Las apuestas realizadas por los menores no están permitidas y sin embargo el número de menores adictos al juego se ha disparado». Así empiezan las diapositivas que ha preparado el Centro de Estudio y Prevención de Conductas Adictivas (Cepca) para abordar la ludopatía entre adolescentes en las charlas que imparte en la isla. Pues aunque, si bien no hay datos todavía y según la responsable técnica del servicio, Belén Alvite, no han tenido «demasiada casuística» acerca de esto, ya les han llegado consultas al respecto tanto de familias que acuden al servicio de asesoramiento como de centros educativos. Asimismo, lo han empezado a abordar en las escuelas de padres, para que éstos sean conscientes de la situación y los riesgos y dispongan de herramientas y formación para abordarlo.

«Sí, sí que hay menores adictos», resalta Alvite con rotundidad, al tiempo que indica que es algo que se está viendo de forma general en toda España y que la percepción en los servicios que trabajan con adolescentes y jóvenes es que en estos momentos se vive un «periodo de latencia» y que los casos «comenzarán a aflorar a partir de ahora», dado que poco a poco está emergiendo la demanda al respecto. «De hecho, el Plan Nacional sobre Drogas ya ha aprobado su nueva estrategia, que estará vigente hasta 2024 y está enfocada a dos temas: el consumo de alcohol y el juego patológico», subraya.

Entre videojuegos y apuestas

Alvite explica que cuando se habla de adicciones relativas al juego entre menores hay que diferenciar dos casos distintos: aquéllos que hacen «un uso abusivo de los juegos on line, en red», por una parte, y aquéllos que ya están realizando apuestas, sobre todo deportivas. El perfil en uno y otro caso es diferente: «Los videojuegos son accesibles para los niños y están jugando desde pequeños, mientras que el juego on line aparece a partir de que son más mayores», aunque todavía menores de edad, comenta.

Eso sí, reconoce que los primeros pueden derivar en los segundos y que la clave reside en tener mecanismos «de autocontrol». Sin ellos, se puede hacer un uso abusivo de muchas cosas. «Y lo estamos viendo hasta con las plataformas donde vemos series; cuánta gente se pega atracones», destaca. Por ello, el papel de la familia es fundamental antes incluso de que haya síntoma alguno: «Poner normas cuando ya se ha instaurado la falta de normas es más complicado que hacerlo al revés», subraya.

Y la manera es, en primer lugar, teniendo claro que el juego a través de internet o en cualquier dispositivo -cuyo uso está sumamente extendido desde edades muy tempranas- debe ser, en tiempo, lo que menos haga el menor. «Lo que tienen que hacer es estar con sus iguales, jugar a otro tipo de cosas, establecer otras pautas de ocio», apunta. Pero inmediatamente subraya que el problema es que este tipo de ocio es muy cómodo para familias que van «agobiadas y con falta de tiempo para gestionar» el tiempo libre de sus hijos. «Por eso se consume tanto», agrega.

Para Alvite, los niños, desde muy pequeños, ya aprenden la diferencia «entre usar o abusar de algo» y si la tienen «bien integrada» la podrán aplicar en todas las pautas de su vida y tendrán así más mecanismos para hacer frente a diferentes situaciones durante su crecimiento.

No es ésta una cuestión baladí si se analiza, por ejemplo, la evolución del perfil del ludópata, cuya edad, «en los últimos seis años, se ha desplomado hasta los 16 o 17 años», de acuerdo con el material que ha preparado el Cepca con datos de la Asociación para la prevención y ayuda al ludópta (Apal).

Y es que si hace diez años el ludópata era un individuo de 30 a 50 años adicto a las máquinas de premio programado -las tragaperras- o al bingo, en estos momentos el perfil responde ya a varones de entre 18 y 20 años que se iniciaron en el juego a partir de los 16 años y que realizan apuestas deportivas on line basándose en sus conocimientos, lo que les genera una «falsa sensación de control», comenta en referencia a la información que llega en el ámbito nacional de servicios que trabajan con ludópatas como el hospital de Bellvitge, que cada año atiende ya a 450 jóvenes de entre 15 y 19 años.

¿Pero en qué momento se pasa de hablar de abuso a ludopatía? La experta apunta a varios elementos: negación; dedicar al juego más tiempo del que uno quería; tener dificultad para parar; destinar más dinero del que se tenía previsto; afectación a otros ámbitos de la vida -«familiar, social, laboral», detalla-. «Cuando estas cosas van apareciendo, hablamos de ludopatía», sostiene y afirma que esto está relacionado también con «factores de riesgo de la persona» como el hecho de ser impulsivos y tener poco control interno. «Es verdad que a veces se nace con ello, pero se aprende mucho a través de los estilos de crianza de las familias; hay una parte que tiene que ver con regulación de emociones y conducta que se aprende en la familia», añade.

