El hombre acusado de haber mantenido relaciones sexuales completas en dos ocasiones con una mujer que tiene una minusvalía psíquica del 73% negó ayer los cargos en la vista oral que celebraron en Ibiza los magistrados de la sección segunda de la Audiencia Provincial, que dejaron el caso visto para sentencia. El hombre, ibicenco de 60 años de edad, dijo que esta mujer se le insinuaba con la mirada y que, en una ocasión, la besó y acarició su cuerpo por encima de la ropa, pero negó de forma tajante haber mantenido relaciones sexuales. «Jamás en la vida, ni una sola vez», dijo en al menos dos ocasiones durante el juicio, que duró tres horas y para el que los magistrados se desplazaron expresamente a Ibiza desde Mallorca.

Tras escuchar los principales testimonios, es decir, el acusado, la denunciante, la monitora de la mujer y una psicóloga que hizo de perita a petición del juzgado instructor, el Ministerio Público mantuvo su petición de nueve años de prisión por un delito de abusos sexuales continuado. También mantuvo sus conclusiones la acusación particular, que reclama diez años.

Por su parte, el abogado defensor, el penalista mallorquín Gabriel Garcías, pidió la libre absolución de su cliente porque, según dijo, en cualquier caso se trató de «relaciones sexuales consentidas», algo que la psicóloga corroboró con contundencia en varias ocasiones ante el tribunal. Sin embargo, a juicio del Ministerio Público, de la acusación particular y de la propia perita, esto no es motivo para que, en el caso de un menor o de un adulto con incapacidad intelectual, no se haya perpetrado un delito. Tanto el representante de la Fiscalía de Ibiza como la perita remarcaron que el acusado se valió para cometer los presuntos abusos de su superioridad respecto de la mujer, tanto por su diferencia de edad -ella tiene 30 años- como de la discapacidad.

Los hechos ocurrieron en los últimos meses de 2015, y la mujer presentó la denuncia unos cinco o seis meses después, cuando su tío y su tía descubrieron una carta dentro de un sobre en la que había escrito lo sucedido con el acusado.

Éste tenía una tienda de informática a la que la denunciante acudía con cierta frecuencia para recoger periódicos viejos que utilizaba para su trabajo. Ella trabajaba en una tienda de animales y usaba los periódicos para ponerlos de base en las jaulas de las mascotas.

En la tienda y en la casa

En una de las ocasiones, dijo la mujer, le pidió permiso al acusado para entrar al baño. Entonces, declaró la denunciante, el hombre entró en el habitáculo y mantuvo relaciones con ella. En su relato, la mujer incurrió en varias contradicciones, algo que, según explicaron la psicóloga y la monitora, es comprensible, ya que tiene dificultades para situar los acontecimientos en el espacio y el tiempo. No obstante, la mujer dejó muy claro que hubo felación y penetración e incluso describió una supuesta mancha que el acusado tendría a la altura de la cadera. También dijo que el hombre mostró arrepentimiento por lo sucedido. El otro episodio se produjo, según la denuncia, en una casa de campo del acusado a las afueras de Vila. Allí la llevó en coche y mantuvo relaciones con ella sobre una tumbona, según la denuncia.

Por su parte, el acusado dijo que en el baño de su tienda no ocurrió nada, ya que después de haberla besado y acariciado sobre la ropa en una ocasión decidió evitar todo contacto con ella. En cuanto al segundo episodio, en la casa de campo, el hombre admitió que la llevó allí en su coche, que se quedaron en el jardín y que no ocurrió nada.

El abogado de la defensa puso en tela de juicio la autenticidad de la carta que encontró la familia de la denunciante porque, según dijo, estaba muy bien escrita y sin faltas de ortografía.

En cambio, su tío, la psicóloga y la monitora le dieron total credibilidad a la carta. «Cien por cien de credibilidad, por eso me puso en alerta, porque conozco a mi sobrina», declaró el tío. En el mismo sentido se expresó la monitora, que habló del «asco y la repugnancia» que sintió la mujer por los presuntos abusos.

Todos ellos destacaron la irritabilidad que la mujer demostró a raíz de lo sucedido. «En aquella época estaba intratable, lloraba, y no se le podía decir nada», manifestó su tío. Este testigo subrayó que su sobrina es una persona muy «vulnerable, manejable e influenciable» de la que, al igual que ocurre con un niño, es muy fácil aprovecharse.

En su alegato final, el abogado defensor dijo que las personas con minusvalías psíquicas también tienen derecho a mantener relaciones sexuales, y citó varias sentencias del Supremo.

Recordó que la denunciante tiene novio y que, según los testimonios, mantienen relaciones. «Por tanto, sabe de qué va esto», dijo. El abogado añadió que consentir relaciones y después arrepentirse no convierte a su cliente en culpable de abuso.