Cuando el terreno está seco, la seta conocida como estrella de tierra es una esfera marrón, cerrada como una caja que, entre sus resquicios mal encajados, permite vislumbrar en su interior una segunda bola, de color pardo más claro. Y nunca está sola, porque en el mismo sitio donde encuentras una, con toda seguridad encuentras más. De pronto, las nubes cargadas anuncian lluvia y la caja se abre en pétalos estrellados (lacinias) para dejar al descubierto un saco, la segunda bola, que micológicamente se conoce como saco esporal, gleba o endoperidio; la cobertura marrón, que proteje esta bolsa de esporas cuando el terreno está seco es el exoperidio.

La estrella de tierra higométrica (Astraeus hygrometricus o A. tellerinae, en su nomenclatura más actual) es una especie muy frecuente en las Pitiusas, según explica el responsable de la sección de Micología del Museu Balear de Ciències Naturals, Carlos Constantino, que señala que no es comestible y que «se encuentra en grandes cantidades en los lugares en los que sale». Su nombre procede de unir la forma de estrella que adquiere el exoperidio al abrirse, por primera vez al madurar y luego cada vez que llueve, y el hecho de que actúa como un auténtico higrómetro natural. La apertura de la cubierta es la estrategia que usa esta especie para propagarse, ya que necesita que alguna fuerza rompa su saco de esporas para que éstas puedan salir al exterior y dispersarse. De esta forma, las gotas de lluvia se convierten en lanzas que consiguen que el endoperidio se abra por su poro apical y suelte su contenido, un polvo marrón muy volátil. «Las esporas pueden salir en tanta cantidad que parece que salga humo de su poro apical», indica Constantino.

Los nombres populares en catalán de este peculiar carpóforo (lo que vulgarmente se conoce como seta) son estrella de terra, estrelleta y estrella del temps. Y pertenece a un amplio grupo de hongos inusuales, la familia Esclerodermataceae, fácil de identificar porque sus especies carecen de la típica forma con la que suele representarse una seta; no tienen pie ni sombrero y se caracterizan por su saco de esporas. Y además de no tener pie, estos hongos no están enraizados y pueden moverse de lugar, ser arrastrados por el viento cuando la estrella está abierta o rodar también cuando está cerrada. Cada ejemplar mide entre dos y cuatro centímetros, aunque abierto alcanza alrededor de ocho.

Carlos Constantino recuerda que hongos y setas son muy importantes para el ecosistema, porque «si no existiesen no se podría caminar por los bosques porque sólo habría ramas y hojas; los hongos son muy necesarios porque ayudan a que se cree el sustrato del bosque al descomponer buena parte de la materia muerta». Son los principales agentes del reciclaje natural en sus hábitats. Y es, por ello, importante respetarlos y no destruirlos ni recolectar aquellas especies que no se vayan a consumir.