«Este asunto se ha politizado y tiene que haber un cabeza de turco. Y seré yo. No sé hasta qué punto, pero estoy seguro de que seré el cabeza de turco». Lo dice Agustín Sales, quien ha reconvertido su casa de 708 metros cuadrados (según figura en el catastro) y con una piscina de 30 metros, situada en la bahía de Sant Antoni, en un hostal pirata de 50 habitaciones, habilitadas sin la correspondiente licencia urbanística. Esta casa patera, en la que actualmente viven 104 personas (trabajadores de temporada, según el propietario) la ha visto toda España a través de la televisión, en el programa de Ana Rosa de Tele 5.

Dada la repercusión mediática del caso, Sales espera una reacción de la Administración, pero no sabe «hasta qué punto». En todo caso, no cree que ahora le cierren su negocio. «Tendrían que hacer lo mismo con todos los pisos de Ibiza. Cuando yo alquilaba un apartamento de dos habitaciones a una pareja, esta metía a 12 personas. Así es como estamos viviendo ahora en Ibiza», subraya.

Sales da estas explicaciones a Diario de Ibiza en un minúsculo cuarto que utiliza como oficina, situado en la entrada de su vivienda particular, colindante con su hostal clandestino. En esta oficina se encuentran, adosadas a la pared, una serie de pantallas que emiten las grabaciones de las ocho cámaras que ha distribuido en distintos puntos de la casa de sus inquilinos. «Se encuentran en los pasillos y el comedor. No hay nadie que esté vigilando. Se graban las imágenes por si se produce alguna pelea o alguien roba una toalla o molesta a alguien? la gente no vive vigilada», señala, al tiempo que recuerda que antes de la firma del contrato (de «seis o cinco meses de duración»), éste «se lee en voz alta» porque quiere que «todos estén de acuerdo con las normas de la casa». «Todo esto lo hago para su protección, no la mía. Desde que tengo las cámaras se han evitado un montón de cosas», añade.

Más de una década de negocio

El negocio ilegal de Sales arrancó hace algo más de una década cuando decidió reconvertir, sin autorización alguna, su vivienda, construida hace 26 años, en apartamentos. Al tener «problemas para legalizarlo» («me decían que tenía pocos metros», recuerda), pasó al plan B: cambiar los apartamentos por habitaciones: 25 hace 10 años. Pero el negocio ha ido creciendo hasta las 50 actuales.

El propietario asegura que hay «cinco o seis» habitaciones individuales por las que los inquilinos pagan 500 euros al mes. La mayoría, dice, son dobles, aunque hay una estancia con literas para ocho personas. El precio por el uso de una de estas literas es de 300 euros al mes. «La media de los ingresos por cada huésped es de 335 euros al mes más otros 35 euros de gastos de comunidad, agua, luz? y un mes de fianza por adelantado», indica el casero.

El acta de la inspección municipal: Condiciones de salubridad en principio correctas. Dos técnicos municipales de Sant Antoni inspeccionaron la vivienda, a requerimiento de un juzgado (por el litigio entre una inquilina y el casero por un impago) para comprobar las condiciones de salubridad, que, en principio, son «correctas». Se refiere, dice el Ayuntamiento, a que no había suciedad

Pese a la explotación de su vivienda sin ninguna autorización que la ampare, Sales defiende que declara los ingresos a Hacienda a través de su empresa familiar, que, dice, está «dada de alta en el alquiler de vivienda». También se dedica a «la venta de bolsas de plástico y productos de publicidad».

«Vacío legal»

«Soy todo lo legal que me permite la escasa normativa que hay. Y me gustaría estar mejor, pero no hay una ley que regule el alquiler de habitaciones en una vivienda. Tengo extintores y medidas de seguridad», destaca, aunque estas no están avaladas por ningún organismo. «Porque no hay ninguna normativa. Estamos en un vacío legal», responde, para agregar acto seguido: «No puedo legalizarlo porque no hay manera. Esto debería ser un hostal. Pero en ese caso, tendría que cobrar IVA y dar unos servicios que los trabajadores no podrían pagar. La gente viene aquí porque el alquiler les cuesta poco dinero y pueden ahorrar dinero para llevárselo a la Península», justifica.

Defiende que sus inquilinos viven en «perfectas condiciones», pese a la masificación (apenas siete metros cuadrados de media por persona). El programa de Ana Rosa entrevistó ayer a Mario, uno de los arrendatarios, que defendió a su casero. «La cosa está apretada [la falta de vivienda en Ibiza] y este señor nos ofrece alojamiento, mejor o peor pero con unas condiciones más o menos dignas para llevar una vida normal en la isla...Si no fuera por este señor más de uno se tendría que ir a la Península y vivir con un sueldo precario», subrayó.

Sales también lamenta la reacción del Consell, que mantiene que la situación de su casa «no se puede tolerar». «Tendría que haber una solución política a lo que sucede en Ibiza con la vivienda, que es rocambolesco. A la isla llega el doble de turismo del que se puede soportar», responde, al tiempo que niega que el problema de su vivienda requiera de una actuación policial. «Si es la casa más tranquila que hay en Ibiza», recalca.