Un amigo me recordaba estos días la elegía de la Joven Dolores, que Manuel Vicent publicó en El País en 2005, tras contemplar el arruinado cadáver de aquella gloriosa embarcación de los días felices de su juventud, cuando estaba a punto de ser desguazada en los astilleros de Denia. La Joven Dolores, mítica barcaza con el casco blanco, la cubierta verde y la borda roja, cargaba hasta tres coches en la proa, que colocaban a pulso los marineros, y durante décadas enlazó las Pitiusas en trayectos de hora y media, desde Vila a la Savina y viceversa.

Cavilar en la Joven Dolores despierta las sensaciones extrañas y contradictorias que siempre trae aparejada una travesía entre Ibiza y Formentera. Por un lado, el espectáculo de dejar atrás las murallas renacentistas y sus baluartes, con la catedral pétrea y el castillo almagre encaramados a la cima, y la procesión de islotes y escollos que alegran el camino. Por otro, la inquietud de volver a cruzar el paso des Freus, colisión de corrientes siempre agitada e imprevisible, que evoca la furia de los océanos cuando despunta la tormenta. Y, por encima de todo, la densidad con que aquí se concentra la historia, a través de una maraña entrelazada de sucesos que hacen de este desfiladero marítimo el escenario más cruento de las Pitiusas.

Tres pasos estrechos

Tres pasos estrechosSólo el viajero que desconoce el pasado de es Freus es capaz admirar la travesía con la mirada nostálgica y el aire bucólico que Manuel Vicent imprimió a su lamento. Es Freus conforman una terna en línea recta: tres pasos estrechos separados por islotes, entre la punta de ses Portes, en Ibiza, y s´Espalmador, cuando ya se asoma Formentera. El primer pasillo, impracticable para buques de carga y pasaje, aguarda entre ses Portes y el islote d´en Caragoler. Allí el mar adquiere una textura atigrada, por el intenso contraste entre los fondos arenosos y turquesas, y las manchas oscuras de posidonia que se alternan en las proximidades de la torre.

Los ecos de la épica, sin embargo, comienzan a retumbar a partir del segundo paso, el Freu Petit o d´Enmig, entre en Caragoler y s´Illa des Penjats. Al lado de esta última se apostan ses Illes Negres, donde, en el siglo XVI, se extraía la arenisca que daba forma a las esquinas de los baluartes de las murallas. Los canteros arrancaban monolitos de las entrañas de los escollos a cambio de una paga mayor, por las constantes escabechinas perpetradas por los corsarios turcos, que así torpedeaban el avance de las obras.

Illa des penjats. Foto: X. Prats

El nombre de s´Illa des Penjats (isla de los ahorcados) es de origen incierto, pero a buen seguro que refleja siniestros acontecimientos que allí tuvieron lugar en las simas del tiempo. Por su situación estratégica para navegar hacia la península, fue el primer enclave pitiuso en disponer de un faro. Fue concluido en 1855, con dos viviendas adheridas: una para la familia del farero y otra para la del auxiliar. Aún así, es Penjats siguió constituyendo un imán para los naufragios. El más grave tuvo lugar en 1881, cuando el vapor Flaminian embarrancó en su costa. Los fareros fueron engullidos por la tormenta, mientras trataban de auxiliar a sus tripulantes. El suceso se repitió en 1926, con el naufragio del llaüt pesquero Vicenta, aunque en esta ocasión los torreros sí pudieron salvar a los navegantes, convirtiéndose en héroes de la sociedad pitiusa.

El Freu Gros abarca el siguiente tramo, entre es Penjats y s´Illa des Porcs, justo antes del mayor islote del recorrido, s´Espalmador, que a menudo queda unido a Formentera por la arena que se acumula en el Pas des Trocadors. El islote componía un lugar tan esencial que la Corona española lo dotó de su propia fortaleza vigía, la Torre de Sa Guardiola, en el siglo XVIII. Sin embargo, existe otro recodo llamado Sa Torreta, donde aún permanece una ruina que atestigua que ya en la Edad Media albergaba un puesto de vigilancia.

Las grandes sangrías del pasado se produjeron en este escenario. La más destacada tuvo lugar en 1529 y la protagonizó un pirata turco, «El diablo», que capturó a siete de las ocho galeras enviadas desde Ibiza para reducirlo, provocando 500 bajas cristianas. Ya en la primera mitad del siglo XX, s´Espalmador se convirtió en guarida de contrabandistas, que aprovechaban los recovecos de la vieja cantera de marès del islote para ocultar sus estraperlos.

En la Ibiza y Formentera de antaño no existía, por tanto, mayor odisea que cruzar es Freus. Compone nuestro particular triángulo de las Bermudas y un recordatorio perenne del escaso valor al que cotizaba la vida de los ibicencos cuando se hacían a la mar. Un sinfín de sucesos y leyendas encajonados en un puñado de millas.

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza