El Mercat Nou de Vila sigue después de 37 años intentando día a día adaptarse a los nuevos usos que exige un cliente de mayor poder adquisitivo. El verano se ha convertido en una época en la que los pequeños puestos procuran conseguir todo tipo de productos, cuanto más exquisitos, mejor. «En mi caso, en los meses de verano intentamos traer carne de buey ya que los propietarios de los yates y algunos turistas están acostumbrados a este tipo de carne», detalla Pepito Rodríguez, de Carnes Colom.

En los aparadores de los negocios de años atrás había menos en variedad de productos y los pecios eran asequibles para unos clientes que en una mayoría eran amas de casa. A día de hoy, se ha llenado todo con productos que antes eran desconocidos e impensables. «Acabo de vender una corvina, algo que yo no había vendido en la vida, y este año me lo están pidiendo mucho», explicaba Carmen Moya, propietaria de una pescadería.

Algunos de los negocios se mantienen fieles a su clientela tradicional, que les proporciona tanto un beneficio como un contacto más familiar durante todo el año. «Nosotros trabajamos más con gente de la isla. Yo sigo encantado con ellos, es gente de calidad», explicaba sonriente Pepito Rodríguez.

Por otra parte, la subida de los precios de algunos locales es motivo de queja por parte de estos clientes, la mayoría de ellos de edades de entre los 55 y 60 años. «Lo que nos falla es el público de aquí. Yo tengo una clientela que es muy buena, pero con la subida del precio del pescado de Ibiza piensan que les estamos robando. Ahí es cuando empieza a fallar la gente que venía antes. Todo ha cambiado», lamentaba la pescadera Chorat. «Las diez y media de la mañana y el Mercat Nou vacío», señalaba Carmen Moya.

Nuevos negocios

Nuevos negocios

En la otra cara de la moneda, se puede ver cómo han surgido nuevos negocios en el Mercat Nou de Vila dirigidos específicamente a la importación de productos internacionales, que no se pueden conseguir en Ibiza, destinados a los turistas, a propietarios de mansiones y yates durante los meses de verano. «Nos especializamos en un producto selecto que no es posible conseguir en la isla. Cuando la clientela tradicional no conoce el producto, no está igual de abierta a probarlo», declara la encargada de Ibiza Delivers.

«En los meses de verano se consume más wagyu o angus, un tipo de ternera que se trae de fuera, al igual que la carne de buey, productos que el cliente de toda la vida no consumía», explica Pepito Rodríguez.

Cae el número de clientes

Cae el número de clientes

Los comerciantes más veteranos sostienen que las cosas han cambiado mucho, echando la vista cuatro años atrás. La cantidad de clientes ha disminuido considerablemente, tanto la juvenil como en la asistencia de los más mayores. «Hace cuatro años venían muchos más clientes. Han permitido la entrada de muchos peces gordos y nosotros no damos para más», denuncia Margari Recio, propietaria de La casa de los jamones.

Los productos locales han notado un leve descenso en la demanda de los compradores durante los últimos años de ventas ya que la población juvenil ha dejado de lado la gastronomía ibicenca y se ha decantado por los alimentos más exóticos. «Las ventas de los productos de Ibiza bajan porque, en verano, es muy típico que los payeses los cultiven y los distribuyan a varios locales. Si uno no tiene el producto, el vecino seguro que tendrá y le proporcionará lo que buscan de forma rápida y fácil, por lo que no es algo que se considere exótico», comenta Catalina, propietaria de Frutas y verduras. «La gente mayor era la típica de Ibiza que compraba el 'gerret' para hacer un buen caldo, o el 'gató' para hacer un coca con pimientos», recuerda Carmen Moya.

En consecuencia, muchos de los comerciantes han tenido que proveerse de productos más modernos para no tener que cerrar. «Si hay alguna cosa que no la tenemos en 'stock', la pedimos e intentamos tenerla para dentro de una semana. Los yates compran para fiestas de 50 personas mientras que la gente de cada día compra para una pequeña familia», explica Rubén Ramis, encargado de la Charcutería Ramis. «Todo ha cambiado, y si nosotros no cambiamos también, el mercado desaparecerá».

La encrucijada ante la que se encuentran los empresarios del Mercat Nou no impide que sus trabajadores sigan luchando por mantenerlo en pie.

«Las grandes superficies siempre afectan al mercado y, el pez grande siempre se come al pequeño. Pero está vez intentaremos que esto no ocurra. Aún no se sabe qué pasará con este mercado, pero nosotros estaremos siempre al pie del cañón», sentencia Catalina, propietaria de una marisquería y de una verdulería en el Mercat Nou de Vila.