Antonio Balibrea tenía novia cuando, a los 17 años, salió del armario. Fue un momento «duro» tras el que perdió a buena parte de sus amigos y tuvo que rehacer su vida. Ese momento crítico es uno de los principales motivos de consulta a la asociación Ibiza LGTB que fundó hace cinco años y con la que, desde hace tres, además, organiza el Ibiza Gay Pride.

¿Hace falta dar visibilidad al colectivo LGTB en Ibiza?

Sí, sobre todo porque aunque se han hecho leyes y han desaparecido muchos tabús, la homofobia sigue existiendo y hay mucho bullying en los centros. Los más mayores tenemos la obligación de poner nuestro granito de arena para ayudar a las nuevas generaciones.

¿Hay homofobia en Ibiza?

Hay muchísimos casos. Igual no son muy alarmantes, pero los hay. Doy clase a niños y hace poco me explicaban el caso de una niña cuya hermana es lesbiana. Como la niña lleva el pelo corto, se metían con ella. No hay que relajarse. La presión social que pueda sufrir un niño en el colegio le marca para el resto de su vida. El nivel de tolerancia de los niños hoy en día es mayor, pero hay menores que hacen daño a otros y hay que controlarlo. En los centros educativos cada vez se está más encima, pero hay que seguir luchando.

¿Hacen falta campañas de concienciación?

Hace años había campañas muy potentes sobre éste y otros temas. Recuerda el ‘Póntelo, pónselo’, pero hoy en día casi no hay campañas y cada vez hay más infectados por VIH. Hace poco nos reunimos con el responsable de la Unidad de Sida de Can Misses, Ramon Canet, hablamos de que las cifras se disparan mientras las campañas son casi inexistentes. Se ha relajado la prevención. Tenemos que hacer campañas contra el bullying y volver a informar sobre el VIH, porque las nuevas generaciones han perdido el miedo. No te mueres, es cierto, pero debes medicarte siempre y la calidad de vida se ve muy mermada.

¿La gente que no ha visto a alguien morir de sida no lo entiende?

No. Tengo 47 años y he vivido situaciones muy tristes. Muertes de amigos, amigos de amigos, novios de amigos... [se emociona] Lo vivimos desde el pánico. Me pilló muy joven. Me costó enterarme de qué pasaba, pensaba que si eras gay y te tocaba, te morías. Había cosas que no te atrevías a preguntar. Ese miedo hoy la gente no lo tiene. Estamos en el camino de conseguir la vacuna bendita, pero aún falta. Hay recuerdos del pasado muy tristes. He casado y enterrado a mucha gente.

¿Salir del armario sigue siendo un momento crítico?

Salir del armario es un momento duro. Aquí lo vivimos con normalidad porque estamos en un paraíso de tolerancia. Soy murciano, salí del armario con 17 años y la mitad del grupo de amigos me dejó de hablar. Me rechazaron por el simple hecho de ser gay. Me sentí solo. Tuve que rehacer mi grupo de amigos. A los 17 años era un niño. Estaba haciendo la mili, trabajando por las tardes y estudiando por las noches. Lo hablé con mi novia, ella fue maravillosa, pero el grupo me dio la espalda. Estuve hundido muchísimo tiempo. La salida del armario antes era difícil, ahora sigue siendo dura.

¿Mucha gente se queda dentro?

Hay mucha gente que no se atreve a dar el paso. Sabemos de grandes artistas, cantantes o actores, que aún no se atreven. ¡Con lo bueno que sería eso para la comunidad lgtb! Facilitaría el terreno a sus hijos, nietos, amigos, los que vienen detrás... Callarían muchas bocas. Médicos, futbolistas, presentadores cantantes... Sería tan fácil para tanta gente dar el paso después de eso, porque cuando alguien muy conocido sale del armario la gente dice: «Mira, si es gay».

¡Y no pasa nada!

¡Exacto! No entiendo por qué no lo hacen.

¿El del los futbolistas es un colectivo que aún deben conquistar?

