Pocos, muy pocos, son los que pasan una velada en una discoteca sin consumir una droga, sea legal (alcohol) o no. Andrés García, director general de Emergency Staff, no se atrevió a dar un porcentaje, pero la imagen con la que ilustró esta parte de su ponencia, durante el IV Congreso Internacional de Ocio Nocturno, era elocuente: de la foto de una atestada pista de baile sólo excluyó del consumo de drogas a quienes se encontraba en los márgenes. Un porcentaje bajísimo. No obstante, aseguró que, de todos ellos, solo el 0,4% son atendidos durante la noche por consumo de drogas o por situaciones producidas por el abuso de estas sustancias, según un estudio realizado por su empresa con los más de 26.000 casos atendidos desde su fundación en 2010. Y de ese porcentaje, únicamente el 0,2% corresponde a drogas ilegales.

Durante la conferencia, titulada '¿Cómo tratar las problemáticas del botellón y el consumo de drogas?', García explicó que cada 45 minutos se produce una situación de emergencia en un local de ocio nocturno. En el caso del consumo de drogas, esas asistencias se producen cada 100 minutos.

En nueve de cada 10 casos, los pacientes tienen menos de 32 años. Seis de cada 10 son hombres. El 41% eran británicos, el 16% españoles y el 9% italianos. La mayoría consume «una o dos sustancias mezcladas», que suelen ser «alcohol y éxtasis». Buena parte sufre alteraciones cardiológicas y cambios extremos de la temperatura corporal. García considera que la efectividad de empresas como la suya queda demostrada en que «en el 96% de los casos no se necesitó el traslado de los clientes a un hospital».

«Si salen , la lían parda»

Otger Amatller, psicólogo y coordinador del área de prevención de la Fundación Salud y Comunidad, una entidad catalana, se centró más en el fenómeno del botellón, que a su juicio tiene un lado positivo: los chavales renuncia a la pasividad de las discotecas, a que dirijan sus pasos, para autogestionar su tiempo. «Nadie les dice lo que tienen que hacer», dijo. Pero el lado tenebroso de esta práctica es sobradamente conocido: «Es cierto que el patrón del consumo no ha subido y que incluso suelen ir ahora menos de fiesta... pero cuando salen la lían parda», señaló. Existe «una fuerte competitividad» entre los jóvenes por amortizar los 10 euros que cada uno suele aportar para adquirir la bebida. Y eso ha provocado «que lo que antes se consumía a lo largo de seis horas, en los botellones se concentre en solo hora y media». Las cogorzas son, pues, monumentales. Y rápidas.

No cree que existan «fórmulas mágicas» para acabar con esta práctica, pero sí considera que «hay una responsabilidad compartida» en la que la Administración debería tirar del carro y «asumir el liderazgo». Alertó, además, de que tanto el cannabis como el MDMA son «drogas aceptadas socialmente» por los jóvenes: «La idea de que son ilegales no existe en sus cabezas».

Amatller, que criticó duramente las fiestas patronales en las que las asociaciones vecinales «se financian» vendiendo alcohol en las barras, tuvo un rifirrafe dialéctico con Antonio Flamini, presidente de la Asociación de Ocio Nocturno de Roma.

Para el italiano, el alcohol es «un alimento», no una droga. Cree que hace tanto daño como «el azúcar si se consume en exceso». Amatller le contradijo: el alcohol encaja en la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre lo que es una droga, mientras que la sal y el azúcar, no. Una de las notables diferencias es que «crea dependencia, con sus consiguientes riesgos».