Seguramente ni la modelo internacional Eugenia Silva ni la actriz Úrsula Corberó se imaginan que las alpargatas -espardenyes- que calzan están hechas de manera totalmente artesanal. Y menos podrán creer que «se fabrican» en una pequeña habitación anexa a una casa ibicenca escondida en uno de los caminos que jalonan la isla, cerca de Sant Antoni. Tampoco podrán imaginar, que suegra y nuera son las dos artesanas que con mucho arte y, sobre todo, una enorme paciencia consiguen dar forma al calzado que lucen.

Todo empezó hace ya unos cuantos años, en 2004, cuando el Consell de Ibiza organizó unos cursos dirigidos a personas con dificultades para encontrar trabajo. Así que Isabel Prats, que era pescadera y tenía una discapacidad, decidió apuntarse. «No sabía nada de este oficio, lo más cercano que había estado de ellas, era cuando se las veía hacer a mi abuela. En aquella época no había zapaterías así que las ibicencas se hacían su propio calzado. Mi abuela se hacia las de trabajo, las caladas». Y de aquel entonces conserva en su pequeña habitación de trabajo como recuerdo un banc de fer solas que ahora le sirve de recuerdo y para apoyar sus materiales.

Parece que el oficio le gustó, no en vano fue de las pocas alumnas que consiguió acabar el curso de un año. Con el tiempo y la práctica se examinó y consiguió la carta de artesana. «Se me da bien hacer todo tipo de alpargatas tradicionales, así que el Consell me empezó a invitar a ir a ferias». Isabel veía que su trabajo gustaba cada vez más, pero el paso definitivo fue justo ahora hace un año en la feria de moda celebrada en París Who´s next.

Así que a la vuelta dijo a su nuera: «Patri, tenemos que hacer algo que las alpargatas gustan mucho y me quieren hacer muchos encargos». Y así dieron forma a una idea que ya venían dando vueltas desde hacía tiempo. Patricia dejó su trabajo y montaron una pequeña empresa desde la que reciben encargos de toda España.

«Empezamos a investigar con distintos colores, teñimos el cordellí de rojo, azul, negro y lila y vimos que quedaban muy bien. También indagamos sobre distintos tipos de suela, porque la tradicional, la que se usa para bailar es muy laboriosa y no muy confortable». Así que hace unos meses decidieron montar una pequeña empresa. Desde entonces no paran de innovar. «Tejemos la espardenya sobre una suela de esparto ya confeccionada, más cómoda y duradera, y otra de las innovaciones que hemos incorporado es la suela de cuña, que está teniendo un éxito enorme».

Pero no todo es tan fácil. Hacer una par de espardenyes lleva casi un día de trabajo. Y la materia prima escasea, no por falta de pitra sino por falta de mano de obra. «Cada alpargata calada necesita 23 brazas de cordellí. Y el cordellí solo lo hacen señoras muy mayores, como Esperanza, que tiene 85 años y lo hace a ratos». Así que «a veces no vamos tan rápido como nos gustaría porque no tenemos la fibra necesaria».

De la necesidad surge la innovación así que Isabel y Patricia también hacen espardenyes con hilos negros, plateados y dorados, fáciles de encontrar en el mercado. Otra pequeño giro a la actualidad son los adornos con pequeñas florecitas de tela. «Una novia nos pidió unas flores como las de su ramo, y se las pusimos», cuenta Patricia Monjo.

Hace unas semanas visitó el pequeño taller el director general de Trabajo, Comercio e Industria, Manuel Porras, para analizar de qué manera se podría mecanizar un poco el trabajo. La visita fue breve y su expectativas inalcanzables. ·Imposible» dijo.

El trabajo es totalmente artesanal. Además de las señoras que hacen el cordellí y de las artesanas Isabel y Patricia también es necesaria la mano de un carpintero que haga las formas y los puntalets i perxeta que son los moldes y las guías de madera sobre los que se asienta el tejido.

El trabajo es ingente, por ello parece que no hay muchos artesanos dispuestos a seguir con la tradición. «Los ibicencos son quienes más valoran este oficio, porque saben la labor que lleva detrás un par de espardenyes», concluyen.