Sí. Hay futbolistas gays y te preguntas por qué no dan el paso. ¡Dad el paso y sed felices! Como hizo Ricky Martin en su momento o Jesús Vázquez. Salgamos del armario y seamos todos iguales. Vivamos con naturalidad. Cuando afrontas las cosas con naturalidad la gente no le da tanta importancia.

Pero del armario hay que salir, no que te saquen.

Sí, que te malsaquen del armario es malo. En mi caso, abrí la puerta con fuerza y grité: «¡Soy maricón!». Me quedé más pancho que ancho.

Sus amigos le dieron la espalda. ¿Cómo se supera eso?

Es duro, pero es sólo un tiempo, luego pasa. Empecé a conocer gente, tuve a la chica que había sido mi novia a mi lado, a mis padres... No quería tener esa locura en mi cabeza por más tiempo, vi que tenía una vida maravillosa, que ser gay me ofrecía cosas que siendo heterosexual no hubiera tenido y una visión de la vida diferente. Estoy muy contento. Al principio es duro, pero luego te sientes relajado y feliz.

El presidente de Ibiza LGTB. Foto: Vicent Marí

Imagino que algún comentario o mirada tiene que soportar.

Sí, a mí no me afectan, pero a mi novio, Elías, sí. Yo voy cogido de la mano y si me miran, que me miren, el problema es de los demás. No lo hago por provocar, es algo normal, si quiero a mi novio, quiero poder cogerle de la mano y darle un beso o llamarle guapo si me apetece. Lo hago delante de mi madre. Es verdad que te sientes observado, notas la presión, te retan, incluso, pero cada vez es menos habitual.

Cuando viaja, ¿escoge su destino en función de la tolerancia?

Hace cinco años que no tengo vacaciones y si tengo unos días me voy a ver a mi madre, que está un poco pocha. Si viajo, intento hacerlo a sitios por los que pueda pasear libremente por la calle sin miedo a ir cogido de mi novio. Lo tenemos en cuenta. Tampoco es que sea miedo, quiero ir donde soy bienvenido, a sitios en los que mi forma de entender la vida, de amar y de relacionarme no sea un problema.

¿Si no viviera aquí vendría de vacaciones?

Desde que a los 16 años me escapé para venir a Ibiza, he venido todos los años. La isla y yo tenemos una relación absoluta de amor.

Era el destino favorito del colectivo LGTB y perdió comba. ¿Qué pasó?

Se fueron a Santorini, Mikonos, Turquía, Barcelona... Sin duda, uno de los motivos es que, a diferencia de estos destinos, no teníamos eventos enfocados al colectivo gay, diferentes opciones de ocio. En Ibiza en los últimos años no pasaba nada, únicamente había grandes fiestas a precios disparatados sólo aptos para gente con unos bolsillos enormes. En esa situación surgieron otros destinos más asequibles y con más opciones de ocio, los probaron, les gustaron, se pusieron de moda y Ibiza se quedó ahí. Por eso creamos el Ibiza Gay Pride, un evento reivindicativo con diferentes opciones de ocio para conquistar al público LGTB.

¿El Ibiza Gay Pride es un poco «seguimos aquí»?

Sí, recordar a la gente lo que tenemos aquí. Santorini es muy bonito, y Mikonos y Barcelona... Pero aquí tenemos unas playas impresionantes, una ciudad Patrimonio de la Humanidad por la que pasear es mágico y una población estandarte de tolerancia y libertad. Eso no está en muchos sitios. Está costando mucho esfuerzo, pero lo estamos consiguiendo. Volver a enamorar cuando se ha roto la relación es complicado, pero lo vamos a conseguir.

Cuando van a las ferias de turismo, ¿qué les comentan?

La gente está muy desinformada sobre el turismo LGTB en la isla. Queremos un turismo que viva unas vacaciones de playa y ocio, con fiesta, pero que ésta no sea la prioridad. Por eso la programación del Pride incluye reivindicación, salud, exposiciones, teatro, cine, conciertos... La idea es que vean que se puede disfrutar la isla 24 horas, desde el amanecer a la noche. Eso es lo que intentas explicar a los agentes de viaje.

¿Y como destino familiar?

Sí, cada vez tenemos más familia. Tengo cuatro amigos en pareja con niños adoptados. Y hay muchos gays que eligen Ibiza para casarse.

