A lo largo de todo el litoral de Ibiza y Formentera, característicos cortes en la roca revelan los puntos que fueron usados en el pasado para extraer bloques de piedra marès. Son antiguas canteras que el paso de los siglos ha convertido en patrimonio etnológico y paisajístico. Entre ellas, destaca la abrupta inaccesibilidad de la pedrera de Port des Torrent, una espléndida cicatriz que alcanza casi nueve metros de profundidad en una zona acantilada donde a menudo hay corrientes.

En mar en calma, puede accederse por la entrada a la cantera en kayak y, en la zona norte, los cortes han formado escalones por los que es relativamente sencillo descender desde tierra. Esta cantera es un agujero redondeado abierto en el extremo que cierra por el Oeste la bien protegida bahía de Port des Torrent, el cabo conocido, precisamente, como sa Punta de sa Pedrera, de unos 450 metros de longitud y 300 de ancho.

Sa Pedrera tiene más de 2.000 años de antigüedad y se considera que ya era usada por los fenicios para levantar sus construcciones defensivas, aunque se desconoce en qué época dejaron de emplearse los bloques de marés que se extraían de ella. Y, en 1999, fue incluida como pedrera d'interès etnològic en el plan director sectorial de canteras de Balears, aprobado por la conselleria de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio el 28 de mayo de ese año.Etnológicamente interesantes

Junto a ella, entraron en el catálogo de canteras inactivas y etnológicamente interesantes, las canteras de sa Punta de ses Portes y las localizaciones también conocidas como Punta Pedrera y sa Pedrera en Sant Francesc, en Formentera, además de otras 56 repartidas entre Mallorca y Menorca, incluyendo algunas pedreres ya usadas en la Prehistoria. Tal reconocimiento a su valor etnológico y paisajístico rubricado sobre el papel no ha impedido, sin embargo, que la salvaje urbanización de la costa ibicenca llegue hasta a escasos metros del lugar.

La pedrera de Port des Torrent está abierta al mar por una pequeña brecha que forma un escalón en la plataforma, donde las olas rompen y se concentran en ondas que se adentran en el agujero excavado. Siempre hay agua en el hueco de la cantera, y peces y erizos, aunque se encuentra al nivel de la superficie marina y apenas hay profundidad; las largas temporadas de mar en calma la convierten en un simple charco. Y esa escasa profundidad permite contemplar mejor, desde arriba, los cortes rectangulares que los obreros dejaron al trabajar la piedra, que adquieren un tono aguamarina.

Pozo ancho

La cantera es como un ancho pozo de angulosas paredes cortadas, abierto en el acantilado y con una puerta al mar. Al parecer, los bloques de piedra de marès, que eran recortados en la roca por dos obreros que empleaban una sierra larga denominada verduc, tenían tamaños estandarizados. Es por ello que a menudo se perciben cortes de grosores similares en las distintas canteras que pueden encontrarse en el litoral de las islas.

La herida de un proyecto urbanístico

A las cicatrices de la antigua explotación de ´pedra marès´ se suman las que ha dejado un proyecto urbanístico abandonado hace ya una década: vallas rotas, montones de hormigón y aceras y farolas que no conducen a ningún lugar. En 2007, el Ayuntamiento paralizó el proyecto, pero nadie se preocupó de que lo ya cimentado se retirara. Tampoco impide la importancia etnológica de la cantera que algunos visitantes decidan aportar al lugar sus propias cicactrices y exhibir sus historias grabando sus nombres en las paredes de ´marès´.