«Una cosa menos en la lista», dice Peter Vanderheyden junto a su impecable Fendt Farmer 2E. Porque en lugar de los cochazos que exhiben muchos de sus compatriotas para desplazarse por la isla, este camionero del norte de Bélgica ha llegado hasta Ibiza en tractor. Ha empleado una semana en el viaje desde Neerpelt, a 11 kilómetros de la frontera con Holanda, hasta Ibiza. En total, 1.600 kilómetros que ha recorrido sin GPS ni ninguna comodidad moderna: ni aire acondicionado, ni dirección asistida, ni más suspensión que los gruesos neumáticos posteriores.

No ha tenido ni sombra durante estas 82 horas de viaje efectivo -los tractores no tienen cuentakilómetros, sino un contador de horas de trabajo-. Sólo una gorra con ventilador que le dio la mujer del amigo que le vendió la máquina, al despedirse. «Te hará falta», le dijo. Y ha tenido razón. «Ha hecho muchísimo calor, aunque corre el aire, pero no ha habido ni un día de lluvia y ha sido duro», explicaba ayer Peter mezclando inglés con las palabras sueltas que maneja en castellano, aprendidas en los cuatro años que hace que pasa el verano en un piso que tiene en Siesta. «Quería ir de mi casa a mi casa», explica.

Así que abrió un mapa de Europa, le puso encima un palo de escoba y trazó «una línea recta» desde el pueblo a Barcelona, donde embarcó con el tractor el domingo pasado para llegar a Ibiza. Y esa es la ruta que ha seguido en esta semana de viaje «por caminos rurales», porque con su vehículo no podía pisar ni autovías ni autopistas. A una velocidad media de 20 km/h y recorriendo 200 kilómetros al día. Después de tres horas, las rodillas se le quedaban entumecidas, pero «la espalda y la rabadilla bien». Por el ruido del motor también llevaba tapones en los oídos.

Al tractor le acopló un cofre hecho por él mismo que contiene una sencilla cama, que a su vez es la tapa de un gran cajón-armario-despensa donde almacena los víveres y la ropa. Como únicos lujos, el cofre tiene una toma de corriente para el cargador del móvil y dos focos interiores. «Ni tele ni música. Canto yo», explica.

Durmiendo en el bosque

Sólo ha dejado los caminos a la hora de dormir, cuando se retiraba a algún bosque cercano. Además de vivir «una aventura», a Vanderheyden le motiva «viajar de otra manera y hacerle ver a la gente lo realmente lejos que están los sitios», porque desde cualquier aeropuerto de su país se llega en menos de dos horas a la isla, pero la distancia «es muy grande».

«Mientras atravesaba Francia, todo el mundo del campo me saludaba, sobre todo los niños». La única ciudad que ha recorrido en el viaje es Barcelona, y allí causó furor: «Unos agentes de la Guardia Urbana me pararon para poder fotografiarse con el tractor», explica entre risas. También un taxi circuló un rato en paralelo con él para que el pasajero pudiera grabar la estampa con su móvil.

Será que el suyo no es un tractor cualquiera, porque también en esto hay clases: «Fendt es el Rolls-Royce del campo», asegura el orgulloso dueño de esta máquina fabricada en Suiza e impecablemente restaurada -ni un rasguño o abolladura en su chapado verde-. Y los 40 caballos de su motor siguen trabajando sincronizados como un reloj a pesar de sus 49 años.

Vanderheyden y su hermano Jos, que le esperaba ya en la isla, se reencontraron el lunes después de la semana de viaje. «Le quitaremos la caja al tractor y nos iremos con él a alguna playa», aseguraba Peter, que no sabe cuándo iniciará el viaje de vuelta: «En diez días viene mi novia, por lo menos esperaré a que llegue antes de huir». Lo que tiene claro es que se lo tomará con más calma, por una ruta más larga.

Puede que antes incluso se vaya con Jos en moto a recorrer Marruecos. «No me gusta planificar lo que hago», añade. Decidido, se plantó ante su jefe y le dijo que se cogía vacaciones hasta noviembre. «Pues estás despedido», le amenazó. «Vale», dice Jos que contestó Peter. «No, no, vuelve cuando quieras». Y eso va a hacer.