«En muchas ocasiones, cuando una familia detecta una problemática con su hijo o hija es cuando la adicción está bastante avanzada. Por este motivo es importante tener en cuenta una serie de indicadores que pueden ayudarnos a la detección precoz de esta adicción», destaca el Govern en la campaña contra adicción a juegos en línea en menores de edad que ha preparado y en la que subraya que las adicciones a videojuegos y juegos de azar entre adolescentes y jóvenes «son un problema no visible y de magnitudes crecientes».

Las señales de alerta

Estar pendiente del móvil; tener ataques de ira y de euforia y cambios repentinos de humor; irritabilidad cuando se interrumpe el juego o no se puede jugar; ansiedad y nerviosismo; mostrarse más retraído y silencioso; pasar muchas horas encerrado en la habitación o conectado a internet con el móvil, la tableta o el ordenador; cambiar la pantalla del dispositivo cuando alguien se acerca; bajo rendimiento académico; interés creciente por el juego y realizar comentarios sobre apuestas con los amigos. Éstos son algunas de las señales que deben hacer saltar todas las alarmas en las familias sobre la posibilidad de que se esté dando una situación de juego patológico en sus hijos.

Junto a ellas, el tema ecónomico: gastos importantes de dinero, sustracciones en casa y venta de objetos propios o del hogar llegando incluso a denunciar supuestos robos. «Ya tenemos casos de gastos importantes de dinero de jóvenes que han comprado vidas [en los juegos]», destaca Alvite, quien incide en que los padres deben estar atentos e impedir el acceso de los chavales a sus tarjetas de crédito. «Aunque también hay muchas cosas que se pagan vía telefónica», advierte y anima a estar atentos a las facturas que reciben.

Ante estos casos, cuando se detecta que hay un problema con el juego, Alvite sentencia que la solución pasa por «la retirada de todo», si bien se refiere también a la necesidad de trabajar con los menores para saber qué se esconde tras esa conducta, pues en ocasiones «enmascara» otras situaciones como aislamiento social, problemas familiares... «Pero aparte de abordar y trabajar esa parte, está el tema del control de la familia. Decir: ´Ya no tienes teléfono, no tienes acceso a internet´. Y tendrá que encontrar otra forma de divertirse», explica la experta, quien pone el acento en que, al mismo tiempo, «hay que supervisar que la sustitución que haga de un juego abusivo no sea por otra cosa abusiva». «Hay que enseñarles a gestionar su ocio», concluye.

En su opinión, en estos casos «está bien» contar con ayuda externa porque lo habitual suele ser que dentro de las familias aparezcan dinámicas de «establecer culpas»: «Ver quién le ha dejado, vivirlo desde el victimismo, pensar que lo ha hecho contra ti», cuenta. «Y cuando hablamos de alguien con una ludopatía instaurada, está claro que no lo hizo queriendo», señala. Así, tener apoyo de un profesional «que ayude a marcar caminos y monitorice todo lo que ocurre, es muy interesante», afirma.

Y según Alvite, aunque hay menores con los que trabajar esto es «tremendamente fácil» y con otros «muy complejo y muy difícil», el problema puede solucionarse. «Yo he tenido experiencias con adolescentes con los que ha sido muy sencillo porque son muy dóciles, tienen un sentido de pertenencia muy fuerte dentro de su familia y han entendido la preocupación que eso ha podido pasar en su entorno. Estos casos son más sencillos de trabajar y su pronóstico es mucho mejor que cuando te encuentras chicos que tienen un factor de impulsividad complejo, que llevan muchos años tomando sus propias decisiones porque a lo mejor en la familia ha habido un estilo [de educación] más permisivo, que hacen lo que les da la gana y que no se sienten bien dentro de su familia. Ese perfil es más duro y complejo para trabajarlo, pero bien enfocado y con constancia y con apoyo dentro de la familia estas cosas se solucionan», asegura.

Las familias «no se lo han planteado»

Pero antes de llegar a esta situación, hay que prevenir. Por eso, desde el Cepca ya estudian incorporar algunos temas de juego patológico en las charlas que ofrecen en el programa En Parlem, dirigido a estudiantes de primero a cuarto de Educación Secundaria Obligatoria, pero sobre todo entre alumnos de Bachillerato, pues de grupos de estas edades ya han recibido consultas por parte de algún instituto. «En tutorías a lo mejor ha salido el tema y [los profesores] han visto una normalización por parte de los chicos, que muchos digan que juegan o que tienen amigos de edad parecida que lo hacen», explica la experta.

A pesar de este trabajo, en la prevención son fundamentales las familias, aunque según Alvite aún no son demasiado conscientes de esta situación. En las escuelas de padres no es algo que planteen, ya que están «más preocupadas por el uso del móvil, que está creando muchos problemas, y por la imagen que dan [los menores] en redes sociales». No obstante, desde el Cepca lo han incluido en el temario para que así los padres y madres lo puedan abordar con sus hijos en casa. «Nos dicen: ´Ostras, no me lo habría planteado´», resalta la experta.

