"Desde Manos Unidas ayudamos a los más necesitados y no nos importa no ponerles caras. No hace falta ver el sufrimiento para sentirlo". Con esta frase resumió la vicepresidenta nacional de Manos Unidas, Guadalupe Sierra, la filosofía de esta asociación de la Iglesia, en la fiesta por el 50 aniversario de la delegación de Ibiza, celebrada el pasado domingo en el Centro Cultural de Jesús. En este emotivo acto, la delegación ibicenca hizo un repaso de su medio siglo de historia y algunas de sus protagonistas relataron sus mejores recuerdos para Diario de Ibiza.

La semilla de Manos Unidas de Ibiza la sembró en 1967 el sacerdote José Prats Torres, quien dio a conocer sus objetivos a las mujeres de Acción Católica de Vila. Sus integrantes abrazaron con ilusión las misiones de esta ONG: luchar contra el hambre y contribuir a la erradicación de la pobreza en los países del sur. El esfuerzo de las voluntarias dio pronto sus frutos: en la primera colecta recaudaron 24.490 pesetas, cantidad que se envió a Madrid. Sin embargo, la primera junta directiva de Manos Unidas de Ibiza no se formalizó hasta 1979. Dos de sus integrantes, Berta Costa y Margarita Planells, entonces secretaria y vicesecretaria, revivieron emocionadas esta etapa y cuando concluyó la velada se reunieron con las expresidentas María Marí y Francisca Tur, más conocida como Paca Botja, para posar juntas para una fotografía que simboliza la historia de esta formación.

Una historia que para Planells es muy reciente. Los recuerdos de su estancia en la India permanecen intactos y afirma que no puede olvidar la primera vez que entró en una escuela de este país del sur de Asia. En el caso de que la memoria le falle, Planells podría releer la carta al director que envió a Diario de Ibiza y que se publicó el 18 de diciembre de 1993: «Gracias a la campaña contra el hambre, el agua corre para regar los campos, se han comprado unos acres de tierra, allanado los terrenos para asegurar su riego. Otras veces se compran búfalos, que suponen una buena fuente de alimentación o se desarrollan programas educativos o de técnicas agrícola [...] El dinero de nuestras campañas llega a responsables que con su gestión hacen que los recursos se multipliquen, programando y realizando los proyectos de forma comunitaria. [...] Realmente merece la pena el esfuerzo y el trabajo», sentenció entonces Planells.

La India también es un país que marcó a la actual delegada insular, Pepita Ribas. Desde hace «más de 15 años» su vida gira alrededor de la ONG ibicenca. Contar con dos familiares misioneros en la familia (Vicent Tur, sacerdote de Sant Carles, y Antonia Tur, religiosa agustina en la Consolación) y ser testigo de sus experiencias en países como Perú o Honduras hizo que se involucrase en Manos Unidas de Ibiza para mejorar la calidad de vida de los más desfavorecidos. A diferencia de sus tíos, ella no visitó ninguna ciudad de América del Sur, sino de Asia. «Me impactó ver la pobreza de Calcuta y allí fui consciente de lo afortunados que somos en Occidente y de la importancia de entidades como Manos Unidas, para mejorar la calidad de vida de los países más empobrecidos y de responder a las necesidades de sus habitantes», sostuvo Ribas.

Margalida Portas, voluntaria de Manos Unidas, durante una estancia en Tanzania en septiembre de 2016. Foto: M.P.

En la misma línea se manifiesta Maria Marí, delegada de Manos Unidas de Ibiza de 2002 a 2009 y una de las integrantes más activas. No es de extrañar que entre sus recuerdos resalte una donación que ya ha contado en varias ocasiones: «Nunca olvidaré a un particular que me dio en mano un cheque de 5.000 euros», insiste Marí, que no paró ni un minuto quieta en el acto de Jesús. Sus nervios no le permitieron relajarse hasta casi el final. Otra de las anécdotas que recuerda esta voluntaria es de sus inicios en la ONG. «En una de las primeras rifas que organizamos sorteamos más gallinas de las que teníamos y uno de los afortunados fue muy amable y me devolvió una», comenta entre risas, y aún avergonzada, Marí.

Acceso al agua

Acceso al aguaAl preguntarle por los proyectos más importantes financiados por Manos Unidas, esta voluntaria no destaca ninguno en concreto, pero sí hace hincapié en aquellos que consisten en facilitar el acceso al agua a la población. «Pensar que hay personas que tienen que recorrer kilómetros y kilómetros para llevar agua a sus familiares es muy triste», lamenta la expresidenta. De hecho, en la proyección de fotos durante la celebración de los 50 años de la agrupación local, se mostraron imágenes de un depósito construido en Kilombo, Tanzania, financiado por la ONG ibicenca y que fue visitado por Margalida Portas, una voluntaria de Sant Antoni.

Para la sucesora de Marí la vivencia más dura en Manos Unidas fue ver con sus propios ojos cómo las multinacionales explotaban a la ciudadanía de Paraguay. «Nada más llegar al país vi campos inmensos de cereales, vacas y otros muchos animales. Entonces pensé, ¿qué hacemos aquí si son más ricos que nosotros?», confiesa la expresidenta y aún voluntaria. La respuesta a su pregunta la supo enseguida: todo lo que veían era de grandes empresas que exprimían los recursos sin dar nada a la sociedad. «Solo les dejaban la contaminación», critica Paca. La mayoría de ciudadanos vivía en zonas pobres y peligrosas, donde había riesgo de inundaciones, y una ríada se llevó la vida de algunos de los paraguayos que conoció la ibicenca.

Sin embargo, esta aventura también le brindó buenos momentos. Visitó un centro de formación agropecuaria y una escuela de educación básica financiados por Eivissa y estuvo en hornos de pan, pastelerias y granjas. «Me sorprendió mucho lo agradecida que es la gente, pese a lo poco que tienen. Allí recibes más de lo que das, por lo que todo lo que hagamos siempre será poco», reflexiona la exdelegada insular. El colofón de este viaje fue la concesión del premio Príncipe de Asturias de la Concordia a Manos Unidas. «Fue una explosión de alegría. La verdad es que 2010 fue un año estupendo», concluye Marí.

Al final del acto en Jesús, Ribas y sus dos antecesoras recogían las orelletes y botellas de licor que habían sobrado con la ayuda de otra María Marí, de Sant Josep, y Menchu de las Mulas, de Vila. Estas dos voluntarias explicaron que Manos Unidas «engancha». Esta atracción quizá se debe a lo que dijo de esta ONG Joan Morenu en su actuación: «Como escribió Villangómez, ‘voler l’impossible ens cal’, y Manos Unidas hace lo imposible».