Se intoxicaron, pero no por la comida, sino por un consumo excesivo de alcohol. Un hotel ibicenco ha logrado desactivar una falsa denuncia por intoxicación gástrica interpuesta por una pareja británica tras demostrar documentalmente que ambos se pusieron ciegos a cubatas y cervezas durante las fechas en las que, según el texto de la demanda, aseguraban que los alimentos ingeridos en su bufé les provocaron una colosal diarrea.

Los alojamientos hoteleros de las Pitiusas, como los del resto de España, decidieron el pasado año blindarse legalmente ante el aluvión de falsas denuncias por problemas gástricos que presentaban los turistas británicos. Los empresarios ibicencos calculan que esa práctica les ha costado hasta ahora «varios millones de euros». Despachos de abogados del Reino Unido, denominados claim farmers, encontraron un filón tras la reforma legislativa Jackson, que en 2013 relajó la presentación de pruebas para estos casos. Las denuncias pueden ser tramitadas hasta tres años después de haber disfrutado de las vacaciones, apenas se necesitan pruebas y son juzgadas en el Reino Unido, lo que encarece el proceso.

Cogorza diaria

En el caso de los dos británicos que vieron frustrada su denuncia (con la que pretendían que las vacaciones les salieran gratis y, de paso, hacer negocio), no eran los macarrones a la boloñesa, sino la tremenda cogorza que se pillaban a diario lo que, en todo caso, les destrozó el estómago. El hotel ibicenco en el que se alojaron les mostró el listado de bebidas alcohólicas que durante aquellos días se metieron entre pecho y espalda en la barra libre de ese todo incluido, una prueba contundente de su dipsomanía ante la que decidieron retirar la demanda.

Lo que no sabía la pareja era que la tarjeta (totalmente blanca) que mostraban cada vez que acudían a la barra del bar del hotel registraba cada gin tónic que se bebían. Vaso a vaso. Su paso por aquel bar dejó huella, incriminatoria en su caso: una de dos, o la presunta gastroenteritis había sido producida por un estado más cercano al coma etílico, o mentían, pues en caso de enfermedad no habrían consumido tanto alcohol durante todas las jornadas.

El hotel usó un programa informático que registra qué bebe el cliente, que cada vez que acude al bar debe mostrar la tarjeta. La empresa, que usaba hasta entonces ese método para calcular el consumo, le encontró en ese caso una doble utilidad. El programa anota el número de la habitación y cada paso por el bar: «Quedó así constancia de que la denuncia por gastroenteritis era falsa... y que el cuerpo humano tiene un límite», explica el propietario de ese alojamiento, que prefiere mantener el anonimato.

«Aquella pareja que nos quería meter en un lío -cuenta el dueño- estaba alojada en régimen de todo incluido. Alegamos que era difícil que enfermaran por alimentación, pero que por bebida, dado lo que consumieron, claro que sí. Cuando se vieron retratados, retiraron la denuncia». Aunque vinieron a Ibiza hace un año, hasta la pasada primavera no plantearon la demanda. Según la legislación británica, que está en proceso de ser modificada, tienen hasta tres años para hacerlo. Los menores, incluso dos años después de cumplir la mayoría de edad.