Lola Vidal espera que Conchita le pese sus mejillones cuando, por la conversación, se entera de que la semana que viene cierra su puesto en el Mercat Noucierra su puesto en el Mercat Nou. «Vaya, me acabo de enterar, menudo chasco me llevo». Iban juntas a las monjas de Sant Vicente de Paúl, muy cerca de sus casas: Lola en la calle de la Mare de Déu y Conchita en la d'Enmig, en pleno barrio de pescadores.

En esa época, el padre de Conchita salía a faenar, como su abuelo, y su madre atendía un puesto con su hermana a los pies de la muralla, en sa Peixeteria, Hermanas Cardona. En esa época, su madre iba a buscar el pescado «al lado del Muro y lo traía hasta el Mercat Vell con unas carretillas que no iban ni a un lado ni al otro». «También iban a buscar el hielo al lado del matadero, donde ahora están Los Valencianos nuevos y luego lo molían en el Muro para cargar el pescado», recuerda Conchita.

A ella ya le tocó colaborar en el negocio familiar desde pequeña. «Mi madre me ponía un cajón para que llegara a la báscula y si ella o mi tía se ponían enfermas y no podían trabajar, me venían a buscar al colegio para que yo atendiera». En recuerdo a ellas, su puesto del Mercat Nou se llama Pescados Conchita Cardona, pese a que ella se llama Conchita Boix Cardona.

Su apellido paterno viene de El Campello, Alicante, desde donde su abuelo partía para faenar hasta que se quedó definitivamente en la isla por una ibicenca. «Cuando mi abuelo acababa de pescar con su chalupa por es Canar o Cala Pada, brulava es corn y los vecinos le iban a comprar o le cambiaban el pescado por hortalizas», explica.

Del Mercat Vell al Nou

Del Mercat Vell al Nou

Después de sa Peixeteria, la familia se trasladó a otra tienda al lado del Bar Maravilla (ahora Croissant Show), hasta que en 1978 compraron el puesto donde Conchita trabajará hasta el sábado de la semana que viene. «Mi madre al principio no quería venir hasta aquí, porque en el Mercat Vell vendíamos mucho, venían los hoteles de sa Cala y de todas partes a comprar con carromatos». «Hasta que se empezó a animar el Mercat Nou y mi madre le dijo a mi hermano Evaristo: 'Coge la furgoneta y vete para allí, que hay mucha gente'».

Los gustos de la clientela han cambiado mucho desde esa época, cuando el producto más valorado era el pescado de roca, como roges o rascasses. «Ahora sólo lo compra sobre todo la gente del campo cuando quiere hacer un guisat de peix». «La mayoría quiere el pescado fileteado e incluso sin espinas, hasta la merluza, que nunca se había vendido así». «Malcriamos a los niños, creo que acabaremos dándoles el pescado masticado», bromea.

Una clienta confirma que la pescadera tiene razón. «He comprado salmón y mero para hacer a la plancha, es verdad que cada vez pasamos más de cocinar». Se llama Araceli Cardona, suele comprar a Conchita cuando baja de Sant Jordi y también se acaba de enterar de su inminente jubilación. «Estoy triste, pero también contenta por ella, que seguro que sabrá disfrutar mucho». «Ah, también he comprado gerret, que lo tendré que limpiar para freírlo», matiza Araceli.

«El mes que viene cumplo 66 años, he trabajado toda la vida y ya me toca». «Pero me da pena por la clientela y porque a mí me gusta mucho trabajar en el mercado, la gente de otros puestos me dice que se van a aburrir sin mí», relata con cierta nostalgia. «Ahora me aconsejan dónde ir a comprar y yo le digo a la gente de los otros puestos que las cuiden bien, que son clientas fijas y buenas».

También va a echar de menos a la trabajadora que la ha acompañado durante 18 años, María, que tiene libranza. «Es una persona muy buena y muy fiel, hemos trabajado 18 años juntas y los clientes la quieren mucho». Y también tiene palabras de agradecimiento de «las viejecitas que venían cada día a comprar dos gerrets o dos serranos para comer y ya no están». «Me acuerdo mucho de ellas», recuerda emocionada.