Corales, octocorales como las gorgonias, rojas o blancas, corales pétreos, anémonas, ceriantos y plumas de mar. Todos ellos son antozoos, una clase de cnidarios que protagoniza uno de los últimos informes sobre especies amenazadas en el Mediterráneo dado a conocer por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que revela que casi el 13 por ciento de 136 especies evaluadas se hallan amenazadas. Y más inquietante para el futuro de los antozoos mediterráneos es el hecho de que, en realidad, apenas se tienen datos para poder determinar el estado real de las poblaciones de la mayoría de ellos; la mitad de las especies que la UICN ha intentado valorar, de las 150 de las que se tiene alguna constancia, ha tenido que clasificarse como 'Data Deficient'. La información es escasa, más allá del conocimiento de su existencia, para 69 de estos taxones, por lo que no puede evaluarse su estado de conservación. Este es un punto en el que se incide a menudo en el informe, que destaca la necesidad imperiosa de incentivar la investigación de los taxones y sus poblaciones, para evitar que desaparezcan mientras se intenta estimar su grado de amenaza.

La bióloga Covadonga Orejas, del Centre Oceanogràfic de les Balears (Instituto Español de Oceanografía) y perteneciente al grupo de científicos que ha participado en este trabajo, destaca de manera especial el gran desconocimiento que tenemos en la actualidad sobre estos animales que a menudo parecen flores, no sólo el desconocimiento científico de su biología, sus poblaciones y su distribución sino también la ignorancia sobre este grupo animal más allá de los círculos de expertos, por lo que la lucha por su conservación resulta aún más complicada.

«A menudo recurro a comparar la situación de amenaza en que se encuentran estas especies con la de animales terrestres emblemáticos, como los gorilas de montaña o las jirafas africanas, para que pueda entenderse mejor que estos organismos marinos, ocultos a nuestra vista, pueden encontrarse en el mismo nivel de amenaza y lo que eso supone para la biodiversidad asociada a estas especies, que constituyen auténticos bosques animales sumergidos, y, en general, para los ecosistemas marinos», asegura. Orejas explica que el trabajo presentado por la UICN tiene sus antecedentes más inmediatos en un taller de expertos que esta organización auspició hace tres años en la Universidad de Génova y que sirvió para revisar de forma conjunta todas las especies citadas y conocidas hasta la fecha en el Mediterráneo y empezar a vincular la limitada información existente.

Más allá de los primeros datos y conscientes de que estos animales marinos son unos grandes desconocidos, una de las primeras cuestiones que hay que saber sobre los antozoos mediterráneos es que su distribución no es homogénea y revela un gradiente geográfico noroeste-sureste en el que la mayor riqueza de especies se da en el Mediterráneo occidental, empezando por Balears y la costa catalana, y disminuye hacia occidente y hacia el sur. Ello implica una mayor responsabilidad de las zonas en las que estas poblaciones habitan. En Ibiza y Formentera forman una valiosa parte del paisaje marino. Las gorgonias, y de manera especial la gorgonia roja (Paramuricea clavata), conforman el grupo mejor estudiado, de los que existen importantes y emblemáticos bosques en los islotes de es Vaixell (ses Bledes) y es Vedrà y en la seca de sa Bota. Sobre todo de gorgonias rojas, pero también de las blancas Eunicella singularis y E. verrucosa.

La gorgonia roja se encuentra en la categoría de 'vulnerable' de la lista de antozoos amenazados de la UICN, aunque hay otras especies presentes en las islas que aún se encuentran en un grado superior de riesgo, clasificadas como amenazadas 'en peligro de extinción'. Entre ellas están la madrépora mediterránea (Cladocora caespitosa), que después de prosperar durante tres millones de años formando grandes arrecifes se enfrenta hoy al reto del cambio climático, y el coral rojo (Corallium rubrum).

Esta última especie, «clave en el mantenimiento de la biomasa y la complejidad estructural de las comunidades mediterráneas que habita», ha sido explotada durante siglos para fabricar joyas, una industria importante en Mallorca, lo que ha mermado las poblaciones de manera preocupante y ha obligado a regular esta actividad comercial, poniendo límites en la cantidad, profundidad y forma de pesca de las colonias. Sin embargo, según denuncia la UICN, las medidas se han tomado «sin coordinación entre los diferentes países mediterráneos» y sin plantearse su prohibición. Este organismo calcula que en 30 años (la duración de una generación de la especie) se ha perdido el 30 por ciento de la población.

Respecto a las amenazas que pesan sobre estos cnidarios, el capítulo es funestamente extenso. «En general, los impactos de la pesca y el aumento de las temperaturas del agua de mar se consideran las mayores amenazas para los antozoos en la región mediterránea, y en mayor o menor grado afectan a casi todas las especies presentes. Globalmente, se prevé que las condiciones ambientales para los corales calcificados y gorgonias empeorarán durante el próximo siglo con eventos más frecuentes y severos de mortalidad en masa», se señala en el informe. Las gorgonias del infralitoral, por ejemplo, son muy sensibles al aumento de la temperatura del agua, que, además, las hace más vulnerables a patógenos microbianos.

