Son solitarios, de costumbres nocturnas y territorios fijos. Si encuentras uno bajo el hueco que dejan dos rocas apuntaladas en la pared de la montaña submarina de sa Bota sabes que es muy probable que puedas volver a observarlo exactamente en el mismo lugar la próxima vez que bucees en la zona.

Los peces del género Torpedo son elasmobranquios, lo que significa que pertenecen a la misma subclase que tiburones y rayas. De hecho, son rayas torpedo, con el característico cuerpo aplanado de estos peces cartilaginosos y con forma circular, y no es raro observarlas en aguas pitiusas a pesar de que tiburones y rayas conforman el grupo de animales marinos con mayor número de especies amenazadas del Mediterráneo, según los datos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).

En Ibiza y Formentera, al igual que en el resto de Balears, pueden encontrarse, en teoría, tres especies de rayas torpedo: la tembladera común (Torpedo torpedo), tembladera mármol (T. marmorata) y tembladera negra (T. nobiliana). La primera de estas tres especies, sin embargo, está considerada extinta en las islas, según figura en el Libro Rojo de los Peces de Balears (revisado en 2015), ya que la última cita de su presencia es de hace cuarenta años. «Su hábitat ha sido alterado por la pesca de arrastre y, de manera especialmente grave, por las extracciones de arena para la regeneración de playas», se señala en el libro rojo, donde se añade que «la limitada producción de juveniles determina la dificultad de las poblaciones para recuperarse de éstas y otras alteraciones. La reiterada pesca de trasmallo, que afecta a todo el litoral, parece ser la causa de su rarefacción».

‘Torpedo marmorata’ en Cala Llonga. Foto: Joan Costa

A pesar de las amenazas que han acabado con una de las tres especies, las otras dos aún perviven y se dejan ver en el litoral pitiuso; en el libro rojo, la tembladera mármol está clasificada como de 'preocupación menor', mientras que se indica que los datos son insuficientes para poder determinar el estado de las poblaciones de la tembladera negra.

«Estas dos especies viven en todo el Mediterráneo», añade el biólogo Xavier Mas, que señala que, aunque son peces comestibles «no tienen mucho interés gastronómico. Son rechazados y sólo conozco un pescador, del sureste de Mallorca y ya retirado, que los pelaba y los vendía».

Electricidad para defenderse

Electricidad para defenderseConocidas en general como tremielgas, tembladeras, tremoloses en catalán y rayas eléctricas, sus nombres hacen referencia a la electricidad que son capaces de generar para defenderse y para atacar a sus presas. De hecho, incluso el nombre 'torpedo' deriva de la misma idea; del latín 'torpere' (paralizarse), por el efecto de la descarga, que, en especies como la tremielga negra puede alcanzar los 220 voltios, lo que podría dejar sin sentido a un buceador. A la hora de la verdad, las rayas no suelen emplear todo su potencial. «Tienen dos órganos eléctricos, con la forma similar a un riñón, que se encuentran en la parte anterior del cuerpo», explica el biólogo. «Contienen una serie de prismas paralelos entre ellos y perpendiculares a la superficie del disco que forma el cuerpo. Los prismas son tejidos musculares modificados y que contienen entre diez y doce discos superpuestos. La estructura es parecida a una pila fotovoltaica».

Antes de que el ser humano descubriera la electricidad ya usaba, para curar diversas enfermedades, la que generaban las rayas torpedo. El médico del emperador Claudio, Scribonius Largus, empleaba las descargas del pez torpedo para curar el dolor de cabeza y la gota (en 1984, la revista American Scientist publicó un extenso reportaje sobre el descubrimiento de la electricidad animal, que puede encontrarse reproducido y traducido por la revista Elementos, de la Universidad Autónoma de Puebla, México). La especie que conocían y utilizaban romanos y griegos era Torpedo torpedo, cuyo voltaje es inferior al caso de T. nobiliana.

En 'Historia Animalium', Aristóteles, aún sin entender el sistema de la raya eléctrica, ya escribió que «el torpedo narcotiza a las criaturas que desea atrapar, abrumándolas con la fuerza del choque residente en su cuerpo, y se alimenta de ellas; también se esconde en la arena y el fango, y atrapa a todas las criaturas que nadan en su cercanía y que caen bajo su influencia narcotizante». Y fue el animal el que dio nombre al proyectil, porque a los inventores que perfeccionaban los diseños a finales del siglo XVIII y en el siglo XIX, como el norteamericano Robert Fulton, el artefacto destinado a hundir barcos les recordaba al pez.