Educar en positivo, «sin violencia física, psicológica o verbal», para favorecer la comunicación entre padres e hijos y un buen clima de cooperación y respeto mutuo en el hogar es el principal objetivo del taller de parentalidad positiva que se imparte, por cuarto año consecutivo, en Sant Josep. Durante diez sesiones, las familias participantes -entre las que hay muchas madres, algunas parejas y pocos padres- podrán aprender estrategias que les ayuden a entenderse a ellos y a sus hijos y a «manejar situaciones».

«No sé si tenemos que cambiar la manera de educar, pero hay estudios que señalan que hacerlo de forma positiva tiene hasta rentabilidad en términos económicos en cuanto a ahorro en Salud Mental, Educación o Justicia», resalta Noemí Boned, una de las dos educadoras sociales que imparte el taller, al tiempo que la otra educadora, Ana Belén García, subraya que aunque se crea que no existe violencia alguna, «sutilmente puede haberla».

El punto de partida del taller son padres y madres preocupados que en la primera sesión se dan cuenta de que «no son raros», pues todos comparten las dudas e inquietudes similares. ¿Y cuáles son las más habituales?: «Que no sean felices, que les hagan caso, los estudios, las compañías y el consumo de alcohol y drogas», destaca Boned.

Y ellas intentan «desmontar un poco» algunas de las preocupaciones. «¿Es bueno que te haga caso a la primera?¿Tú quieres que cuando le den una orden acate a la primera?¿En todas partes? A nosotras también nos rebaten y queremos que, ante una oferta de alguien que les diga que se tomen una pastilla, tengan ese poder», comentan.

Las prioridades básicas

Las prioridades básicas

Para «educar bien» a los hijos, hay dos cuestiones importantes: que los propios padres y madres estén bien con ellos mismos, en primer lugar -«si estás nervioso o ansioso no se puede transmitir bien», dice García-, y tratar de ponerse en el lugar de los menores.

«En las primeras sesiones trabajamos los principios básicos que tenemos todos los humanos: atención, reconocimiento, afecto y respeto. Y todos dicen: 'Yo las cumplo'. Pero contestamos: 'Analízalas una a una. ¿Le respetas cuando tiene otra opinión? ¿Respetas sus tiempos? ¿Le criticas? ¿Le das afecto a un adolescente? Porque ellos no lo piden y los padres tienden a alejarse», señala Boned y puntualiza que estas necesidades básicas las tienen también los progenitores.

Y cuando un niño siente que se le respeta, se le atiende, se le reconoce lo que hace bien «y se le hace ver que también tiene cosas que no son muy buenas, pero de forma positiva», no se pone a la defensiva «y la relación es mucho más cooperativa en casa», subraya Boned. «Si sólo le dices lo negativo, no le respetas y no se siente querido, serán más retadores, más violentos, mucho más molestos», apostilla y recuerda que a veces «se portan mal sólo para que les atiendan».

Asertividad, empatía, escucha activa, poner nombre a los sentimientos y hablar siempre desde la parte emocional son las estrategias -algunas de ellas desconocidas- que las educadoras sociales ponen al alcance de las madres y los padres para que «la convivencia sea mejor» y todos, progenitores e hijos, se puedan entender mejor.

Y es que, según las educadoras, las emociones y su identificación son clave y en esto «los niños saben mucho más» que los adultos. «Los niños están trabajando mucho las emociones en los colegios, pero los adultos no. Ellos nos tienen que enseñar. Hay niños que hablan de ira y muchos mayores no saben lo que es, cuándo la están sintiendo o cómo controlarla. No tienen su bote de la calma y los niños sí», comenta García.

Conseguir que se sientan bien

Conseguir que se sientan bien

«Tratamos mucho sobre cómo les hablamos a los niños, qué tono utilizamos, los gestos, la comunicación no verbal que es muy importante, los adjetivos que les ponemos», explican y añaden que «conseguir que se sientan bien» con sus padres y madres y que «confíen» en ellos «es un trabajo importante y es también una manera de hablar y expresar». «Explicarles como me siento yo ante su comportamiento hace que muchos niños abran los ojos», apunta Boned.

En este sentido, se aborda la resolución de conflictos y las educadoras sociales inciden en que hay que enseñar a los niños a solucionar los suyos propios: «Hay que enseñarles a analizar qué ha pasado y que ellos vean qué posibilidades tienen, qué solución van a adoptar y a asumir las consecuencias». Y es que apuntan que muchas veces al llegar a casa y contar un problema a sus padres, el niño o niña se encuentra con que éstos «le quitan hierro» aunque para él sea un «súper conflicto» o le dicen lo que tiene que hacer. «Si les enseñamos a resolver sus conflictos del colegio y aprendemos nosotros a resolver los que tenemos con ellos, el clima en casa será mucho mejor y más sano», resaltan.

Otra cuestión que se aborda es la relativa a las normas y límites y a las consecuencias positivas o negativas que tienen determinados comportamientos. «Los límites son muy necesarios; un niño sin límites no tiene seguridad», subraya Boned. Eso sí, las educadoras destacan que aunque los padres y madres preguntan «cuáles tienen que ser», ellas no lo especifican. «Cada uno en su casa tiene una forma de educar, pero tiene que haber límites básicos para que el niño tenga seguridad y funcione. En lo que no entramos es en si en tu casa se puede saltar en la cama y en la mía no», cuenta García.

Según las educadoras, tanto los límites como las normas o responsabilidades en casa deben depender de cada niño o niña, de su edad y de sus características individuales, pues precisamente no cumplirlas -a veces porque no sean realistas, como pretender que un niño de cuatro años haga la cama perfectamente- genera «ansiedad, estrés, mal rollo en las familias». «Y a lo mejor es tan básico como que tu hijo aún no está preparado para hacer la cama como tú quieres», indica García.

Sobre las consecuencias de sus actos -no hablan de castigos o premios-, Boned subraya que «no deben ser sorpresa sino explicadas». «Hay una barrera fina entre chantaje y consecuencia, pero tú le tienes que avisar de que no hacer esto significará que pasará esto y cumplirlo», apunta la educadora social, quien incide precisamente en que ser «constante y coherente» es fundamental.

En este sentido, incide en que es necesario «reforzar las cosas que están bien», decirles: «Me encanta cuando haces esto». «Nos gusta que se fomente lo positivo que han hecho [los niños] porque está demostrado que se repite. Y si ante un comportamiento negativo casi no le das importancia, a no ser que sea algo muy grave, te pones las vendas, no lo repiten», asegura Boned.

La educadora social apunta que entre los padres y madres hay mucho sentimiento de culpabilidad y resalta que aunque algunos piensen que ya es tarde para cambiar las cosas, nunca lo es. «El año pasado una mamá decía: 'Voy muy tarde', y nosotras siempre les decimos que no», indica y recuerda que ser padre «es muy complicado».