¿Cuando salió del armario pensó que podría casarse y tener hijos?

No se me pasaba por la cabeza. Trabajé una temporada con un colectivo en Madrid y conocí la lucha para conseguir la igualdad. Quise formar parte de esa lucha y a los veintitantos ya pensaba que se podrían conseguir muchas cosas. Al salir del armario veía mi vida como una laguna negra: diferente a los demás, sin mujer, sin hijos... Todo apuntaba a un destino de soledad e incertidumbre.

En el orgullo, ¿la reivindicación no queda escondida detrás de tanto plumerío y tanta fiesta?

Esa pregunta es uno de los temas candentes de todos los orgullos. La imagen con la que se queda la gente es con la del último día, un carnaval, una explosión festiva. Pero eso va precedido de actos de lucha. Las pancartas que arrancan los desfiles llevan un mensaje muy potente. Ese desfile es una fiesta, no vas a salir vestido de luto. Se celebra la evolución hacia la igualdad y hay que transmitirlo con alegría. La gente se queda con la imagen estilo ‘Priscilla reina del desierto’ y con uno que va con el culete al aire. Cada uno se muestra como es.

¿Qué hay que reivindicar?

La lucha contra la transfobia y la homofobia, hacen mucho daño. Y leyes que garanticen que todos los patrones de familia, que cada vez hay más, son válidos. No somos nadie para establecer qué es normal o correcto.

En el colectivo LGTB, ¿quién tiene aún más lucha por delante?

Sin duda, el colectivo transexual. Cada vez consiguen más cosas, pero aún necesitan un impulso, tenerlo más fácil. Lo suyo es mucho más que una salida del armario, son cambios muy radicales y deben tener un apoyo brutal en colegio, en centros de salud... Imagina una niña de Badajoz que tiene que salir del armario, es transexual y quiere un cambio de sexo. Es complicado para ella, para la familia, para el colegio... Debe haber leyes que garanticen que los transexuales estén totalmente integrados y dispongan de recursos y servicios que les orienten. Es el colectivo que más ayuda necesita. Además, parte de las operaciones que precisan no las cubre la sanidad pública, pero el nivel de cobertura varía de una Comunidad a otra.

Confiese, ¿mucha gente viene al Pride a ligar?

¡Claro! Viene socializar y a conocer gente de otros sitios, de México, Japón, Australia, Brasil... A la gente le gusta viajar y ligar.

No me diga que del orgullo de Ibiza han surgido matrimonios.

Han surgido relaciones. No se han casado aún porque no llevan ni tres años y la gente no se casa tan pronto, pero tengo amigos que se han echado novio en el Pride. Somos padrinos de muchas relaciones.

¿Qué busca la gente que acude a la asociación?

En invierno abrimos cada semana la sede, que está en la plaza de sa Drassaneta, cuando empieza la temporada ya es más complicado porque todos trabajamos. La mayoría de quienes se ponen en contacto con nosotros lo que buscan es gente de la comunidad con la que compartir momentos de ocio.

¿Se sienten solos?

No me gusta decirlo así porque parece que da pena, pero la gente busca compartir momentos. Muchos jóvenes nos dicen que en su entorno no se atreven a contar ciertas cosas y quieren conocer personas que puedan entender sus inquietudes y necesidades, como salir del armario. Básicamente buscan que les entiendan y comprendan.

Con la fama de paraíso gay que tiene Ibiza, ¿por qué hacía falta la asociación?

Hay que movilizar a la gente, unirla, y no había nadie que se preocupara por ello. Necesitábamos salir a la calle, unir a los residentes y dar más visibilidad al colectivo LGTB.

¿España es un buen país para vivir siendo LGTB?

Sí. No es lo mismo ser de Cascorros de Villaabajo que de Ibiza, pero en España, en general, la gente es muy tolerante.

Y a pesar de eso vemos casos como el de hace unas semanas en Berga: dos chicos apalizados por darse un beso.

Sí, es muy grave. Tremendo. Son casos puntuales, aunque hay muchos otros casos de homofobia de los que no nos enteramos.