Benirràs fue la noche del domingo el escenario de una insólita «huelga», cuando los músicos que se concentran durante la puesta de sol decidieron no tocar como señal de protesta. El motivo que silenció los tambores es que «la mercantilización de los restaurantes, mercadillo y parkings» no se extiende a los músicos, que no reciben compensación económica cuando se consideran «el chollo de Benirràs». El músico y promotor italiano que se arroga la organización de esta cita, que no cuenta con permisos de la Administración, anuncia que ya no habrá más fiestas de los tambores: «Se acabó, estoy harto del sistema».

«De repente vino un cliente y me dijo 'oye, que no hay música'. Entonces me di cuenta de que era verdad, que estaba lleno de gente, pero no había nadie tocando los tambores», explicaba ayer al mediodía el camarero del Restaurante Roca y Mar. Los empleados de este establecimiento no quisieron añadir más detalles al no estar presente el propietario, al contrario que en el lado oriental de la playa, en el Restaurante 2.000. Allí, su responsable, Joan Escandell, habla sin tapujos: «Por la noche estaba esto lleno y alguien exclamó: 'Los tambores están de huelga'. Entonces yo contesté que menos mal, que si hacen huelga cada día y no vuelven, estaré muy contento».

Escandell aclara los motivos por los que recela de esta fiesta de los domingos: «Muchos de los que vienen se portan bien, pero al que va de jefe, un italiano, ya le expliqué que no volviera a entrar por aquí». Según Escandell, que también es el presidente de la Asociación de Vecinos de Benirràs, este organizador le pidió hace dos años que abonara «600 o 700 euros a la semana, y también a los otros restaurantes».

«Vienen a vernos»

En la otra punta de la playa, junto al varadero donde se concentran los percusionistas, uno de los habituales de la fiesta confirma las causas por las que no se celebró: «Aquí todos tienen su negocio, han montado un mercado de artesanía, hay parking de pagoparking, restaurantes, pre-parties de discotecas y nosotros no vemos un duro, cuando la gente viene a esta playa para vernos a nosotros». Se trata de Francisco Mula, antiguo miembro de Benidrums, la banda de percusionistas que se montó a raíz de las puestas de sol en Benirràs. Ha dormido en la playa «para retirar basura» por la mañana. También aclara que, al final, los tambores empezaron a sonar tarde por la noche, cuando ya se retiraron todos los turistas con los que, dicen, hacen caja los negocios de la zona.

El organizador

El resto de miembros de Benidrums ya no es habitual de esta cita. Ahora, la persona que coordina la fiesta e impulsó el silencio de los tambores el domingo accede a hablar con este periódico si no se cita su nombre, aunque admite que «toda la gente de Benirràs, el Ayuntamiento y el Consell» saben de quién se trata. «Yo quería hacer una fiesta bonita y bien organizada, pero ya estamos hartos, porque hay un complot de explotaciones que no cuentan con nosotros: cierran el camino de arriba y el Consell pone el autobús, pero nosotros no tenemos parking, los restaurantes se forran gracias a nosotros, pero en el Ayuntamiento no me dejan organizar la fiesta».

Esta persona niega que ahora se pida dinero, pero admite que se llegó a cobrar a los negocios de la zona «para los músicos profesionales, porque dejaron de venir por culpa de la gente con tambores que sólo hacían ruido». Según él, dos restaurantes y un parking entregaron 100 euros cada uno, pero, al domingo siguiente, el Restaurante 2.000 se negó a seguir pagando. «Yo tuve que poner 150 euros de mi bolsillo para los músicos, sólo duró una semana», lamenta.

Venta ambulante

Este organizador también se atribuye otros logros para la playa que han contribuido a mejorar las cajas de los negocios: «Aquí había mucha venta ambulante y me llamó la policía, por orden del alcalde, para que yo pusiera orden. Nadie me ha agradecido nada ahora que los restaurantes tienen filas y filas de clientes para beber, cuando antes estaba lleno de personas vendiendo mojitos, bebidas, bocadillos y cruasanes». Y también, cuenta, acabó con la venta ambulante de artesanía: «El mercadillo que hay ahora lo empecé yo para que los vendedores no molestaran por la playa con bisutería y pareos, yo hice ponerlos en esa esquina; luego se legaliza ese mercado y empiezan a cobrar, pero yo no veo dinero ni me lo agradecen».

Y así remata su explicación: «A mí no me ha venido nadie para decirme 'esto es para ti, por quitar la venta ambulante', o 'esto por el mercado, que da mucho dinero'; esto es supervivencia y, cuando uno hace el esfuerzo y no se agradece, pues se harta. Cuando entro en un restaurante a pedir agua o un plato de pasta, lo tengo que pagar, la coordinación de músicos y la armonía la llevo yo, también me encargo de la seguridad para que no haya peleas. Hay demasiada especulación con los tambores y se va a acabar», sentencia.