejor estado del que esperaban. Será necesario reponer un trozo en uno de ellos, pero el otro se mantiene entero. «Estaba abajo, protegido por la plancha», justifica Fernández, que destaca el «largo tiempo» que la Imperial Press estuvo en funcionamiento, hasta 1930, es decir, casi 40 años.

Limpiarla ha sido fácil, trabajoso, porque son decenas de piezas, pero fácil. Hubo que aplicar un disolvente para eliminar la pintura vieja, quitar el óxido con cepillitos de metal, darle una imprimación antióxido, pintarla de negro y protegerla con una capa de cera mineral microcristalina «porque va a volver a estar a la intemperie». Si en vez de la calle su destino fuera un museo, les hubiera gustado dejarla con la «bonita» pátina de óxido. A partir de ahora, explican los restauradores, lo ideal sería poder limpiar y renovar esta capa de cera cada año, sin moverla de la avenida Bartomeu de Roselló. Para garantizar su conservación y que no vuelva al estado en el que se encontraba cuando comenzaron a tratarla, indica Fernández pasando la mano por la ahora brillante estructura.