Cruceros como el 'Piolín' -en el que se alojaron cientos de policías nacionales en el puerto de Barcelona durante la crisis catalana- anclados «en las calas» de las Pitiüses como solución para resolver la carencia de viviendas para los trabajadores de temporada. Es la ocurrencia que ayer expuso Kike Sarasola, empresario transgresor y presidente de Room Mate, durante el IV Foro de Turismo, celebrado en el Centro Cultural de Jesús bajo el título 'Identificación y adaptación a las nuevas expectativas y necesidades del turista digital'. «En Estados Unidos ha funcionado fenomenalmente», justificó, para estupefacción de muchos de los presentes en la sala.

«No puede ser -se quejaba momentos antes- que los trabajadores no tengan dónde alojarse. Los políticos tiene que mojarse. Se puede copiar lo que se ha hecho en otros sitios». Cuando se le preguntó a qué ejemplos se refería, Sarasola señaló la posibilidad de usar los camarotes de barcos como el que, decorado con el personaje de la Warner Bros, fue usado como residencia flotante de policías.

Sarasola habló en el foro de su «joyita», Be-Mate, una propuesta a medio camino entre un hotel y un apartamento turístico. Se le ocurrió al estudiar el fenómeno AirBnb, por el que se siente fascinado y que, según confesó, habría deseado inventar. Considera que «no hay que prohibir» esos alojamientos, sino «regularlos». «Si creéis que van a dejar de existir por prohibirlos, estáis confundidos. Seguirán, aunque sea en la economía sumergida. Será mas fácil regularlo», avisó.

Después de que el presidente de la Federación Hotelera de las Pitiüses, Juanjo Riera, le advirtiera del daño que las viviendas turísticas ubicadas en edificios residenciales provocan en la convivencia, amén del perjuicio social causado al reducir notablemente el número de casas alquiladas a residentes y trabajadores, Sarasola soltó otra de las boutades con las que trufó sus intervenciones: propuso que cada inmueble alquilado a turistas pague «cinco euros, por ejemplo, cada día a la comunidad de vecinos» como compensación por las molestias. «¿Crees que con cinco euros es suficiente?», respondió perplejo (casi le salta al cuello) Juanjo Riera a ese gurú nacional del turismo, al que Manuel Molina, director de Hosteltur, presentó como una persona que «dice lo que hace y hace lo que dice». Según Riera, con dinero no se compensan ni los vómitos ni las broncas diarias ni los chillidos ni el uso abusivo de los espacios ni las llamadas a los telefonillos a horas intempestivas de la madrugada.

«Especulación pura y dura»

El presidente de la patronal hotelera pitiusa auguró que, si no se pone freno, «vendrán inversores de fuera y comprarán pisos para dedicarlos al alquiler vacacional. Y entonces la especulación será brutal», mayor, si cabe, que la actual: «Eso no es economía colaborativa. Hay una gran parte de especulación pura y dura», señaló.

Pero Sarasola sostiene que impera «el libre mercado», el todo vale: «¿Por qué es un problema que haya economía colaborativa? Es una época mágica». Como mucho, admite la «regulación», pero como le replicó Alfonso Rojo, presidente de la Pimeef, «la Administración tiene problemas para hacer cumplir sus propias normas». Por ejemplo, porque carece de suficientes funcionarios e inspectores: «Pongan más», defendió Sarasola. Imposible cuando la Ley de Estabilidad Financiera, la ley Montoro, lo impide.

Se necesitan más inspectores para, como clamó Alfonso Rojo, acabar con la economía sumergida, que según sus cálculos representa el 50% del tejido productivo de la isla. Visto el panorama, «Ibiza tendrá que construir un monumento a sus piratas actuales: los de los talleres mecánicos, los de los alojamientos turísticos, los del taxi...», añadió Juanjo Riera para referirse a esa supuesta «época mágica» aludida por Sarasola, en la que las regulaciones administrativas sólo afectan a los negocios convencionales mientras los espabilados hacen su agosto amparados en el libre mercado.