Son ganas, pero a las 20 horas del sábado, cuando el viento soplaba gélido y con rachas de 50 kilómetros por hora, había en es Martell 650 personas dispuestas a ser devoradas y perseguidas por una horda de zombis sedientos de sangre fresca. Oh, aterrador... si te lo crees. Y crédulos los hubo a decenas que corrieron y chillaron a grito pelado por las resbaladizas calles de Dalt Vila. En el montaje, que abarcaba toda la zona amurallada y la Marina, trabajaron unos 25 actores (de la Resistencia o muertos malotes), y otros 20 en producción y maquillaje.

Los hay que se meten tanto en la película que Carlos Espinar, Charly para los mortales y guionista de esa trama, avisó a los congregados en es Martell: «Ojo, que si te coge un zombi, te mata, pero de mentira». Espinar les pidió, ante todo, sentido común: por ejemplo, si un jugador se sentía acorralado, que no se tirara al mar ni por una muralla: «Vale, empezamos rápido que parece que todos queréis morir ya», dijo vistas las ganas que tenían de comenzar.

La esencia del juego se reduce a un pilla pilla, pero zombi: los muertos vivientes (que llevan pañuelos rojos o amarillos, gritan mucho y se desplazan a lo Cuasimodo) deben atrapar a los jugadores (con pañuelos verdes y que pagan una media de unos 20 euros por ser aterrorizados), que van en grupos y, en muchos casos, viven tan intensamente la acción que dan casi más miedo que los cadáveres andantes descoyuntados. A pesar de que les avisan previamente de que no deben portar armas, ni siquiera simuladas, alguno se pasó la norma por el forro y generó una alarma innecesaria en es Mercat Vell: un muerto (actor) abroncó al infractor (con delicadeza zombi), un vecino exaltado llamó a la Policía y tres patrullas se acercaron, para nada, al lugar.

George A. Romero lo ponía más difícil: si te mordía un habitante de su inframundo, lo tuyo ya no tenía remedio, la palmabas sí o sí. Pero en ´Survival zombie´ pagas los cinco euros que cuesta una vacuna y, tachán, resucitas. ¿Cuántas veces? «Infinitas», responde Charly, que además es el guionista de ´Lovecraft world´, que se escenificará en Sant Antoni en abril. Charly ha visto todas las pelis de Romero para ilustrarse, pero reconoce que lo suyo es el universo Lovecraft, que asegura que da más juego porque incluye extraterrestres, monstruos... «Y los zombis son zombis y nada más». Trabaja entre cadáveres andantes desde hace cinco años; en el mundo de los vivos regenta un gimnasio en Madrid donde enseñan kung fu a pequeños saltamontes.

De desbravadora a zombi

Los zombis se desplegaron en los 12 escenarios (y tres bases) de la prueba («chunga», según Luis Eduardo, uno de los organizadores). Una de las actrices era Nuria Casas Esteban, «una máquina», en palabras del guionista. Es de las que viven más su papel, de las que más corren, infatigablemente, durante toda la noche. Sus alaridos ponen el vello como escarpias, aunque su voz como viva es dulce: tiene 20 años, es de La Losa (Segovia) y cuando no interpreta a un ser espeluznante se dedica a la doma y desbrave de potros. «Me busco la vida», resume cuando se le pregunta cómo llegó a ser domadora de caballos. Lo hace porque le gusta, pues nadie de su familia se ha dedicado antes a esas labores. Y de la misma manera ejerce desde hace medio año de zombi: «Me lo estoy pasando como una enana», dijo tras desatar el terror en el Mercat Vell, donde un loco pastafari rezaba «oh tallarín nuestro que estás en los cielos, santificada sea tu harina».

De su tétrica apariencia se encargaron cuatro maquilladoras, como Marta, que estudia caracterización en Madrid, o Raquel, alumna de dibujo que empezó en ´Survival zombie´ como actriz. Este trabajo de fin de semana le viene de perlas para proseguir sus estudios: «Lo bueno que tiene este empleo es que te dan la oportunidad de trabajar en diferentes campos». Y aprender, como le ocurre a Alejandra: ya ha acabado su curso de caracterización y ahora va a por el de maquillaje social.

Azu, valenciana de 20 años, quiere ser actriz y dedicarse al musical, pero ayer era miembro de la Resistencia, papel para el que hay que darse aires de interesante, como si fueras Jennifer Lawrence en ´Los juegos del hambre´ o Dylan O´Brian en ´El corredor del laberinto´: sabes cosas, pero no las puedes decir con claridad ni a todo el mundo y, lo más importante, llevas guantes con los dedos recortados y cazadoras supermolonas. El trabajo le sirve para pagar sus estudios. Como a Pablo, también valenciano, que cursa Historia. Lleva dos años de actor, que es el oficio que, de momento, le da de comer. Forma parte de la Resistencia. La de ficción, pero también de la real, esa que para sobrevivir se busca las habichuelas en el escenario de los muertos vivientes: en el del sábado, el objetivo era crear, intramuros de Dalt Vila, un baluarte seguro frente al ataque de las hordas de cadáveres demediados.

Por las cuevas, túneles y calles por las que se desarrolló el juego, olía a humano sudado, por tantas carreras y sustos que se pegaron los participantes, algunos ataviados con cazadoras de camuflaje y máscaras antigás. Un grupo de siete bachilleres, muy motivados, se comunicaban con pinganillo, para lo cual usaron la app Zello. Eso sí es nivel pro.

Uno de los zombis más auténticos no era actor, sino un jugador que obstaculizaba el paso a quienes deseaban atravesar un pasadizo pegado a la muralla. Leire, por su parte, lo bordaba de loca juguetona junto a Sant Elm, un papel muy apropiado porque quiere ser monitora de tiempo libre. Mientras, Luis Castro controlaba el paso de la ronda Calvi, hasta el punto de hacer recular ¡cuesta arriba! a los jugadores. El sábado se lo pasó de muerte, pero en verano, aún más: es zancudo en una popular discoteca de Ibiza.

Un grupo confundió a tres zombis que se avituallan habitualmente en sa Penya con los de ficción, y una chica fue atendida por Protección Civil tras sufrir una arritmia después de un par de carreras (al parecer, ya sabía que su corazón no está para esos trotes), pero no necesitó la vacuna resucitadora. Susto, pero no muerte.