No le imagino ejerciendo de periodista pura y dura.

Pues lo he hecho. Era lo que hacía en Diario 16. Es más, lo que me gusta es la prensa escrita. Entré de prácticas en ese periódico en 1981, cuando estaba en el primer curso de la carrera. Hice de redactora de noche, de ayudante del redactor jefe, estuve en Cultura, en Economía, en Nacional, he cubierto comisiones de control parlamentario, hice radio y televisión? Estuve allí 15 años, ocho con Pedro J [Ramírez].

¿Y cómo pasó a la radio y, además, a especializarse en hilarantes reportajes sobre la historia?

Cuando murió Diario 16, me quedé en el paro. Coincidió con una crisis salvaje de la prensa. Fue cuando cerró Ya y salieron periódicos como El Sol, Independiente, mucha prensa para lo poco que se lee en este país. Diario 16 tuvo una pésima gestión. Entre todos lo mataron y él solito se murió, y encima Pedro J juró hundir al Grupo 16 por haberse deshecho de él. Juró dos cosas: eso y cargarse a Felipe González. Y consiguió las dos.

Y se buscó la vida.

Como cualquier periodista. Encontré un trabajo junto a mi pareja, Jesús Pozo [escoge la música para su espacio 'Acontece que no es poco', en 'La ventana' de Carles Francino], otro damnificado de Diario 16, a quien la Empresa Mixta de Servicios Funerarios de Madrid ofreció dirigir Adiós, una revista sobre ese sector, sobre la muerte. Él le dio una vuelta a la idea para que se tratara el tema desde el aspecto cultural: arte funerario, antropología, botánica funeraria, arqueología, historia? Él comenzó de director y yo de redactora jefe en 1997.

¿Es esa su entrada en el periodismo histórico?

Esa es mi entrada en la muerte. Y, de paso, en la historia, pues está todo muy relacionado. Lo alternábamos con colaboraciones en otros medios, que a veces te pagaban y otras muchas no?

Qué me va a contar.

Supongo que hemos pasado por lo mismo. Yo soy una periodista normal y corriente. Pero después de varios años en Adiós (nosotros la llamamos la revista de los muertos, que sigue saliendo cada dos meses), me di cuenta de que tenía mucha información, de que sabía mucho sobre muertos relacionados con la historia, temas muy divertidos que no salían en nuestra revista y que no sabía dónde contarlos. A una amiga se le ocurrió que tendrían cabida en Radio 5, de RNE, donde había unos 'quesitos' de tres o cuatro minutos, a veces sobre gastronomía, otras sobre otros temas. Pensaba que si iba allí a hacerles esa propuesta me echarían a patadas. Pero en 2003 propuse el microespacio 'Polvo eres' para hablar de muchos aspectos de la muerte: por ejemplo, por qué entierran a Goya en Burdeos? y sin cabeza.

¿Y entonces empieza a explicar la historia con su habitual sorna?

Sí, a mi manera. Y comencé así porque nadie me dijo cómo hacerlo. Si he tenido éxito, ha sido por culpa de mi insensatez. Nunca había hecho radio. Lo mío era la prensa escrita. Sí había hecho televisión: trabajé en Antena 3 un par de años con Jesús Hermida, con Mercedes Milà, pero por necesidad, pues no es un medio que me guste. Pero radio, ni pisarla.

¿Se formó entonces en historia o ya era una experta?

Siempre me ha gustado.

Sacaría buenas notas.

De notable. En matemáticas, insuficiente. Pero de mayor descubrí que la historia me divertía mucho y me lamentaba de lo mal que me la habían contado siempre. En la clase, con 12 años, un señor serio, con barba, que no se reía ni para atrás, nos explicaba episodios que luego he descubierto que eran para mondarse.

La historia, divirtiendo entra.

O cuentas la revolución francesa de manera que atrape al niño, o le aburres. Como empieces diciendo que el 14 de julio se tomó la Bastilla, bla bla bla, y quieras que luego lo repitan como loros, se aburrirán. He descubierto muy tarde qué leches era eso de la Bastilla.

Tanto usted como otro periodista, Jacinto Antón,

Es que es realmente es muy divertida. Empecé así con 'Polvo eres' en Radio 5 hasta que dos años después Pepa Fernández me pidió que hiciera lo mismo, pero en directo, en su programa, 'No es un día cualquiera', de RNE.

Por ejemplo, contando episodios como el de los franceses recluidos en la isla de Cabrera. Desternillante pese a la tragedia.

Puedo hablar así porque es algo que ocurrió hace 200 años. Nos podemos poner muy serios o podemos contarlo de manera natural. Dramas, en esta vida hay cien mil. Podríamos llorar desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.

¿Cuánto habrá que esperar para contar de esa manera sucesos como el 11-S o el 11-M?

Del 11-S, algo ya he contado. No es un tema que haga mucha gracia pues el yihadismo sigue ahí, pero hay asuntos dignos de explicar, como los follones tremendos que han tenido las compañías de seguros tras el 11-S: algunos querían que les dieran por muertos para poder cambiar de vida y, de paso, a sus familias. Cuento cosas con guasa, pero a veces me dan pena. Eso sí, siempre habrá gente que se dé por ofendida, gente que se ofende absolutamente por todo.

Usted, que ha vivido tantas etapas del periodismo en este país, ¿cómo lo ve actualmente?

Fatal. Se me cae el alma a los pies al ver que la gente no lee la prensa. Así nos va. Veo en toda España que la gente no está informada. Y lo que nos pasa es porque nos falta información. Tenemos que estar informados para que no nos la cuelen por todas partes.

Se habla ahora mucho de la posverdad?

No tengo ni idea de lo que es. No he conseguido que alguien me explique qué es.

Informaciones falsas.

Se inventan palabras para despistarnos. Entiendo qué es la mentira. Y nos han estado mintiendo. Nos siguen mintiendo. Nos seguirán mintiendo mientras no estemos preparados intelectualmente ni estemos informados de lo que ocurre. Hemos atravesado una crisis tremenda porque han saqueado, y lo siguen haciendo, España. Hay gente contenta porque tiene un trabajo por 500 euros al mes, justo el mismo por el que antes le pagaban 1.300. Llevan comiéndose los mocos cuatro años y ahora, con ese sueldo, están alegres y les parece que España va bien.

Ha recibido muchos premios: el Ondas, el Rey de España de Periodismo, el Micrófono de Oro? ¿Sirven de consuelo ante el panorama que vive la profesión?

Es una palmada en la espalda, es muy agradable. Sirven para sentirte muy bien.

Debe de ser difícil contar esas historias ante tanto público.

Lo que hago es concentrarme. Miro a Pepa, pues cuando hay público me pongo nerviosa, aunque es bueno estar así para no bajar la guardia. Y sigo un guión, no improviso. La mejor improvisación está siempre perfectamente preparada.

Parece una periodista de vocación, de las que lo tienen claro desde la niñez.

Pues yo quería ser azafata de vuelo, supongo que para viajar, pero no me dejaban porque era miope. Más tarde quise ser policía municipal de Madrid. Pero luego vi a Rosa María Mateo en la televisión y tomé la decisión de ser periodista: quería ser como ella, contar cosas como ella.