Hace ahora 40 años tuvo lugar en Ibiza la primera de las muchas batallas ecologistas que se han sucedido en la isla desde entonces. El escenario fueron ses Salines, un paraje que no sólo es el humedal más importante de las Pitiusas y uno de los más relevantes de Baleares, sino que también constituye uno de los lugares más apreciados sentimentalmente por los ibicencos. No en vano, ses Salines constituyen la industria más antigua de la isla, que se explota desde que los fenicios fundaron Ibosim hace 27 siglos.

Fue allí donde en 1977 trascendieron varios proyectos para la construcción de complejos turísticos, al socaire de la recién nacida industria turística, que por aquellos años ya estaba causando estragos en el paisaje ibicenco.

Habría que remontarse al año 1972 para encontrar los primeros precedentes de la movilización que se prolongaría nada menos que hasta 2001, cuando el paraje fue declarado Parque Natural por el Parlament balear.

En 1973, las instituciones franquistas aprobaron el Plan Provincial de Baleares, que contemplaba como edificaba gran parte de ses Salines. Fue entonces cuando se constituyó la entidad Ibifor SA, relacionada con Salinera Española, propietaria de ses Salines, y que tenía como objeto la promoción y urbanización del paraje. Al año siguiente, en 1973, el Ayuntamiento de Sant Josep aprobó inicialmente su Plan General de Ordenación Urbana (PGOU), que aún iba más allá que el Plan Provincial en las posibilidades edificatorias de la zona, pues permitía crear allí nada menos que 20.000 plazas turísticas. Eso equivale nada menos que al 25% de todas las que hay actualmente en la isla de Ibiza.

Los proyectos urbanísticos avanzaron considerablemente en 1975, pues fue entonces cuando Ibifor redactó y presentó varios planes parciales, con miles de plazas en los estanques, las playas y los montes.

Por increíbe que ahora parezca -dada la inveterada tolerancia de Sant Josep hacia los proyectos urbanísticos-, el alcalde franquista de la época, José Tur Serra, Coques, se opuso a los proyectos y a la consiguiente privatización de las playas de ses Salines, pues las pretensiones de Ibifor conllevaban también que dichas playas quedaran bajo su propiedad. Por supuesto, no se había aprobado aún la Ley de Costas de 1988. Coques sería fulminantemente cesado por ello.

Logotipo identificativo de la campaña por ses Salines de 1977, dirigida por el Institut d’Estudis Eivissencs.

El desarrollista PGOU de Sant Josep seguía tramitándose en la Comisión Provincial de Urbanismo de Balears y, ante el temor de que fuera a aprobarse, surgió un auténtico movimiento popular para oponerse a los proyectos urbanísticos que preveía para ses Salines. Fue así como surgió en 1977 la llamada Comissió de Defensa de ses Salines, dependiente del Institut d’Estudis Eivissencs, que lideraría la primera protesta de índole ecologista de la historia ibicenca, en un momento, por cierto, en que aún no existía ninguna organización conservacionista en la isla.

Hacía sólo dos años que había muerto Francisco Franco y el clima social estaba impregnado por los aires de cambio que suponía la recién llegada democracia. Fue en este mismo año cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas desde 1936.

‘Ses Salines, Parc Natural’

‘Ses Salines, Parc Natural’La campaña tuvo como lema ‘Ses Salines, Parc Natural’, con el que se imprimieron carteles, camisetas, pegatinas y una pequeña revista que circuló profusamente divulgando los valores de este ecosistema y las razones para declararlo espacio protegido. Hubo actos en la calle, conferencias, debates públicos, la polémica llenaba páginas y páginas de periódico en Ibiza y en Mallorca. Era un pulso entre dos modelos totalmente opuestos: el desarrollo urbanístico y turístico de ses Salines frente a su total preservación medioambiental. Según coinciden en afirmar algunos de los protagonistas de aquella época, finalmente se logró una solución situada a medio camino entre ambas, porque el Parque Natural actual «no ha cumplido sus objetivos, pero al menos se evitó que aquello se llenara de urbanizaciones, como afirma el botánico Néstor Torres, uno de los activistas de aquella movilización.

Todo culminó el 29 de octubre, cuando tuvo lugar la primera manifestación de la restablecida democracia en Ibiza. Un millar de personas recorrieron las principales calles de Vila pidiendo la protección de la zona. Los principales dirigentes políticos de la época, a excepción de Abel Matutes -con intereses urbanísticos en la zona- apoyaban la reivindicación. Sólo dos días después, la Comisión Provincial de Urbanismo rechazó la propuesta de PGOU de Sant Josep. Diario de Ibiza tituló al día siguiente: «De momento, ses Salines a salvo».

Acción reivindicativa a favor de ses Salines, en 1990. Foto: Diario de Ibiza

«La verdad es que la actitud del alcalde José Tur Serra, que estaba peleado con Salinera Española, ayudó bastante a proteger la zona. Y, además, Salinera se despertó bastante tarde con sus intereses urbanísticos, porque, si se hubiera despertado antes, aquello ya estaría todo urbanizado», afirma Néstor Torres, que junto con el biólogo Cristòfol Guerau d’Arellano, los arquitectos José Ferrer Llaneras y Xavier Magriñá, el locutor Pep Costa o el aparejador Vicent Fita, fueron algunas de las caras visibles de un movimiento que no tuvo un líder destacado.

Miquel Ramón, ya entonces miembro del Partido Comunista de España (PCE), estaba también presente en aquella primera campaña reivindicativa. «Al final, Matutes sacó más rendimiento económico de ses Salines que Gabriel Cañellas», dado que el expresidente balear, vinculado a Salinera Española, no pudo edificar ninguna urbanización en sus terrenos, «al contrario que Matutes, que sí construiría sa Sal Rossa», añade Ramón.

Pero no terminó aquí la lucha por ses Salines. Como recuerda Josep Ramon Balanzat, exportavoz del Grup d’Estudis de la Naturalesa (GEN) y luego diputado de Els Verds, hubo una segunda y aún una tercera fase. A finales de los años 80 «surgió el proyecto de construir dos urbanizaciones de chalets en la Revista y sa Canal, con el apoyo del Ayuntamiento de Sant Josep», entonces presidido por José Serra Escandell (PP). Nuevamente surgió una movilización popular, se repartieron cientos de pancartas que se colgaban de los balcones de toda Ibiza y la isla vivió sumida en la polémica durante varios años. La Coordinadora Salvem ses Salines, cuya cabeza visible era el propio Balanzat, logró finalmente que la Ley de Espacios Naturales (LEN) aprobada en enero de 1991 protegiera toda la zona, y no sólo los estanques. El PP ibicenco había apostado fuertemente por excluir la mayor parte de ses Salines de esa protección. Sólo el voto de un diputado tránsfuga en el Parlament dio la victoria a las reivindicaciones ecologistas.

Esta nueva fase de la lucha por ses Salines la dirigió «una nueva generación de activistas, diferentes de la de 1977. Si aquellos venían de la clandestinidad y la lucha contra Franco, los que se movilizaron en los años 90 ya no venían de ese mundo. La lucha por la preservación de esta zona unió a dos generaciones diferentes», añade Balanzat. Para él y para otros protagonistas de esos años, «únicamente cuando hay movilización popular se consiguen cosas, como sucedió con ses Salines». «Es cierto que no se pudieron parar las autopistas hace diez años, pero también es verdad que el PP perdió por culpa de ello las elecciones en Eivissa y en Balears». «La movilización es siempre la clave para cambiar las cosas», añade.

Ses Salines, finalmente, fueron declaradas Parque Natural por el Parlament balear en 2001.