«En las escuelas de padres estamos intentando formar a las familias sobre el juego patológico. Les decimos que el perfil está cambiando, que las ludopatías están apareciendo en gente cada vez más joven. Les damos herramientas para que sean conscientes, les hablamos del modelo que damos y les avisamos de cuáles son los riesgos», destaca.

Respecto a esos peligros, incide en un aspecto muy concreto: «El riesgo de cualquier conducta adictiva tiene que ver con que si el cerebro se acostumbra a recibir dosis de placer, de dopamina, a través de la repetición de una determinada conducta, como puede ser a través del consumo de cocaína o porque acierto o fallo [en un juego], luchar contra eso luego es complicado porque hay que enseñar al cerebro otras maneras de encontrar esa gratificación», apunta y resalta que eso supone cambiar muchos hábitos. «Y cuesta más si además hay demasiada permisividad o normalización por parte de la sociedad», añade.

Precisamente esta permisividad es clave en el caso del juego. Por un lado por la proliferación de ´sports café´ o salones de juego o recreativos en los que se apuesta en directo y a algunos de los cuales pueden acceder menores. Y por otro, por la publicidad de las apuestas on line en medios de comunicación. «El juego mueve muchísimo dinero y la publicidad de las casas de apuestas la están haciendo personas de mucho prestigio social, sobre todo entre la gente joven: Ronaldo, Usain Bolt, los cracks del deporte», indica Alvite, que agrega que aunque este tipo de publicidad está prohibida en horario infantil, esto no se cumple en el caso de las retransmisiones deportivas en directo.

«Los partidos de fútbol son vistos por muchísimos menores y se está viendo en directo a cuánto se paga la apuesta. Esta normalización habría que revisarla», destaca la experta, quien recuerda que, igual que se ha regulado seriamente la publicidad del alcohol y de otras cuestiones, es el momento de hacerlo con el caso del juego. Además, todos estos estímulos que se reciben constantemente -también en los dispositivos que utilizan para apostar- dificultan a su vez el tratamiento de las personas con ludopatía.

Alvite subraya que entre los jóvenes no existe una percepción del riesgo del juego. «Consideran que lo que hacen es entretenerse con algo que además les cuesta un dinero que al principio no es excesivo. Y luego está la idea de que, como el deporte es sano, las apuestas referidas en el deporte entran en el mismo saco», comenta y añade: «No estoy tirando el dinero a un premio programado que toca al que llegue; hay una falsa sensación de control, que es uno de los detonantes para que la conducta adictiva se acople».

Juego patológico, una problemática surgida en 5 años

La última encuesta sobre consumo de drogas y conductas adictivas en población escolar de 12 a 18 años que elabora el Centro de Estudio i Prevención de Conductas Adictivas (Cepca), cuyos resultados se presentarán próximamente, incluye por primera vez preguntas relativas al juego patológico.

«Éstos son los primeros datos que tendremos para detectar el juego patológico en menores» en Ibiza, afirma la responsable del servicio, Belén Alvite, quien subraya que hace cinco años, cuando se hizo el anterior estudio, «el juego no era un problema» que se hubiera detectado entre los menores y no se plantearon incluir cuestiones sobre ello. «Va todo tan rápido», dice.

«Hasta entonces lo que habíamos preguntado siempre era relativo a contenido de páginas no apropiadas. Estaba relacionado con 'bullying' recibido en redes sociales, con el acceso a páginas fraudulentas o pornográficas», explica Alvite y apostilla que a partir de ahora, con estos datos, se podrá estudiar la progresión.

Por otra parte, la experta anima a las familias con dudas sobre el juego a dirigirse al Cepca. «Sólo con que se planteen que están haciendo un uso abusivo, pueden pedir cita y la psicóloga les dará pautas para reordenar y saber si hablamos de uso, abuso o conducta adictiva», concluye.

Señales a tener en cuenta para detectar la adicción

-Irritabilidad cuando se interrumpe el juego o cuando no puede jugar. Problemas de sueño, ansiedad, nerviosismo, inquietudes, dolor de cabeza, mareos, problemas estomacales, mentiras. Pérdida de control.

-Gastos importantes de dinero y un interés creciente por el juego. Falta de dinero en casa o en las tarjetas bancarias.

-Pérdida o alejamiento de las amistades de siempre. Deterioro de las relaciones familiares.

-Posibilidad de un consumo abusivo del alcohol o de tabaco.

-Pasar muchas horas conectados a internet con cualquier tipo de dispositivo, ya sea el móvil, la tableta o el ordenador, o encerrado en su habitación.

-Venta de objetos propios del menor o del hogar llegando incluso a interponer falsas denuncias por robo. Todo ello para poder conseguir dinero para jugar y apostar.