Javier Díaz, encargado de la obra de construcción de la marina para grandes yates en el muelle de Levante del puerto (desde el Martillo hasta el viejo Muro), confiesa que acumula más de cinco semanas sin descanso. «No he podido ir a Mallorca [donde reside] porque esto tiene que estar listo el 30 de mayo. Ese día no habrá obreros en el puerto». Lo dice rotundo, sin un atisbo de duda. A pesar de que el puerto parece una zona en estado de guerra. Hay comerciantes que comentan con sorna que no recuerdan la última vez que vieron los muelles sin trabajadores. No les falta razón.

Para que este proyecto que ejecuta Melchor Mascaró para la concesionaria de la marina, YSM, pueda estar listo en plazo, Díaz explica que entre treinta y cincuenta operarios trabajan desde las siete de la mañana hasta casi las nueve de la noche de lunes a domingo en los últimos dos meses. Es una obra compleja, de una envergadura que requiere más tiempo de ejecución. Pero el patrón y los plazos mandan y han trabajado a destajo.

En esencia, se ha tenido que levantar el tradicional piso de viejas piedras para tender la infraestructura que requieren estas casas flotantes (electricidad, agua y cámaras de seguridad, entre otras) y dejarlo todo tal y como estaba hace apenas dos meses. «Tenemos que dejar el muelle igual pero modernizado», resume el encargado de obra. «La gente quedará encantada», apunta optimista.

Son 240 metros de longitud y 12,6 de anchura de un muelle para 15 puntos de amarre: trece de ellos para barcos hasta de cien metros de eslora, otro para colosos de 185 metros y uno más para esloras hasta de 120 metros. Y encima sin vallas de protección a petición del Ayuntamiento de Ibiza, que tuvo que luchar con denuedo para que se retiraran las de metacrilato que separaban el muelle del paseo hasta hace un par de años. «No habrá separación de ningún tipo», sentencia Díaz, quien también confirma la presencia del ammonites, el fósil de unos 14 por 16 centímetros que está incrustado en una piedra de media tonelada de peso.

15 puntos de amarre

En el muelle se instalarán una quincena de torretas (una por amarre) para dar servicio a los yates. Coincidirán con los noráis de toda la vida, que se han instalado con un micropilotaje para poder soportar tensiones hasta de 90 toneladas.

Esta instalación se repite en el espejo de aguas, donde se han habilitado otros 15 puntos de sujeción mediante boyas ancladas a sus correspondientes muertos. En el frontal del muelle la profundidad es de diez metros.

Una de las novedades, apunta orgulloso Díaz, es que se han acabado los charcos los días de lluvia. Detalla que han previsto una ligera pendiente en los muelles para dirigir el agua hacia una canalización que correrá por la zona central del muelle.

En cuanto finalicen los trabajos técnicos quedará por 'decorar' el muelle e instalar el mobiliario necesario para recibir a la tripulación y los privilegiados pasajeros de estos lujosos yates. Pero eso será tarea de YSM

Entre los comerciantes las opiniones son dispares. Los hay que creen que los trabajos serán positivos porque mejorarán la zona, y la mayor parte no entiende por qué no se iniciaron antes para evitar esta imagen desoladora en pleno verano.

No quieren dar su nombre, no vaya a ser que la Autoridad Portuaria tome nota. Otro comenta que el edificio del Martillo tendrá hasta restaurante y hasta comercios. «Esto es su cortijo», espeta sobre la Autoridad Portuaria mientras abarca el entorno portuario con un movimiento envolvente de su mano derecha. «Hará lo que quieran, como siempre», rezonga.

El encargado de la obra no opina. «Agradezco a los vecinos que se hayan portado tan bien y nos hayan dejado trabajar con tranquilidad», se limita a comentar.

En la otra marina del puerto, Ibiza Magna, reina la resignación. Esperan «ansiosos» el final de las obras y reconocen que han perdido clientes estos meses. No les preocupa el coste económico. Sí que los dueños de estos yates «hablen mal» del puerto de Ibiza. Pero, cautos, no apuntan nada más mientras esperan pacientes a que vuelva la luz en su oficina, situada frente a las obras, a oscuras durante más de una hora por el cambio del transformador que adorna el edificio del Martillo.

El problema es que, una vez desaparezcan los trabajadores de esta obra aparecerán los que se encarguen de 'vestir' el nuevo edificio, que debe dejar listo también estos días otra empresa, Acciona.