El emperador romano Constantino era tan pragmático y tan elemental que a cuatro de sus hijos los llamó Constantina, Constantino II, Constancio II y Constante, y cuando refundó Bizancio la denominó la ciudad de Constantino. Como si de él descendieran, y con la misma elementalidad, quienes pusieron nombre a las tres puntas que tiene la formación rocosa conocida como sa Punta de ses Torretes destacaron, sencillamente, lo obvio, porque los tres picos de esta pequeña península reciben los nombres de sa Torreta de Dins, d'Enmig y de Fora. Obvia es también su equiparación con tres pequeñas torres. Y si la toponimia del lugar y sus partes es sencilla y muy obvia, a un nivel geológico, sa Punta de ses Torretes cobra una nueva magnitud, se vuelve compleja e interesante.

La formación rocosa que se adentra en el mar como un dinosaurio sumergido que aún no ha ocultado las puntas de su cola debe interpretarse desde un punto de vista geológico y recurriendo a un experto, ya que, más allá de la belleza de sus formas, el lugar es rico en fosiles y en todos esos elementos, estratos, rocas y sedimentos, que precisan cierto análisis y retroceder en el tiempo millones de años. Como si hablaramos de dinosaurios. Para empezar, y respecto a los fósiles, abundan los equínidos (erizos de mar), braquiópodos (un grupo de animales marinos similares a los moluscos bivalvos del que se tiene un gran registro fósil), moluscos, y los cefalópodos extinguidos de los grupos ammonites y belemnites (de los que existió una gran diversidad y cuyos restos fosilizados son numerosos en Ibiza).

El biólogo Xavi Guasch, profesor de Biología y Geología en el IES Isidor Macabich, explica que la zona más fosilífera es la primera de las dos regiones morfológicas en las que podemos dividir sa Punta de ses Torretes. Esta primera región, la más cercana a la costa, más plana, aunque con una suave pendiente, está formada por margas, arenas y calizas margosas intercaladas; tipos distintos de suelo y rocas más o menos endurecidas según su contenido en carbonato cálcico y los porcentajes de arcilla. «Todas estas rocas se formaron principalmente a lo largo del periodo Aptiense, una de las edades del Cretácico inferior y que abarca un periodo de tiempo comprendido entre 125 y 113 millones de años atrás».

La segunda región es la de los tres pináculos de nombres evidentes. El más alto alcanza los 30 metros de altura, justo el doble que la altura media de las murallas de la fortificación de Ibiza y seis metros más que su altura máxima. «Están constituidos por rocas muy resistentes: calcáreas masivas localmente dolomitizadas que dan lugar a estas formas tan abruptas», explica Guasch. Y la dolomitización es el concepto clave, es el proceso que se produce cuando los iones de calcio del carbonato son parcialmente reemplazados por iones de magnesio; es decir, se reemplaza un mineral por otro. «Las rocas así originadas se denominan dolomitas y se reconocen por su textura como de azúcar. Pertenecen al Cretácico inferior, aunque son anteriores, se formaron en la base de este periodo, en un ambiente marino de plataforma somera, durante el Berriasiense-Valanginiense, entre 145 y 132 millones de años atrás».

El nombre de sa Punta de ses Torretes con el que se conoce este enclave, que marca la frontera entre la costa de Santa Agnès y la de Sant Mateu, ya está documentado a principios del siglo XVIII. Y, además de los topónimos ya citados, en el extremo inferior de la península hay una zona de escollos denominada, como no podía ser de otra manera, l'escullat de ses Torretes. Muy cerca de esta formación rocosa, bajo los acantilados de es Alls d'en Blai y junto a Davall es Alls y en un fondo de poca profundidad, aún perduran los restos del carguero griego 'Neptune', que quedó encallado al soltarse el cabo del remolque que lo trasladaba al desguace. Estos restos, del que destaca una gran hélice de bronce, quedaron desparramados entre los cinco o seis metros de profundidad hasta los 35.