Mil doscientos seis kilómetros sobre dos ruedas, ni un pinchazo, ni un mal rollo. En solitario. Todo le ha ido a pedir de boca a la ibicenca Iara Seguí, que del 24 de febrero al 24 de marzo cruzó Cuba de La Habana a Santiago, casi de punta a punta. Hoy (como ya hizo ayer) contará su experiencia a los alumnos del instituto Isidor Macabich, donde ella estudió («para que sepan que hay otras maneras de viajar»), y el sábado, a las 12.30 horas, lo volverá a hacer en La Cicloteca.

Ese viaje ha sido la antesala de otro más ambicioso: «Quiero cruzar toda Latinoamérica. Me gustaría empezar en México y acabar en el sur de América. Deseo comenzar en noviembre. Sin billete de vuelta», explica. Lo volverá a hacer sobre su VSF Fahrradmanufaktur, una bicicleta alemana pesadísima, nada menos que 17 kilos de puro acero, nada de aluminio.

Pero robusta, que es lo que busca: «Me interesa que sea estable, más que ligera». Llevaba portaalforjas delante y detrás: «Es sencilla para que sea fácil de reparar en América. Cuanta más tecnología, más complicada es la reparación. Tiene, eso sí, frenos hidráulicos, que cambiaré por unos de toda la vida».

Preparación mental

Antes de partir, se adaptó durante semanas a ir en equilibrio sobre dos ruedas: «Siempre he sido activa, he hecho algo de deporte, como natación y correr. Pero más importante que la preparación física, para estos retos es fundamental la preparación mental. Las adversidades van apareciendo y lo que te puede vencer es pensar que no vas a ser capaz de lograrlo».

No había previsto las etapas diarias: «Iba entregada a lo que me encontrara. Allí funciona, en todas partes, una especie de Airbnb a lo cubano, las casas de huéspedes. Y cuanto menos tienen, más solidarios son, más te dan. Al viajar sola, me han abierto las puertas de sus casas, sin cobrarme. Muchos me invitaban a sus viviendas. Ese era uno de los alicientes de este viaje, conocer a la gente. Esos han sido los momentos más maravillosos».

Durmió invitada en 13 casas de particulares. Sólo tuvo que pagar la estancia en ocho casos durante los 21 días que estuvo rodando por la isla, en la que recorrió 1.824 kilómetros, 623 de ellos en autobús para atravesar «una franja estrecha muy repetitiva».

De 32 años, Seguí es bióloga y acabó hace un año el doctorado, sobre algas de agua dulce. Tiene un puesto de artesanía en verano en Formentera. «Ahora he decidido dedicar un tiempo a mí misma». Primero por Cuba; en invierno, por América, de norte a sur.

No vivió «ningún momento angustioso ni malo. Todo ha sido un aprendizaje». Y una de las cosas que ha aprendido es que «si vas con metas estrictas, estás perdido. Cuba te enseña que no puedes hacer nada de lo que tengas preparado. Y lo mejor es que siempre sale todo bien».

Ajos, arroz y tomate

Vivió, eso sí, una etapa difícil: «Fue a la mitad del recorrido. Tenía mucha pendiente. Me noté cansada y tenía dolor de garganta. Tuve que parar. Lo hice al lado de una casa donde una mujer de 70 años que limpiaba ajos me invitó a comer, bajo su porche, un arroz con tomate cocinado por ella. Mientras lo comía, me contaba su vida, los cinco maridos que había tenido? Incluso ese día fue maravilloso».