Salió a pasar la tarde del pasado Viernes con su perro en la playa y al volver a la que desde hacía una semana era su casa, se encontró con la cerradura cambiada y todo lo que se suponía que eran sus pertenencias amontonadas en la puerta. Ana Galán se pasó la madrugada del sábado en vela, con el coche cargado hasta los topes y con los nervios de verse en la calle sin previo aviso y con el dinero más que justo para salir del apuro.

La esperan para limpiar barcos a partir del 29 de este mes y viajó a la isla con tiempo de sobra para instalarse. Se supone que Nano, su bulldog francés, es el causante de su infortunio. Y no porque esta joven sevillana se presentara de improviso con el perro, bastante le costó encontrar quien le alquilara una habitación con el animal, sino porque supuestamente su mascota molesta a los vecinos de la finca.

Aunque ella sospecha que en realidad Nano desagradaba a la mujer que le realquiló la habitación, que tiene otros dos perros, y que por ello optó por ventilarse el problema por las bravas. La última vez que logró hablar con la pareja de su 'casera', este le confesó que la mayor molestia que causaba el bulldog es «que respira fuerte». Vamos, que Nano ronca.

Consciente del malestar de su 'casera', la joven pidió un tiempo para buscarse otro sitio donde vivir. Lo siguiente fue encontrarse con la cerradura cambiada.

Desde entonces, ninguno de los dos le coge el teléfono ni responde a los mensajes de Ana. Tampoco le han devuelto los 800 euros que pagó por la habitación (400 euros por el alquiler mensual y otros 400 de fianza).

No es lo único que le falta: le desaparecieron también 100 euros del sobre que había en una de sus maletas con el dinero para pagarse los gastos hasta que cobrara el primer sueldo, según consta en la denuncia que interpuso el mismo viernes ante la Guardia Civil del puesto de Sant Antoni. «¿Con qué viviré sin todo ese dinero?», se preguntaba ayer, porque no tiene bastante para poder costearse otro piso y comer.

Tampoco ha podido comprobar si le falta algo más: «No me quiero poner a abrir maletas en la calle», explicaba, aunque al dar un rodeo a la vivienda, también vio ropa suya aún colgada en el tendedero.

Es el segundo verano que viene a trabajar a la isla. «No quería volver, pero me llamaron», explicaba ayer después de pasarse la noche «haciendo tiempo» hasta que abrieran los juzgados, donde le dijeron que «poco» podían hacer por ella. Ahora se arrepiente de haber aceptado la oferta. A última hora de la tarde de ayer «un conocido» se ofreció a acogerla en su casa «hasta el martes». Después seguirá su calvario en Ibiza.