En medio de la operación dos turistas se acercan haciendo eses a la casa de los narcotraficantes. Les pilla de camino y no saben lo que se van a encontrar. «¡Hacedles fotos a esos!, es una buena muestra del turismo que tenemos», dice un agente a los fotógrafos. «Del turismo que tenemos y del tipo de cliente de los que ahora estamos deteniendo», añade uno de sus compañeros. Los turistas, dos jóvenes con el rostro desencajado, sucios, con la ropa rota, empiezan a comprender la escena. Llegaban con media sonrisa, pero de pronto se les borra cuando intuyen que el contexto no es el apropiado para bromas. Ya con cara de circunstancias atraviesan a paso ligero el cordón de agentes, uno de los cuales lleva de la correa a Malcolm, un perro entrenado en la detección drogas. «Antes les hemos visto haciendo el tonto en la carretera y les hemos tenido que llamar la atención», comenta uno de los guardias.

Los agentes de la Guardia Civil están sorprendidos por la cantidad de droga decomisada y por todo el dinero que han encontrado. No sólo eso les llama atención. Algunos de los detenidos, los cinco de nacionalidad británica, son auténticos críos. Uno de ellos tan sólo tiene 18 años de edad. Agentes y periodistas no pueden evitar fijarse en él. Es posible que los próximos dos o tres años los pase entre rejas. «Se piensan que esto es un juego, que son los héroes de una serie de televisión», se comenta. Hay a quien les da pena, a otros les da más pena pensar en sus padres, cuando reciban la noticia de que su hijo está detenido en Ibiza por tráfico de drogas.

Un verano de 'camello'

Un verano de 'camello'

Agentes veteranos que conocen cómo funciona el narcotráfico en Ibiza -y en especial en Sant Antoni- piensan que muchos de los jóvenes del Reino Unido que deciden pasar un verano en la isla disfrutando de sus encantos y, de paso, ganando un buen dinero vendiendo drogas, lo hacen engañados. «Les dicen que no hay peligro y aceptan comprar mil o varios miles de pastillas para luego revenderlas, pero en realidad se están jugando la cárcel, y lo que hoy está pasando aquí [por ayer] es la prueba», explica un experto.

Lo mismo ocurre con algunos vendedores ambulantes -senegaleses la mayor parte de ellos-, que creen que llevar encima unas pocas pastillas no supone mucho peligro, ni siquiera en el caso de que les sorprendan vendiéndolas a turistas, remarca otro agente. «Pero lo que se castiga es el hecho de vender, no la cantidad, y luego les sorprende cuando les caen dos o más años de cárcel», añade. «Casi todos estos son unos pardillos que, en realidad, no saben ni para quién trabajan», explica.