Detrás de las lonas del Walkers se escucha el zumbido del taladro y un ritmo acompasado de martillos. Por lo demás, la calle de la Murtra es un erial sin más rastro de vida que el estanco de enfrente, abierto todo el año, y un trío de obreros que pasan una tubería por el techo de la farmacia. Unos metros más allá, en la calle Begònies los dumpers se afanan en torno a una zanja en obras de la red de suministro.

En el pequeño súper Platja d'en Bossa, en la calle de la Ruda, están expectantes por ver qué vecinos tendrán este año en la principal arteria de Platja d'en Bossa. «Hay mucha rotación de negocios», comentan Margarita Robles y Santi García, que este año han abierto el 16 de marzo, cuatro días antes de lo habitual, porque un hotel de la zona también ha adelantado su apertura. En los siete años que lleva abierto han visto fracasar infinidad de negocios en el barrio.

Aunque en su calle están a salvo, porque abrieron en plena crisis cuando ya se estaban «comiendo el paro» y su tienda les da «para vivir» y algo más: en al tienda dan trabajo a dos personas toda la temporada y una tercera en julio y agosto. Pero es que además Margarita se animó el año pasado a alquilar también una hamburguesería de la calle y allí emplea a otros dos camareros y la cocinera.

«Los vecinos se alegran de que abramos, pero nadie hace aquí la compra grande, porque no podemos ser competitivos» con las grandes cadenas, explica ella. Por eso ofrecen «lo mismo un Moët Chandon que una Xibeca», también «ensaladas y bocatas», que tienen mucha salida entre el público fashion de Platja d'en Bossa.

Por toda la playa se empiezan a preparar los hoteles para la reapertura. Con gente como Emilio Rubio trabajando a destajo para que todo esté a punto para el 7 de abril, cuando abrirán la mayoría. A media mañana barniza el parqué del club de playa del Garbi. Aunque durante todo el inverno hay un pequeño retén de mantenimiento, él se incorporó «en enero» a las tareas con otros cinco compañeros. Les falta montar los apliques, limpiar mesas y repasar el mobiliario, aunque van «a buen ritmo».

El presidente de la Federación Hotelera, Juanjo Riera, explica que un número mayor al habitual ya está recibiendo clientes «en Talamanca y ses Figueretes, en las zonas cercanas a la ciudad». Y para Semana Santa asegura que la isla contará con «entre 80 y 90» establecimientos abiertos, «frente a los 60 del año pasado».

Para recibir a esos clientes está Max Vivares, al frente del Top 21, que ya trabaja a destajo con parte de su personal para repasar «que todo funcione», un deseo más que una certeza: ya han tenido que llamar al técnico por una de las cámaras frigoríficas, que se había estropeado. También hay que montar el equipo de sonido de la terraza, desembalar las barras del semisótano del local... Se ponen en marcha «un mes antes de la reapertura».

Tiene una plantilla básica cubierta, pero de cara al verano sufre una elevada rotación que hace que no sepa muy bien con cuánto personal del año pasado podrá contar. Busca «relaciones públicas, bailarinas y camareros», y necesita que «se expresen perfectamente en inglés», sobre todo los 'ganchos', vitales en la complicada noche ibicenca: «Es una jungla», dice Vivares, y sólo los adaptados sobreviven. Por eso reza para que los candidatos potenciales a esos puestos no se dejen amilanar por las dificultades para alquilar pisos en la isla «y vengan».

'Dani Pago Pago Ibiza' vive las últimas horas del «parto» que ha sido reabrir su negocio frente a la playa -hace tres días que levantó la persiana- y reconoce que «recuperar el personal» está entre lo más complicado, porque el trato al cliente que cultivan es «la esencia del local» pero de los entre 15 y 20 trabajadores que necesita, hay «muchos que no van a volver», y eso que su idea es seguir abierto más allá de la temporada, después de acabar el cerramiento del local.

Más que a la espera de que abran los hoteles, entre los comerciantes de Vila y Santa Eulària lo que más preocupa es el final de las obras en marcha en sus respectivos centros urbanos. El presidente de la asociación de minoristas, José Javier Marí, explica que muchos esperan para poder repintar sus negocios y no incorporarán a más trabajadores hasta que se vayan las excavadoras. En el caso de la Marina, la llegada de los primeros cruceros ha hecho adelantar la apertura de las tiendas, igual que en otras zonas turísticas de la isla. La mayoría de su personal es estable, pero también sufren la falta de candidatos para reforzar sus plantillas, aunque «menos que en otros sectores», asegura Marí.