Covadonga Orejas destaca específicamente el enorme impacto que la actividad pesquera provoca en las comunidades bentónicas, especialmente en las zonas de plataforma y talud y sobre todo la pesca de arrastre. El sector pesquero, afirma, necesita «reinventarse» y entender el alto precio que se paga por mantener cierto tipo de pesquerías y no realizar una adecuada gestión de recursos. Considera que los cambios para salvar a los antozoos de extinciones masivas son «un trabajo de fondo» y evalúa positivamente las pequeñas transformaciones que se producen en el sector, como la aplicación de sistemas de arrastre alternativos (el uso de puertas pelágicas, que no contactan con el fondo marino, que se ha puesto ya en práctica en Menorca, es un buen ejemplo). El Consell d'Eivissa también quiere sumarse a estos cambios en el sector y ha solicitado que en el nuevo plan de gestión pesquera que prepara el Gobierno se incluya, entre otras medidas, la prohibición urgente de la pesca de palangre de superficie y de fondo en aguas interiores de Eivissa y Formentera. Pequeños pasos.

Además de estas primeras amenazas, aún pueden citarse algunas más, la mayoría de ellas conectadas, como la pesca fantasma (redes perdidas y abandonadas que siguen destruyendo y pescando inútilmente), la disminución de la calidad del agua en los ambientes marinos costeros, la expansión de la urbanización litoral con la descarga asociada de agua salada mal tratada, la posibilidad de exploraciones petrolíferas y también la presencia de especies de flora y fauna invasora que prosperan mientras se degrada el medio. En Eivissa y Formentera, el alga invasora Caulerpa cylindracea, que según la UICN daña, por ejemplo, a los juveniles de gorgonias, coloniza amplias zonas del litoral, cambiando poco a poco el paisaje. Y todo ello teniendo en cuenta que los antozoos tienen lentas tasas de crecimiento y una dispersión larvarial reducida, por lo que recuperarse de las catástrofes no es tarea fácil.

En el caso de las poblaciones de gorgonias y algunos corales como el anaranjado y endémico del Mediterráneo Astroides calycularis y como la anémona incrustante amarilla (Parazoanthus axinellae), también emblemática de los fondos marinos pitiusos, se añade «el exceso de actividades de buceo» como otro efecto perjudicial. La masificación tiene consecuencias. «Las colonias pueden ser dañadas o eliminadas por el impacto de aletas, manos y otros equipos de buceo en áreas de intensa actividad submarina», señala. Clasificadas de 'preocupación menor' están otras especies muy comunes en Balears como las anémonas Anemonia viridis (popularmente conocida como fideus), Actinia equina (tomate de mar) o la anémona endémica Cribrinopsis crassa, mientras que no hay datos suficientes para evaluar especies como el cerianto grande (Cerianthus membranaceus), uno de los antozoos más conocidos en las islas y más apreciado por los buceadores.

En el caso de corales que habitan zonas más profundas, hay que citar la situación del coral bambú (Isidella elongata), la única especie de la lista que ha podido catalogarse en el nivel más alto de amenaza, 'en peligro crítico' de extinción en la Lista Roja de la UICN, el mismo estado otorgado a animales más célebres como la tortuga carey, el tigre de Sumatra o la vaquita marina. Recientemente, se ha dado a conocer el importante bosque submarino de esta especie que, a 400 metros de profundidad, existe en el Canal de Mallorca, entre las montañas submarinas Ausias March y el Banco de ses Olives. Para esta especie, la UICN solicita medidas «urgentes» que incluyan la prohibición de la pesca de arrastre. Para ello, según explica Covadonga Orejas, se ha propuesto aumentar la protección jurídica del coral bambú y que la especie sea incluida en el Anexo II del Convenio de Barcelona, donde se encuentran las más cercanas a la extinción. Igualmente, desde la UICN se solicita la inclusión del coral rojo en las primeras listas del CITES (Convenio sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas) para intentar frenar su comercio ilegal y que se acepten los hábitats de arrecifes coralígenos del Mediterráneo como «tipo de hábitat prioritario» en la Directiva Hábitats de la Unión Europea, una medida que garantizaría que se realizaran auténticos esfuerzos para su conservación e incluso para su restauración. «Son sistemas muy vulnerables y singulares, muy importantes para la biodiversidad, y hay que conseguir que se les otorgue el mismo valor que se da a otro tipo de patrimonio más conocido generado por las especie humana, como las pirámides de Egipto o Petra», indica Orejas.

En resumen, la UICN cree impostergable reforzar la protección jurídica nacional e internacional de las especies amenazadas, imponer restricciones pesqueras, buscar la forma de reducir las capturas accidentales y mejorar el conocimiento de las especies desde un nivel local. La maldición de los animales flor, al igual que la de la mayoría de las especies que pueblan el planeta, es, en definitiva, la intensa actividad humana con todas sus consecuencias.