«Ibiza va camino de convertirse en pocos años en una gran urbanización, con sus bosques y zonas verdes, pero donde la distancia entre las casas desaparecerá, como ya está ocurriendo actualmente», reflexionaba ayer el periodista Joan Lluís Ferrer en la inauguración del XLIII Curs Eivissenc de Cultura, que este año aborda la situación territorial y urbanística de la isla. Junto a él, la geógrafa menorquina Joana Maria Petrus expuso la situación que atraviesa Menorca y las causas que han llevado a ambas islas de una misma comunidad a vivir dos realidades totalmente distintas.

Ferrer, redactor de Diario de Ibiza y autor de varios libros y publicaciones sobre la evolución turística y territorial de la isla, dibujó una situación bastante «pesimista» de Ibiza. Para ello inició su intervención con unos gráficos realizados sobre la isla en los que se observa que, en la actualidad, sólo quedan seis cuadrados de un kilómetro de lado cada uno donde no hay construida ninguna vivienda. Los pequeños espacios que ha delimitado Joan Lluís Ferrer en el mapa gracias a las herramientas que ofrece la aplicación Singpac del Gobierno se reparten por zonas muy dispares de la isla: Coll des Jondal y Serra Grossa, en Sant Josep; Corona y Morna, en Sant Antoni, y Sant Vicent y Xarraca en Sant Joan. «Estos cuadraditos del mapa sin ninguna vivienda desaparecerán en pocas décadas para convertirnos en la segunda isla más masificada del Mediterráneo, por detrás de Malta», apuntó Ferrer.

En 2031, sin suelo

En 2031, sin suelo

En su exposición, el periodista habló sobre el crecimiento poblacional de la isla, que en apenas 16 años ha pasado de 89.000 habitantes a 142.000. «Ibiza lidera de largo y desde hace décadas el crecimiento poblacional de las islas», apuntó. También habló del crecimiento «bestial» de pasajeros del aeropuerto en este periodo, que ha pasado de 4 a 7 millones y recordó que la isla agotará su suelo edificable dentro de 14 años, muy lejos de los 39 años de Mallorca y de los 110 años de Menorca.

Entonces, en el año 2031 Ibiza tendrá una población de 183.000 personas y habrá sufrido una gran expansión de viviendas en suelo rústico, «que es donde se está produciendo el verdadero boom en los últimos años».

A pesar de que los suelos rústicos están protegidos y algunos de ellos sean inedificables, según Ferrer, «está demostrado que la construcción ilegal no cesa y continúa la permisividad, por lo que es muy previsible que la lluvia de viviendas en suelo rústico continuará en los próximos años».

El impacto de las casas de campo

El impacto de las casas de campo

Para el periodista los daños que provocan las construcciones en el campo son más perjudiciales «de lo que se pueda pensar». «Una casa de campo es un foco de impacto, cada una representa entre 2 y 3 coches, lo que también provoca saturaciones en las carreteras, contaminación lumínica, riesgo de incendios, porque también se sabe que están metiendo casas en zonas APR, de riesgo, tendidos eléctricos, generación de residuos... Son impactos muy variados, como el fraccionamiento que provocan en el paisaje, donde desaparecen las paredes de casas de payesas sustituidas por muros de seguridad, también existe el riesgo de propagación de plantas invasoras, etc.», detalla Ferrer.

La tendencia, según el periodista, es que la isla se acabe convirtiendo en una gran urbanización. «Las distancias de casa a casa se irán reduciendo para convertirse en una isla urbanización; no tiene por qué ser un mazacote de edificios, sino una urbanización dispersa, en la que no habrá un kilometro entre las dos casas más alejadas, habrá bosques, campos, pero espacios naturales no habrá, ni vírgenes».

¿Y qué pasará cuándo nos encontremos en 2031 con una isla urbanización donde ya no quede suelo edificable? Ferrer se mostró «pesimista» porque «escuchando a representantes políticos, tanto del PP como del PSOE o empresarios y viendo la inercia de la población, dirán que si se ha acabado el suelo, pues habrá que poner más». «Creo que acabaremos como la segunda isla más poblada del Mediterráneo, en construcción de viviendas, porque no hay ninguna que tenga un ritmo de crecimiento tan alto. Acabaremos como Malta», reflexionó y añadió otro de los problemas que genera esa masificación: «Esta espiral de crecimiento provoca una necesidad de infraestructuras, te obliga a tener desaladoras más grandes, depuradoras, y ya sabemos lo que se tarda en tramitar una depuradora, lo vemos con la de Ibiza y los problemas que genera. Está claro que las infraestructuras nunca podrán aumentar al mismo tiempo de la población».

Desestacionalizar, un problema

Desestacionalizar, un problema

En cuanto al turismo, Ferrer consideró que la masificación continuará. «La curva nunca ha bajado, salvo en un par de años muy concretos, la curva siempre va para arriba, y eso provocará que se incremente la falta de vivienda y se seguirán haciendo casas para especular».

Para Ferrer, la solución de la desestacionalización «también acabará siendo un desastre y un peligro, porque cómo le dices a la gente que no venga en verano. Cuando las discotecas vean que también hacen negocio en noviembre y en febrero trasladaremos el problema que tenemos en verano también a los meses de invierno».

En Menorca no son tan buenos

En Menorca no son tan buenos

Por su parte, la geógrafa menorquina Joana Maria Petrus señaló que «aunque pueda parecerlo», el contraste que existe en la actualidad entre Menorca e Ibiza «no es porque los menorquines han sido más listos y han sabido resolver mejor las cuestiones territoriales». Petrus asegura que la diferencia se debe en algunos casos a factores «más profundos», como pueden ser los históricos, y que la falta de conexiones internacionales, el mayos aislamiento o que «simplemente un inversor o especulador ve que el rendimiento económico es mucho más rápido y mayor en Ibiza que en Menorca».

Petrus también incidió en el diferente comportamiento poblacional de Ibiza y Menorca, donde por ejemplo se produce un equilibrio gracias a la fluctuación de población en invierno y en verano o en épocas de migración. Comentó cómo en Menorca la gente está a favor del alquiler de viviendas vacacionales porque no teme a la amenaza del turismo como en Ibiza.

También dijo que los planes territoriales no tienen porqué ser extrapolables a otros sitios. «Cada realidad es distinta, por ejemplo Santa Eulària tiene 47 núcleos poblacionales, algo impensable en Menorca».

Difíciles soluciones

Difíciles soluciones

Para Petrus, la solución es buscar planes territoriales consensuados, «no tienen porqué ser los mejores, sino en los que todo el mundo esté de acuerdo. Que no vengan unos y lo cambien, y cuatro años más tarde vengan los otros y hagan lo mismo».

Joan Lluís Ferrer, en cambio, no es tan optimista dada «la permanente y perpetua incapacidad de las autoridades para controlar este caos, y un ejemplo lo tenemos en Sant Josep donde dan vacaciones a la Policía Local en verano». «La esperanza no solo consiste en cambiar el chip, necesitamos políticos que no solo hablen de crear puestos de trabajo como si tuviéramos que solucionar el paro de toda España, necesitamos políticos, empresarios y una sociedad civil que eleve el tono, que vean que Ibiza tiene que seguir siendo una isla para poder vivir y no para huir», dijo Ferrer.