Lucía Calderón nunca había visto una foto de su madre, Nieves Calderón, hasta que el pasado 6 de marzo le enseñaron varias en Palencia, donde reside su familia de sangre. Fue como verse en un espejo, como dos gotas de agua: tenía su cara redonda, ojos, nariz, sonrisa, gestos, color y tipo de cabello, hasta una estatura similar. Idénticas. Seis décadas después de ser separadas Lucía podía poner cara a su madre.

Su familia adoptiva vive en Ibiza, adonde Lucía fue enviada desde la Casa de la Maternitat de Barcelona el verano de 1955, pocas semanas después de que naciera. La niña, que llegó a la isla con una medalla colgada al cuello con el número 1.212/55, fue acogida por los didos Catalina Colomar y Joan Torres. La dida Catalina la amamantó y crió como si fuera su propia hija, hasta el punto de que llegado el momento en que oficialmente tenía que ser devuelta al hospicio de Barcelona, sus padres de leche hicieron todo lo que estuvo en sus manos para convertirla en una más de la familia.

DNI de Nieves Calderón expedido en 2002. Foto: L.C.

Desde que fue adoptada, hace 61 años, Lucía nunca supo nada de su progenitora, pese a que esta intentó recuperar a su hija, infructuosamente, en tres ocasiones. Ni siquiera tenía una foto o un recuerdo de su madre. Llegó a pensar que jamás se había preocupado por ella y que nunca quiso recuperarla. Pero en abril de 2016, y tras la serie de reportajes publicados por Diario de Ibiza sobre ‘Los hijos de las dides ibicencas’, la Diputación de Barcelona le remitió un centenar de documentos de su expediente que cambiaron la idea que, hasta entonces, tenía sobre Nieves. Aquel dosier contenía las 57 cartas que su progenitora envió durante 13 años a la Casa de la Maternitat interesándose por su cría e, incluso, rogando que se la devolvieran. Lucía supo así que nunca la olvidó, pero también que tanto la Administración (de Ibiza y de Barcelona) como algunos particulares pusieron constantes trabas para que se reencontraran.

El álbum de Nieves

El álbum de NievesHace dos semanas, en Palencia, vio por primera vez la cara de su madre. Rosamari, Encarna y Poli, hijas de dos primas hermanas de Nieves, le mostraron las fotografías que aún conservaban de ella, fallecida el 7 de mayo de 2006 en Venta de Baños. En una imagen captada el 14 de diciembre de 1974 en Palencia aparece junto a Gregorio Izaguirre (su pareja, al que conoció en San Sebastián) y su prima Rosa; en otra, tomada en San Sebastián en 1976, mira con afecto a su padre, Bernardino Calderón, al que sujeta del brazo; también sale rodeada de su familia palentina en Fuentes de Valdepero en 1974; o firme, con un collar de perlas al cuello y un bolso en la mano derecha, entre una pareja recién casada en 1976.

En todas esas imágenes, Nieves, nacida el 5 de agosto de 1927, tenía entre 47 y 49 años de edad. A Lucía también le dieron el último DNI de su madre, expedido cuando tenía 75 años. En ese documento aparece su firma, idéntica a aquella con la que, 40 años antes, rubricó las angustiosas cartas que periódicamente mandaba a la Casa de la Maternitat de Barcelona para interesarse por el estado de su hija, para rogar que le remitieran una foto de la pequeña o para reclamarla, sin que nunca le hicieran caso.

Lucía, en el centro, junto a las hijas de las primas hermanas de su madre durante su reciente estancia en Palencia, entre el 6 y el 10 de marzo. Foto: L.C.

Las primas hermanas de Nieves que aún viven son demasiado mayores para dar datos a Lucía sobre los pormenores de la vida de su progenitora, sobre su existencia al límite antes de que regresara a Palencia, de aquellos años en que sirvió en Barcelona o en San Sebastián. Y el resto de la familia es demasiado joven para rememorar algo más que su carácter: «Dicen que era nerviosa, activa, que no paraba nunca. Que era muy trabajadora. Vamos, tal como soy yo», indica Lucía. «Te miro y veo a tu madre. Eres clavada a ella», le aseguró Rosamari. Lucía confía en localizar algún día al hermano de Nieves para que este le explique algo más. Su familia palentina le perdió la pista hace años, pero creen que se encuentra en una residencia para ancianos.

Una etapa cerrada

Una etapa cerradaHasta mayo de 2016 toda su familia palentina desconocía la existencia de Lucía. Nieves ocultó a todos, excepto a Gregorio, su pareja, que había tenido una hija y las causas por las que dio a luz en la Casa de la Maternitat, adonde solían recurrir las mujeres que se hallaban en una situación desesperada.

Lucía siente que ha cerrado una etapa de su vida. En abril supo que su madre, al contrario de lo que siempre había imaginado, sí se había preocupado por ella. Entonces llenó parte del vacío de su historia, una de las muchas piezas que le faltaban del puzle de su vida. Ahora le ha podido poner cara a Nieves: «Estoy muy contenta. Me faltaba descubrir esto, saber cómo era físicamente. Llevaba muchos años deseando vivir este momento. Aunque sea tarde, ahora sé que tengo una familia, de sangre, además de la adoptiva. Eso es muy importante para mí». Y para su hijo, Juan Miguel, que la acompañó en ese viaje a Palencia y pudo, de esa manera, descubrir parte de su pasado.

Durante su estancia en Palencia, Lucía acudió al cementerio para visitar el nicho de su madre y colocar en él tres flores rojas. Con ese gesto acababa así una larga búsqueda, 61 años después de que fueran separadas. Lucía respiró aliviada.