Los sindicatos Comisiones Obreras (CCOO) y Unión General de Trabajadores (UGT) denunciaron ayer que la mayoría de las camareras de piso están trabajando «a destajo» de forma encubierta. Ambos, además, apoyan la petición del colectivo de rebajar a 60 la edad de jubilación.

Consuelo López, secretaria general de CCOO y camarera de piso durante más de veinte años, explica que la mayoría de las trabajadoras tienen una lista de habitaciones que hacer en cada jornada -«una media de 22»- y que muy pocas de ellas se marchan antes de haberlas terminado, aunque ello implique tener que alargar la jornada laboral. López matiza que la presión que reciben las trabajadoras viene, por lo general, de los «mandos intermedios» y no desde la dirección de los establecimientos.

La secretaria general destaca que esta situación, que, a su parecer, pone de manifiesto la «escasez de personal», terminará cuando las trabajadoras tomen la decisión de cumplir su horario y no alargar sus jornadas: «Podemos informarlas, explicarles sus derechos, pero el paso adelante lo tienen que dar ellas». López entiende que no es fácil, lo sabe porque ella, hace años, y alguna otra compañera, lo hicieron: «No pasa nada». La sindicalista recalca que el actual sistema de trabajo en la mayoría de los establecimientos tiene lo peor de cada sistema: «Si un albañil trabaja a destajo, cobrando por metros, por ejemplo, se saca un dinero. Las camareras de piso trabajan a destajo pero con el sueldo acotado».

López insiste en que el trabajo que realizan estas profesionales es «durísimo» y que la mayoría de ellas, «después de años» de desempeñarlo acaban «destrozadas física y psicológicamente». De la misma manera, critica que la mayoría de los empresarios han reformado las instalaciones sin tener en cuenta cómo esto afecta a la limpieza. La sindicalista explica que ahora necesitan «el doble o el triple» de tiempo para hacer una habitación que antes de estas reformas. De hecho, señala que a pesar de que ahora necesitan más tiempo para limpiarlas, siguen teniendo que encargarse del mismo número de habitaciones que antes de las reformas «además de limpiar las zonas nobles» de las instalaciones. «Lo que pasa es que como somos tan buenas y tan obedientes, nos quedamos», ironiza.

La secretaria general de CCOO está convencida de que en el momento en que las camareras de piso tomen la decisión de acabar su jornada laboral cuando establece su contrato y no cuando hayan acabado la tarea marcada, los empresarios hoteleros serán conscientes de que necesitan ampliar las plantillas. «Son ellas las que tienen que decir 'basta'», añadió.

Rápido y sonriendo

López hace hincapié en que además de la del reloj, las camareras de piso sienten la presión de las encuestas de satisfacción que responden los clientes: «Tienes que hacerlo bien, rápido y poner buena cara. Te aprietas bien la coleta para que se te estire la cara y, a pesar de que vas hasta arriba de pastillas para soportar el dolor, sonreírles a los clientes».

Tanto ella como el responsable de la federación de Hostelería de UGT, Fernando Fernández, destacaron la necesidad de que se incluyan las principales dolencias que afectan a las camareras de piso en el listado de enfermedades laborales de hostelería. Ambos recalcaron que no aparecen ni el síndrome del túnel carpiano ni las lesiones en el manguito rotuliano, por ejemplo.

Fernández matizó que la situación de las camareras de piso en Balears no es equiparable a la que, inicialmente, denunciaron a nivel estatal las autodenominadas 'Kellys': «El convenio de Hostelería vela porque no haya subcontratas y porque el sueldo de todas sea equiparable». A pesar de esto, señaló que el resto de reivindicaciones sí son válidas en las Pitiüses y destacó que el trabajo «penoso y repetitivo» que desempeñan tiene consecuencias en su salud física y psicológica.

El portavoz de UGT denunció el «ritmo» al que deben trabajar para intentar acabar a su hora y las «presiones» a las que son sometidas, en muchas ocasiones, por «las gobernantas o la subdirección del hotel» para que no dejen ninguna habitación sin hacer antes de marcharse. De la misma manera, recalcó que para estas trabajadoras «no hay temporada alta y baja», sino que tienen la misma carga de trabajo desde que abren los hoteles hasta que cierran: «La presión es la misma el 1 de mayo que el 30 de agosto. Si hay menos clientes hay menos trabajadoras, pero tienen que hacer las mismas habitaciones. Muchas de ellas, cuando llega agosto están destrozadas. Es entonces cuando se produje la oleada de bajas porque no pueden más».